Mallory.
Después de muchos años, desperté con los rayos del sol en mi rostro, y en lo primero que me percaté fue en un fuerte y musculoso brazos rodeando mi cintura con firmeza, y en su cálida y suave respiración chocar con mi nuca. Sonreí de medio lado evocando los recuerdos de la noche anterior cuando le relataba sobre mi padre y sobre cómo conocí a Leo entre señas, y no se confundió en ningún momento con ninguna seña. Cosa que me hizo brincar de la emoción al terminar. Estaba avanzando, y eso me alegraba.
Se sentía tan bien despertar sin tener que gritar en la madrugada o tener pesadillas. Nunca me expliqué por qué esa mañana no tuve un mal sueño, pero me agrado de cierta forma pensar que tal vez había sido porque Josh estaba durmiendo conmigo.
Su firme y ancho pecho estaba totalmente adherido a mi espalda, y no me removí disfrutando de aquella sensación y del calor que su cuerpo emanaba. Cerré mis párpados sintiendo comodidad y me cubrí aún más con la sabana, hacía frío aquella mañana.
Pero de pronto abrí los ojos sintiéndome culpable al tiempo que miraba mi teléfono en la mesita. Busqué encenderlo para mirar la hora, y casi solté un quejido cuando noté que eran pasada las nueve.
Me incorporé de golpe haciendo que Josh a mi lado se removiera dormido, y aquella imagen nunca podre olvidarla. Josh por la mañana, pude haber imaginado a un muy somnoliento chico con los ojos hinchados y el peor aliento de todos. Pero en cambio, allí estaba removiéndose con su pelo desordenado y su carita sonriente sin una pizca de verse en mal estado o amanecido. Era bueno en las mañanas, mejor que yo.
Lo removí por el hombro con insistencia, y poco luego abrió sus hermosos ojos para fijarse en los míos, y jamás podré olvidar la manera tan intensa en la que me miró, sonriendo de medio lado, sin ser consciente de la hora en la que habíamos despertado. Le mostré mi teléfono para que viera la hora, y frunció el ceño confuso sin entender mi referencia.
Me senté cruzando las piernas, y poco luego me imitó haciendo lo mismo con las suyas. Me embelesé mientras lo observaba estirar su cuerpo y huesos, pues aquel acto realzaba su musculatura. No era exageradamente musculoso, no como para ser físico culturista, pero era definido, demasiado, y su pecho y abdomen se marchaban al igual que los músculos de su espalda, y no evitaba verse varonil sin camisa mientras realizaba esos movimientos. Tuve mucha suerte con él, y haría uso de mis derechos como novia cuanto antes.
Mi mirada fija me delató, por lo que me pilló mirándolo con admiración y me sonrió divertido.
—Buenos días, ángel —incluso su ronca voz me dejó deseando escuchar mucho más de ella —. ¿Con que apreciando la vista?
En cuestión de segundos mi rostro enrojeció completamente con vergüenza, y bajé la mirada sin saber como contener mi ancha sonrisa nerviosa. Había sido penoso que me encontrara mirándolo de esa forma tan poco disimulada.
Su ronca risa cargada de picardía me hizo olvidar por un momento el dilema central de la situación. Y tomándome todo el atrevimiento posible sabiendo que él no hallaría problema en eso, llevé mi mano hacia su firme y duro pecho y dejé que mis ojos se perdieran en su ancha anatomía con todo el derecho posible.
Tal y como lo pensé, no le molestó, y me dejó hacerlo cerrando sus párpados disfrutando del momento. La piel bajo mis manos se sentía tensa y picaba bajó mis palmas.
—¿Que tal tu noche, ángel? —preguntó aún con los ojos cerrados, y yo asentí aún sabiendo que no iba a verme.
Aparté mis manos y sin poder contener más le di un corto beso en los labios, cosa que lo hizo mirarme de golpe sonriendo satisfecho ante mi impulso. Abrió la boca para decir algo, pero antes que pudiera siquiera alcé mis manos y entre señas mencioné la escuela.
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Palabras mudas ©
RomanceA Josh no le importaba que Mallory fuera muda. Sus problemas de comunicación verbal parecían insignificantes al lado de las emociones que por primera vez experimentaba a su lado, cada vez que tomaba su mano. Algo que aprendió con ella, y que nunca p...