Capítulo 24 | Amor sobre hielo

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Mallory.

Desde que aprendí a quererlo y comencé a pasar muchísimo más tiempo a su lado, a tal punto de dejarlo estar en mi casa todo el día con la excusa de ver una película -aunque la mayoría de las veces terminábamos enzarzados en una riña de besos apasionados -, había aprendido a descifrar los gestos que hacía al hablar y esas miradas al vacío que cualquiera hubiera determinado como 'indiferencia' a simple vista. No. Yo sabía qué significaban aquellas miradas, aquellos gestos y expresiones muy propias de él mismo, cada vez que masajeaba sus sienes buscando no perder la paciencia mientras el marcador apuntaba que yo estaba ganando la partida, la forma en la que arrugaba su fina nariz cada vez algo le incomodaba, las miradas fijas que me dedicaba creyendo que yo no las sentía sobre mí y que no sabía la forma en la que se mordía los labios cuando me miraba de arriba a abajo, los profundos suspiros que soltaba sin cesar cuando ya se encontraba caliente después de una sesión de besos, el rubor en sus mejillas que aparecía cuando yo le pedía entre señas que se detuviera porque no tenía intenciones de llegar más allá. Había aprendido a moldear mis días a su llegada. Me estaba enamorando.

Y por esa misma razón, reconocía cuando estaba nervioso o inquieto por alguna situación que prefiriera omitir contarme por miedo a que me preocupara. Y en este momento, Josh me ocultaba algo.

Me invitó a la pista de patinaje asegurando que no había visitado una desde hacía mucho tiempo, y yo accedí que condujera desde nuestra urbanización hasta la pista más cercana aún sabiendo que el camino sería largo. Estando con él, no había inseguridades, y yo confiaba en que me llevaría con bien.

—Mallory—llamó mi atención sin despegar sus intensos ojos de la carretera. Sonreí para mi misma admirando su belleza desde el asiento del piloto —Hay algo que quiero preguntarte, pero no sé como hacerlo.

¿Por qué no solo lo hacía? Yo le contaba todo —bueno, casi todo —sin problemas porque confiaba en él, aunque algunos temas fuesen más sensibles que otros nunca había tenido problemas para expresarme con él así fuese a través de una nota escrita a mano.

Pero había algo que me decía que lo que preguntaría a continuación tendría relación con el motivo de sus nervios.

—Tú sabes... sobre mí y mi secreto — comenzó, y creí saber hacia donde atacaría su pregunta —Ehm... mi mamá ha estado... ya sabes, yendo al psicólogo y al terapeuta por todo lo que hizo y...

Parecía tener dificultar para hablar, o al menos para expresarse sin que sus mejillas enrojecieran varios tonos, cosa que lo hizo ver más adorable que nunca. Dios, no podía creer que todo eso era mío y solo mío.

—Tú... ¿Has visitado también al psicólogo, o al menos a médicos que estudien casos así como... el tuyo?

Su pregunta me tomó por sorpresa, no esperé que alguien tan reservado y discreto como él se atreviera a tocar un tema tan sensible como ese. Él conocía la carga emocional que preguntas como esa me provocaban, pero entendía su curiosidad de todas formas.

No quería ser egoísta ni injusta con Josh. Desde que lo conocí omití aspectos importantes de mi vida y él no se atrevió a preguntar más nada sabiendo que yo no iba a contestar. Siempre había sido un misterio para ese chico, él me había confesado sus mayores temores y yo ni siquiera le había confesado acerca de mi estado de orfandad. ¿Sería injusto esta vez no contestar?

—Vi el artículo el otro día en tu casa, cuando eras pequeña supongo que visitaste a alguien, ¿Pero ahora? ¿Todavía vas al psicólogo?

Preguntas. Preguntas. Preguntas. Él tenía de esas miles, y mi personalidad reservada no sabía si sería capaz de contestarlas todas. Para mí, el asunto de la perdida del lenguaje oral era algo delicado y muy difícil de hablar, sobre todo porque cualquier sendero de la conversación terminaría llegando a un punto en específico: ¿Qué fue lo que me traumó?

Palabras mudas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora