Capítulo 10 | Una espía encubierta

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Me miré al espejo una ultima vez antes de salir de la casa. No vestía la ropa adecuada, pero si me ponía a contar, no tenía la ropa adecuada de una chica de mi edad.

Al salir, noté que la calle se encontraba vacía, y llamé un par de veces a la casa de Nathan, pero nadie atendió, así que supuse que ellos no se encontraban allí en casa. Tomé el bus y llegué al consultorio de Evan. No le avisé que vendría, así que se llevaría una sorpresa al verme llegar tan de pronto.

Al entrar al lugar, varios pares de ojos se fijaron en mí, por lo que me sentí algo incómoda. Seguramente no vestía lo suficientemente decente. Habían un par de familias en la sala de espera, niños, adultos, ancianos, mujeres y hombres, incluso un par de adolescentes de mi edad.

Me acerqué a la recepción y la mujer de cabellos rubios teñidos me miró por encima de sus lentes con una ceja alzada y una expresión arrogante.

—¿Puedo ayudarte... —dedicó una despreciable mirada desde mis pies hasta mi cabeza, examinándome —...jovencita?

Tomé el papel que había estado guardando de mi bolsillo y lo dejé sobre su mostrador. Ella dubitativa lo tomó con desprecio y lo miró.

«Necesito ver al licenciado Evan Gray con urgencia»

Ella me miró con una sonrisa burlona y una mirada sarcástica, entonces señaló una silla vacía en la sala de espera.

—Tienes que esperar, princesa —soltó con arrogancia—. Y solo si tienes una cita previa, en caso de no tenerla necesitaras al menos una referencia de un especialista de confianza y la cita será programada para después de los siete días.

¿Por qué ésta mujer se comportaba como una imbécil? Era la primera vez que veía a esta señora en este consultorio, el resto de las secretarias me conocían y no necesitaban dedicarme miradas de menosprecio o arrogantes.

Tome un bolígrafo de mi bolsillo y la misma nota que le arranqué de las manos y escribí en la parte de atrás.

«Es mi padre, necesito verlo ahora» le tendí la nota y ella la examinó confundida.

—Pues en ese caso, necesitaré al menos su identificación para verificar apellidos. Hasta donde tengo entendido, el licenciado Gray no tiene una hija mayor.

Comenzaba a exasperarme. Yo había estado en ese podrido lugar más veces de las que podía contar con mis dedos, y no me importaba si ella no quería dejarme entrar. Yo conocía el camino.

Como si hubiese sido mi propia casa, comencé a avanzar con prisa hacia el pasillo en do de se encontraba la oficina de Evan. Un par de personas e miraron curiosas y sorprendidas desde la sala de espera cuando la mujer de hace unos momentos comenzó a seguirme gritando que me detuviera. Abrí la puerta de la oficina de Evan, y para mi sorpresa no se encontraba con ningún paciente, salvo con su novia y mamá de su pequeña Jenny.

Al verme entrar con prisa, ambos fijaron su vista en mi, y una amplia sonrisa se pintó en los labios de Evan al verme, avancé hasta ambos. Detrás de mi, la mujer fea y arrugada apareció gritando que lo sentía, que yo me había metido a la fuerza. Vieja arrugada.

—Esta bien, no pasa nada. Mallory es mi hija, no hay problema con ella —explicó Evan mientras se acercaba a la mujer—. Vuelva con lo suyo.

Me dedicó una mirada sucia antes de darse la vuelta y cerrar tras sí. Quise hacer una mueca, pero antes de que eso pasara Evan me estrechó entre sus brazos con fuerza y yo obviamente le correspondí con la misma intensidad. Al separarme, me miró y sonrió.

Palabras mudas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora