Capítulo 5 | El orden de la vida

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Su casa era grande, tanto como la mía, solo que a diferencia esta era espaciosa, y parecía haber sido redecorada por algún diseñador de interiores bastante profesional y tener muebles costosos. Las paredes eran blancas y pulcras, el piso relucía y todo se encontraba en perfecto estado. La sala era enorme, ocupada por un juego de sofás de color negro, que hacía juego con algunos muebles y algunas repisas en el lugar. Había un enorme televisor en una mesa de una madera muy fina, casi tan grande como el de mi habitación.

De pronto estar en ese lugar me hizo sentir pequeña, incómoda, nula. Marcus tomó asiento en el sofá grande y palmeó su lado para hacerme saber que podía tomar asiento a su lado. Así que eso hice. El lugar era muy bonito, y sobre todo cómodo, me encantó desde un principio.

—También podemos ver una película después, no lo sé, no tienes porqué irte tan pronto —Marcus se acercó a la mesa del televisor y colocó el juego en la consola.

Apenas acababa de llegar, ¿porqué irme tan pronto? Marcus me agradaba y sentía que conforme pasaban los momentos junto a él, creábamos una conexión más y más grande. Más y más cercana. Estuvimos jugando durante casi dos horas, estrenando el nuevo juego que su hermano le había comprado. Hasta que tuve que detenerme cuando sentí la garganta seca.

Para llamar su atención, puse en pausa el juego, y cuando sus ojos se fijaron en mi, le hice saber que iría a beber agua a mi casa con un gesto en mi mano hacia mi boca y señalando en dirección a mi casa.

—¿Tienes sed? —asentí —Oh, voy a traerte algo, no te muevas —hizo un gesto con su dedo señalándome y se levantó para dirigirse hacia lo que creo que se trataba de la cocina de su casa.

Y cuando mi curiosidad me ganó, me levanté de mi asiento para acercarme hacia un lugar en donde mi vista había permanecido durante toda la tarde. En la sala, había un enorme cuadro, una fotografía de los cuatro integrantes de la familia, que había logrado llamar mi atención desde el principio, y no solo por su tamaño, ni porque todos estuvieran en ella. Me daba curiosidad saber que jamás había conocido a los padres de Josh y de Marcus, y que en el poco tiempo que llevaban viviendo aquí, no los había visto ni una sola vez.

La mujer era rubia, no tan mayor, tenía unos bonitos ojos verdes, se veía muy decente y a simple vista era bonita. El hombre, que supuse que se trataba de el padre de ambos y esposo de la mujer, era castaño, moreno y de contextura gruesa, su sonrisa era radiante, y sus ojos llenos de brillo. Josh sonreía sin mostrar los dientes, y lucía un poco más joven, como de quince años, luego estaba Marcus, más chico que ahora, sonriendo a la cámara como solo él sabía hacerlo.

—Es de hace dos años esa fotografía —la voz de Josh a mi espalda me sobresaltó haciéndome dar un pequeño brinco en mi lugar. Me di la vuelta rápidamente y lo vi frente a mi, con los brazos cruzados y una expresión neutra.

El calor se apoderó de mis mejillas y mordí mi labio inferior con fuerza removiéndome incómoda en mi lugar. Josh me había encontrado mirando el cuadro familiar y eso era más que suficiente para hacerme sentir avergonzada.

Su expresión neutra me alarmó bastante, al principio creí que se enojaría porque yo estuve mirando su fotografía familiar con curiosidad. Incluso esperé a que diera algo grosero sobre ser entrometida o algo así. Pero entonces, su mirada repentinamente me demostró vergüenza, pena, quizá lástima. Entonces los recuerdos llenaron mis pensamientos, haciéndome recordar lo que había sucedido la ultima vez que estuvimos el uno cerca del otro —a excepción de aquella vez en el salón donde informaron que seríamos parejas—.

—Mallory, quiero hablar contigo...

¡Oh no! De nuevo intentaría excusarse diciendo que no sabía sobre mi mudez, disculpándose y haciéndome sentir más inútil de lo que era.

Palabras mudas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora