Dos semanas. Dos. Semanas. Dos jodidas semanas; catorce días; trescientas treinta y seis malditas horas.
Dos semanas desde la última vez que había hablado con Ethan.
Había tenido paciencia los primeros días, pero a medida que el tiempo pasaba comenzaba a impacientarme y varias veces Liam me había tenido que detener en mi idea de ir a hablar con él.
Así que allí estaba, junto a Liam y a Madeleine en la cafetería. Mi amiga hablaba por teléfono con Charlie y yo me encontraba recostada en la mesa con la vista fija en Ethan al otro lado de la cafetería.
Liam me miraba divertido y a mí se me escapaba una que otra risa al ver los gestos que hacía.
―Deja de mirar a Ethan, pareces una psicópata― dijo Liam tomando un trago de agua mineral.
Obedecí a regañadientes y me centré en él. No quería que Ethan notara lo ansiosa que estaba por hablar con él, seguramente si lo descubría se reiría de mí y me llamaría "Patética".
―Ya pasaron dos jodidas semanas ¿Cuánto tiempo más tengo que esperar para volver a hablarle?― pregunté a Liam en voz baja.
―Dale tiempo, él te esperó dos jodidos meses.
Asentí dándole la razón y me regañé mentalmente por enésima vez al pensar que había sido una estúpida y que debí haber escuchado a Ethan hace ya tiempo.
Y como siempre que me ponía a pensar en eso sentía un jodido nudo en la garganta y sentía que si no escapaba de ahí pronto terminaría llorando delante de todos.
―Voy a salir un momento― anuncié poniéndome de pie rápidamente.
Liam asintió porque él entendía cómo me sentía y Madeleine ni siquiera prestó atención por estar conversando con mi hermano Charlie.
Salí corriendo afuera y me dirigí al mismo lugar de siempre; la misma banca escondida en la que todo se había echado a perder. Me senté y escondí mi cara entre mis manos y un sonoro sollozo se escapó de mí.
Agradecía al cielo porque nadie pasaba por allí y entonces me encontré llorando de nuevo.
Había hecho esto con frecuencia durante las últimas dos semanas; escaparme a llorar al mismo banco en donde mi relación con Ethan se había acabado. Siempre terminaba llorando de la misma manera que lo hacía ahora y siempre acudía a Liam para que me levantara el ánimo.
Liam el doctor se había vuelto alguien importante para mí en esas dos semanas que habían pasado. Me aconsejaba sobre lo que debía hacer y me decía las cosas que estaba haciendo mal. No tenía miedo a que yo me enojara con él por decirme que parecía una niña pequeña haciendo un berrinche o que me veía ridícula llorando y le agradecía que fuera tan directo.
Por otro lado, me encantaba esa personalidad tan refrescante que tenía, me daba un respiro de toda la mierda que estaba enfrentando. Me hacía olvidarme de todos mis problemas y cuando menos me lo imaginaba me encontraba riéndome como una estúpida de alguno de sus chistes.
Pensar en eso me hizo detener mi llanto y reír inconscientemente. Definitivamente Liam tenía el camino asegurado para convertirse en mi mejor amigo. Esperaba que él también me considerara su amiga.
En estas dos semanas había conocido muchas cosas de él, como por ejemplo que le encantaba la música alternativa y tocaba la guitarra. También me contó que era el mayor de cinco hermanos y que le encantaba la medicina por sobre todas las cosas.
Habíamos bromeado juntos, me había visto llorar y reír y agradecía enormemente a quién lo había puesto en mi camino ese día y lo había hecho chocarse conmigo.
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El mejor de mis rechazos (#1)
Teen FictionIsidora está terriblemente enamorada de Lucas, su mejor amigo, y por una estupidez del momento termina declarándose luego de años de haber mantenido su amor en secreto. En ese momento sufre un enorme rechazo que a pesar de haber sido horrible la lle...