Capítulo 12 | Impregnada en su piel

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-¡Ésta situación no puede continuar, Jack! Tu hija de nueve años está sufriendo como no tienes idea y tú no haces nada por detenerlo -escuché como Evan le gritaba a mi padre en un tono exigente, realmente sonrojado y exaltado.

Nunca los había visto discutir, ellos eran inseparables, eran mejores amigos a pesar de la diferencia enorme de edades, ambos eran figuras paternas para mí. No podía permitir que siguiera discutiendo de esa forma.

-Mi madre me dijo que Mallory podría quedarse con nosotros el tiempo necesario mientras pudieras vender la casa y buscar donde vivir -me removí un poco incómoda, pues me encontraba escondida dentro del armario de la habitación de papá escuchando todo lo que aquellos dos discutían.

-No podría, no podría Evan. Voy a necesitar más que solo eso para huir -papá tomó asiento en el borde de su cama -Él nos va a encontrar sea donde sea, ¿crees que no lo ?

-¿Te importa ella?

-Mallory es mi hija, claro que me importa.

-¡Entonces huye! ¡Maldita sea, huye con ella y no dejes que ese baboso se le vuelva a acercar nunca más!

Mi papá no contestó, de hecho solo se quedó allí viendo hacia ningún lugar en específico, afligido, con un enorme nudo en la garganta.

-No basta solo con poner una denuncia, sabes que volverá a hacerle lo mismo una y otra vez, y no siempre estarás allí para detenerlo. No puedes seguir dejando que su vida se arruine como se arruinó la de su madre.

Sin quererlo, solté un sollozo mudo, que consistía en un gemido bastante intenso, lo suficiente como para que ambos escucharan y voltearan hacia el armario donde me encontraba. Evan se acercó, y sabiendo con lo que se encontraría, abrió las puertas dejando que la luz de la habitación le diera justo a mis hinchados y ahora cambiantes ojos.

Palabras mudas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora