Capítulo 4 | Sinfín de cosas nuevas

2.6K 160 17
                                    

La puerta de la habitación se abrió, y entonces Nathan apareció tras ella con un vaso de agua en la mano. Se acercó cerrando la puerta detrás de él y dejó el vaso de agua en la mesita de noche al lado de mi cama. No fui capaz de sostenerle la mirada en ningún momento, me sentía demasiado mal como para dejar que me mirara a los ojos y descubriera lo mucho que había estado llorando.

-Necesitas comer algo, ¿estas segura que no te apetece nada? -su mano viajó hasta mi cabeza y comenzó a acariciar mi cabello. Negué con la cabeza y cerré mis párpados renuente a mirarlo a la cara.

Nathan tomó asiento en el borde de la cama, a un lado de mi, de donde había estado llorando durante horas hecha ovillo. Un suspiro profundo brotó de sus labios, y no había visto tan agobiado a aquel chico como ese día. Me miró de nuevo, y aunque evité sostenerle la mirada, no dejé de ver en su rostro el cansancio.

-El director me llevó a su oficina luego de que Ally vertiera la bandeja sobre ti en la cafetería...

De un momento a otro, ya me encontraba con el corazón latiendo a mil por hora, y mi cuerpo se sacudió violentamente al momento en que me reincorporaba para sentarme a su lado, totalmente alarmada.

-Llamó a Evan -cerré mis párpados y maldije internamente mientras sacudía la cabeza, lo que menos quería era entrar en trance de nuevo -Mallory, te recomendaron a un psicólogo... de nuevo.

Sus palabras evocaban la más nerviosa de las tormentas en mi sistema, de pronto me hallaba negando con la cabeza e inconscientemente soltando lágrimas. Era sorprendente la facilidad con la que lloraba cuando me hablaban en ese tono.

-Mallory, no llores por favor -su mano viajó hasta mi rostro donde enseguida limpió una lágrima que acababa de deslizarse por mi mejilla -Mira, sabes muy bien que necesitas ayuda profesional. Sé que Evan es bueno en lo que hace, pero tal vez la solución sería acudir a cualquier otro psicólogo con el que no tengas un lazo familiar tan grande.

Negué con la cabeza indispuesta. No cambiaría a mi psicólogo de siempre por alguien a quién no conocía. Desde que Evan llegó a mi vida, todo había mejorado, no lo reemplazaría ni en sueños. Me negaba a contarle a alguien más por todo lo que había pasado en la infancia.

-Tengo una idea -una sonrisa tímida se asomó en la comisura de sus labios -Te llevaré donde la psicóloga del colegio, ella te conoce muy bien y lo sabes. Si no te sientes cómoda luego de un par de días estando con ella, te prometo que no intentaré llevarte con más nadie. Podrás regresar a tus exámenes con Evan, tal cual como estaba.

Estuve unos segundos inmóvil en mi lugar, reconsiderando la propuesta que Nathan me había hecho. No sonaba tan mal si lo pensaba un par de veces, pero no sabía si sería capaz de aceptar así como si nada.

Desde que perdí la voz hacía nueve años, había conocido a un montón de psicólogos por año, cada uno más conmocionado que el otro al estudiar mi caso. Sólo la mitad de ellos se habían propuesto en examinarme y ayudarme en mi caso. Especialistas muy reconocidos habían acudido a mi para estudiar mi caso, incluso cuando cumplí doce años realizaron una pequeña reseña sobre mi en una revista de psicología infantil. Y con ninguno me había sentido tan cómoda como con Evan. Y aunque él solía decir que no era apropiado que mi propio psicólogo fuera el hombre que habían dejado legalmente a cargo de mi, no había parado con las consultas.

-Vamos, te prometo que si no te resulta cómodo lo dejaremos.

Las manos de Nathan, se dirigieron a mi regazo, donde tomó mis manos y las llevó a su rostro para besarlas. Aún no había podido controlar los latidos acelerados de mi corazón, y eso era terrible teniendo en cuenta lo muy cerca que estaba de Nathan, me asustaba que pudiera escucharlos y supiera que están nerviosa por su toque.

Palabras mudas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora