12 de junio de 19...

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La medicina es tremendamente caprichosa y solo despliega sus encantos y secretos en un determinado grupo de personas.

El doctor Sergio Griera era uno de de esos afortunados.

Era el mejor cardiólogo del país, un merito bastante notorio tratándose de un niño de la calle...

Sergio había vivido en las calles durante una buena parte de su vida hasta que fue adoptado por una pareja de gente de dinero que era afecta a obras de "Caridad..."

El pequeño Sergio demostró ser muy brillante desde pequeño y albergaba en su alma un deseo secreto... Quería ser doctor.

La mayoría de las personas, cuando refería que se había criado en las calles, tendía a creer que había sido víctima de abandono... y en parte era cierto, pero fue un abandono forzado... su madre, una pobre mujer, tenía un defectillo en el corazón y dada su condición humilde a nadie pareció importarle que muriera.

Fue entonces, cuando Sergio se prometió a si mismo llegar a ser doctor y salvar cuántas vidas pudiera...

Y gracias a su talento, la vida se lo devolvía con una sonrisa... tenía una hermosa casa y una esposa muy guapa, pero, el motivo de la dicha del doctor era su hija: Verónica.

Cualquier padre hubiera estado orgulloso de tener una hija como Verónica. Encantadora hasta para respirar y vivaz de mente como su padre, la niña crecía ante los ojos de su padre hasta volverse una pequeña mujercita.

Vero había cumplido 15 años, cuando de la nada, su madre enfermo.

Sergio hablo con sus colegas y especialistas y nadie parecía saber que tenía su esposa.

Y no tardando murió.

No sin antes hacer prometer al doctor "Que haría cualquier cosa para cuidar a su pequeña Verónica..."

Y hemos llegado al momento de la vida de Verónica, en donde el amor parece emerger de las piedras, como si estuviera escrito que el amor de juventud tiene que ser tormentoso...

Verónica solía caminar de la escuela a su casa, no estaban muy lejos... pasaba frente a un taller mecánico y había un chico de ojos grandes y brillantes que la seguía con la mirada, de vez en cuando, Vero le devolvía la mirada y ambos se sentían arder.

Y no paso mucho tiempo cuando el muchacho se acerco a Verónica, se presento como un verdadero caballero (pues en sus ratos libres lograba que unos amigos que iban a la escuela le prestaran sus libros) y pidió perdón por atreverse a dirigirle la palabra a tal señorita, pero, ofreciéndole su mano, le rogo que aceptara la admiración de Gabriel Durán...

Al principio su relación se resumía a que Gabriel la acompañara hasta su casa, pero una tarde Verónica cobró valor y le beso la mejilla, se trataba de unos de esos relatos de ensueño en donde nada parecía prometedor y que sin embargo, se vivía como si fuera un hecho...

Sergio miro a su hija más radiante, un resplandor nuevo brillaba en sus ojos y el doctor, desacostumbrado a los secretos del alma de una mujer no se percato que su hija estaba enamorada. Verdaderamente enamorada...

Pasaron los meses y Gabriel, siendo el caballero que era, decidió pedirle a Verónica que orquestara una cena con el padre de esta, para que formalmente le permitiera ser novio de su hija...

-¿y ese quién es?

-Es un excelente amigo, padre

-¿Y porque quiere venir a cenar?

-Me ha dicho que quiere hablar contigo

-¿Conmigo?

Sergio suspiro y cumplió el pequeño capricho de su hija...

-Señor Griera, muchas gracias por acogerme en su casa, permítame explicarme... verá... yo quería que usted... que usted me autorizara el cortejar a su hija...

-¿Cortejar a mi hija? ¡Y porque dejaría yo semejante cosa!

-Bueno... supongo que a usted le debe parecer descabellado... pero mis intenciones...

-¡Sus intenciones no las voy a conocer, jovencito! ¡Mi hija es una niña!

-¡Padre! ¡Tengo 15 años!

-Eres una niña y silencio... le prohíbo de terminantemente volver a dirigirle la palabra a mi hija ¡Y eso también va para ti Verónica! ¡No quiero que vuelvas a verlo!

Sergio escucho a su hija llorar toda la madrugada ¿Porqué la hería así? ¿Qué sabia del muchacho para argumentar que no podía cortejar a su hija? ¿No había sido él también un niño sin recursos? Deseo contar con su esposa y la escucho recitar su última voluntad.

-Cuidare de ella- suspiro e intento dormir mientras su hija continuaba llorando...

Sergio vio a su hija extinguirse, se torno gris, etérea, era tan ligera como un pensamiento y la cubría un manto de esa belleza que solo pueden adquirir aquellos que están por pisar la muerte...

Gabriel se paseaba por enfrente de la casa, y aunque Verónica asomara nada más la nariz, éste suspiraba y sonreía como si la estuviera besando...

Sergio retomo su trabajo y fingió que nada había pasado, pero al llegar a su casa una noche encontró una carta de Gabriel...

Le informaba que se uniría al ejército, con un poco de suerte y podría llegar a ser alguien y así, su padre, no se negaría a que estuvieran juntos, ya no iría a buscarla como su novia, sino como su esposa.

Esta noticia acabo con lo que quedaba de Verónica y se apago de repente.

Sergio, desesperado, mando a traer a sus amigos y de nuevo vivió el suplicio de otra enfermedad misteriosa...

-Debe ser algo del corazón- suspiro el ultimo amigo que no había revisado a Verónica- ¿Has escuchado que débil esta? Sí tú no puedes curarla, nadie más podrá...

El quirófano estaba listo.

-¡Esto es una locura, Sergio! ¡De esta operación nadie saldría vivo!-gruño un colega al doctor Griera.

-Algo tengo que hacer... se lo prometí a su madre...

Sergio estaba llorando frente a la tumba de su pequeña Verónica, en efecto, ninguna de sus artes fue capaz de salvarla... ¡Era su culpa! ¿No había prometido cuidarla? ¡Cómo había curado a decenas de personas y a su hija la había matado! Él la había matado, repitió, él y solo él...

Alguien toca suavemente su hombro.

Es Gabriel con un artefacto de fierro en la mano.

-Le hice esto a Verónica- dice extendiéndoselo al doctor, viéndolo de cerca, se trataba de un corazón hecho con piezas del taller mecánico, tuercas, desarmadores, tornillos- debí habérselo traído antes... Sí lo hubiera hecho... ¿Usted se lo hubiera puesto, verdad?

Sergio se sienta y saca de su bolsillo un pequeño trapito, con él limpia un armatoste de metal que deja reluciente y sin una sombra de oxido. A todo cuanto pasa les dice que es el corazón de su hija, de la hija que mato.

La casa del locoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora