Capítulo 2 | El curioso chico de la casa de al frente

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Abrí la puerta de la casa de manera brusca, quizá con demasiada fuerza, cosa que me hizo arrepentirme casi de inmediato, ya que el chico que sostenía mi pelota entre sus manos se sobresaltó un poco. En cuanto nuestras miradas cruzaron, el coraje previo que había sentido apoderarse de mi sistema, se esfumó. Sus intensos ojos marrones se clavaron en los míos de manera instantánea enviando una sensación extraña y nueva hacia mi sistema, de pronto parecía que el chico hubiese sido sacado de una revista de Calvin Klein. Era como si un modelo se hubiese instalado en la casa de al frente y buscase una manera de tener un encuentro conmigo. Una sensación bastante espeluznante hizo que mi cuerpo se estremeciera.

Aquel extraño encuentro me erizó los vellos de la nuca, aunque hice mis intentos por mantenerme firme y avanzar lentamente hacia él, todo dentro de mi parecía amenazar con derrumbarse en cualquier momento, de pronto me sentí torpe. Mi corazón latía con tanta fuerza, que temí que fuera capaz de escucharlo. Mis pasos eran lentos y torpes, tanto que tambaleaba cada tanto que avanzaba, me odie por ello.

Él mantuvo su postura regular y me miró con curiosidad sin soltar la pelota entre sus manos. Ahora que lo tenía más de cerca, se me hizo imposible no apreciar desde esta distancia el brillo de sus ojos marrones, y sus facciones tan finas y varoniles a la vez. Su cuerpo parecía haber sido esculpido por ángeles, parecía no ser de este universo, nunca había visto a un chico tan perfecto físicamente en persona. Tan varonil, con su cabello castaño bien peinado en un copete muy lindo, de nariz perfilada y ojos profundos e intensos, un poco mas alto que yo, y por supuesto mucho mas musculoso y definido que yo.

-¿Es tuya? -me tendió la bola haciendo referencia a ella, sin apartar su mirada de la mía. Incluso su voz desde tan cerca sonaba malditamente sexy, tan ronca y varonil.

Y luego entendí la gravedad de la situación. Me había hablado. A mi.

Mordí mi labio inferior, sintiendo como nuevamente el miedo se hacía presente en mi sistema, haciéndome parecer más insegura de lo que ya de por si estaba. Ese era el maldito momento en el que me veía obligada a dar una respuesta decente sin salir corriendo como una cobarde como en muchas otras ocasiones. Hice acopio de todas mis fuerzas internas y asentí con dificultad a la vez que estiraba mi brazo dispuesta a tomarla.

-Supongo que el guante también -asentí de nuevo, rogando porque no notara lo nerviosa que estaba, aunque de por sí era obvio que él lo notaría -Me gusta el béisbol también, soy... fanático.

Podía jurar que mi corazón se había saltado un latido, casi puedo jurar que se había saltado dos en este momento, y me tomó unos momentos darme cuenta que el chico afirmaba ser fanático del béisbol . Desde que tengo memoria, mi padre era fanático, jugaba para el equipo de la empresa donde trabajaba, y desde muy pequeña lo acompañaba a sus juegos.

-Veo que está firmada por Alex Rodriguez -quiso referirse a la pelota, pero sin dejar de mirarme -Soy de los Medias Rojas de Boston.

No pude evitar sentir esa chispa de emoción cuando mencionó a mi equipo favorito de béisbol como el suyo también. Mis mejillas se sentían calientes, y en repetidas ocasiones abría la boca para intentar decir algo, como hacía cada vez que estaba nerviosa. En momentos como este, agradecía en silencio no tener la capacidad de decir palabra alguna, porque estaba segura que si hubiera podido hablar hubiera dicho algo estúpido.

Asentí aún nerviosa, para luego dejar que mi vista golpeara en suelo. Su mirada fija me resultaba algo incómoda, no demasiado, pero ciertas cosas me aterraban, y cuando me miró por demasiado tiempo directo a los ojos, no pude evitar sentirme nerviosa.

-Josh -habló de pronto, haciéndome mirarlo de nuevo, para luego fruncir ligeramente en entrecejo confundida -Me llamo Josh.

Me tomó aproximadamente dos segundos darme cuenta que su mano estaba tendida en mi dirección, con la decente intención de presentarse con formalidades. Aquello me tomo por sorpresa, sin embargo me dije a mi misma que podría hacerlo. Pero vacilé demasiado, quizás más de lo que debía. Mis palmas se encontraban sudorosas y temblorosas, todo mi cuerpo se hallaba sensible y mis terminaciones nerviosas alertas.

Palabras mudas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora