Josh
Podía sentir con cada partícula de mi ser una oleada cargada de desprecio hacia la expresión y la sonrisa de autosuficiencia de mi madre, aquella que me hacía saber que algo ocurría, algo que a ella parecía agradarle. Me levanté luego de colocar el juego en pausa y la miré cruzando los brazos alrededor de mi pecho mientras ella cerraba la puerta tras sí. Papá muy concentrado se encontraba sumido en la lectura de su libro de literatura en el sillón de al lado, y al escuchar la risilla burlona de mi mamá al acercarse él fijó su vista en ella.
Pronto la tuve delante de ambos, con una intachable sonrisa de oreja a oreja que me hizo sentir nada más que enojo y sentimientos negativos hacia ella. ¿Cómo después de todo lo ocurrido ella era capaz de reír así como si nada?
-A que no adivinan... -alzó una ceja divertida y fijo sus coloridos ojos en los de mi padre, el cual se encontraba atento a sus palabras con una expresión curiosa.
-¿Qué puede traerte tan feliz ahora? -Él tendió su mano y ella la tomó para luego él tirar de ella y hacerla quedar sentada sobre sus piernas. Rodé los ojos asqueado, sabía que pronto comenzaría una sesión de besos interminables que era preferible no presenciar.
-No es felicidad. Sólo me divierte ver a las personas descubrirse por sí solas -pude escuchar que ella le susurraba cerca, y papá besó su hombro ahora comenzando con algo que seguramente terminaría en su habitación.
Hice una mueca de asco cuando decidí que no presenciaría algo tan asqueroso como aquello, y me di la vuelta decidido a distraerme con mis pinturas en el ático para evitar estar cerca cuando ellos decidieran estar solos. Apenas pisé el primer escalón rumbo arriba cuando la escuché hablar.
-La niña de la casa del frente, la muda...
La muda. Mi muda.
Me detuve en mi lugar y se me hizo imposible controlar la oleada de enojo cuando la escuche referirse a ella de esa forma. Apreté mis puños sintiendo como todo dentro de mi interior se estremecía de la rabia. Me di la vuelta y volví a a acercarme a ellos decidido a defender a mi chica.
-Ni se te ocurra volver a llamarla de esa forma -mi voz sonó amenazante mientras me posicionaba frente a ambos y le dedicaba la peor de las miradas existentes. Ambos me miraron asombrados por mi atrevimiento, y ella se enderezó para clavar sus ojos asesinos en mí. Mientras viviera y estuviera con Mallory, no permitiría que ella se atreviera a llamarla de esa forma -Se llama Mallory.
Un leve brillo malintencionado se filtró en su mirada, y sonrió con malicia para entrecerrar sus ojos luego.
-Pues resulta ser que Mallory no era tan calladita como pensabas... -apreté mi mandíbula cuando un impulso amenazó con hacerme perder la cordura y gritarle mil improperios.
-¿Por qué lo dices? -mi padre alzó una ceja desconcertado, y ella fijó sus ojos en los de él.
-Porque la acabo de ver besándose y abrazándose con nada más y nada menos que mi psicólogo.
Mi corazón dejó de palpitar, de bombear sangre y hacer su trabajo, mi sistema nervioso dejó de reaccionar, y lo único que era capaz de escuchar eran las palabras circular una y otra vez por mi cabeza como un cadena infinita. No. No. No.
Imposible. Inaudito. ¡Mentira!
Sentí la garganta seca, y con la respiración y mis palmas sudorosas negué rápidamente con la cabeza cuando me imaginé una escena parecida. Los labios de mi chica presionando otros que no eran los míos. ¡No! Mallory no era capaz, la conocía, aquello era sencillamente imposible.
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Palabras mudas ©
RomanceA Josh no le importaba que Mallory fuera muda. Sus problemas de comunicación verbal parecían insignificantes al lado de las emociones que por primera vez experimentaba a su lado, cada vez que tomaba su mano. Algo que aprendió con ella, y que nunca p...