Capítulo 22 | Letras sin sentido

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Mallory

Se notaba tan lindo cuando su pecho musculoso subía y bajaba con cada exhalación. Fácilmente adoptaba complejo de ángel mientras se encontraba dormido en mi cama boca arriba. Sus manos aprisionaban con fuerzas mis cintura, y una profunda respiración de su parte me hizo saber cuán profundo estaba sumido en su sueño.

Josh era perfecto. Y lo mejor de todo, es que era mío.

Besé la suave piel de su cuello desnudo y con extrema cautela, lo que menos deseaba después de ese momento tan íntimo en el que me contó sobre su pasado, era despertarlo y hacerlo volver a la previa preocupación de saber que ganaría un enorme problema con sus padres.

Evitando pensar en ello, me levanté con cuidado y tomé algo de propia limpia para cambiarme. Josh había llegado tan de pronto que me encontraba en bata de baño y ni siquiera me había dado alguna oportunidad de cambiarme. Entré a mi baño privado y me puse en pantalón de tela suave y una blusa de tirantes, la comodidad en este momento era lo principal. Tenía pensado hacerle algo delicioso de comer para cuando despertara, así que bajé a la cocina a preparar todo. Moría de hambre, y es que después de que Evan se marchó no me dio tiempo para cocinar antes de que Josh llegara alarmándome.

Su confesión me dejó sorprendida, realmente dolida y cuestionándole una y otra vez la fiabilidad de la mujer que le había tocado por madre. ¿Se podía confiar en alguien así? No. No se podía. Yo confié mi vida y mi futuro a muchas personas, personas malas que sabía que pagarían en algún momento por sus delitos, pero aquello que la mamá de mi novio había hecho no tenía perdón ante los ojos de Dios. Era algo monstruoso. ¿Dejar morir de hambre, maltratar y herir a una pequeña inocente que no tenía culpa de nada? Aquel pensamiento trajo recuerdos hacia mi cabeza que preferí no tener presentes.

Sí. En el mundo había gente mala, tanto como para hacerle algo así a una pequeña niña. Porque si a mi me habían quitado la voz, no me extrañaba que a ella le hubieran quitado la vida.

La puerta de la entrada fue aporreada con desesperación, de inmediato rodé los ojos para luego dirigirme con fastidio hacia ella dando zancadas. La desesperación con la que era tocada me alarmaba, pero en el fondo creí que se trataba de una falsa noticia de mi mejor amigo.

¡Agh! Él tiene su propia llave, mi papá se la entregó años atrás. ¿Qué le costaba usarla y dejar de aporrear mi...?

Abrí mis párpados incrédula y retrocedí un paso creyendo firmemente que el preocupado señor Thomas que se encontraba delante de mí se abalanzaría y me culparía por todo. Sus ojos se encontraban llorosos y rojos, y la preocupación era evidente en el brillo opaco en su mirada. El aspecto desaliñado en su rostro me sacó un suspiro nervioso, y abrí los labios nerviosa sin saber qué decir.

¡Oh, no! Seguramente me culparía por haber dejado entrar su hijo y mantenerlo cautivo dentro de mi habitación durante casi dos horas.

-Sé que e-está aqu-uí -murmuró entrecortado. La preocupación en su voz revolvió todos aquellos sentimientos encontrados en mi sistema, y llena de nervios no supe si cerrar la puerta o hacerlo entrar.

Pero el temor que su mirada emanaba no me permitiría nunca mentirle. No al respecto. ¿Qué podía hacer? Tener cautivo a Josh durante una eternidad en mi casa hasta que superara su enojo y decirle a su padre que no tenía ni idea de su paradero. Yo no era estúpida, y él tampoco, ambos sabíamos perfectamente que Josh estaba aquí.

Di un suspiro pesado sintiendo como mi decisión parecía tomar peso y cargar sobre mis hombros. Abrí la puerta dejándolo pasar, y lo guié hasta la sala pidiéndole con una seña que se sentara en el sillón. Él me dedico una mirada de agradecimiento antes de asentir.

Palabras mudas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora