Capítulo 14 | Juego de pieles

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Desde que aquella escena de mal gusto esta mañana, no había dejado de sentirme mal y asqueada ante todo esto. Sostuve la nota entre mis manos haciendo mis mejores intentos por descifrar el mensaje oculto ante aquellas iniciales, las cuales a además confusas, desacordes. Pero sobre todo, intentaba recordar la dirección en la que la habían lanzado y quien había sido el responsable. Si Lisa no era, lo sabía. Y tengo muy claro lo que pidió a cambio de decir quien había sido el responsable de aquella nota. Por mi parte, intentaría una vez más fingir que nada de esto me había afectado, y que aquellas iniciales no significaban nada en particular para mi.

Una vez más sentada sobre el césped de mi jardín, descansando unos minutos de aquel esfuerzo que le regalaba al cuidado de las flores tomé un vaso de agua y mis oídos escucharon a la perfección los gritos desde hacía un par de minutos atrás. Conforme pasaban los días, los escuchaba gritar y discutir casi siempre y algo dentro de mi se sentía extraño, curioso, alerta. Josh siempre le reclamaba a sus padres como si estos hubiesen hecho algo terrible, sobre todo con su madre, y eso no dejaba de hacerme sentir intriga. ¿Por qué se comportaba así con sus padres? Como si los odiara dentro de sí mismo. Yo hubiera dado lo que fuese por ellos, por verlos sonreír, abrazarse, besarse  como cualquier otra pareja de padres enamorados. Y él teniendo a los suyos vivos y juntos los despreciaba con intensidad.

Leo, quien andaba suelto por mi jardín para permitirle que me hiciera compañía, se acercó hasta mi y tuvo el impulso de lamer mi rostro. Yo reí fascinada con sus caricias y juegos bruscos y acune su hocico entre mis manos y me fijé en sus ojos. Leo me recordaba tanto a mi padre, y lo extrañaba. Muchísimo.

—¿Te gusta la jardinería? —escuché su voz a un par de metros, y fijé mi vista en él solo para encontrarme solo con sus marrones ojos y su intencionalmente despeinada cabellera castaña. Le sonreí tratando de disimular los nervios, los cuales cada vez que lo tenía cerca se evidenciaban con intensidad. Se acercó con sus manos metidas dentro de sus bolsillos, y como si no le importara en lo absoluto ensuciar sus jeans, se arrodilló frente a mi sin dejar de mirarme —Supongo que necesitarás ayuda —se ofreció acariciando el pelaje de mi can.

Temí que escuchara mis latidos apresurados, que sintiera mis vellos erizarse y que escuchara en mi cabeza el fuerte deseo de anhelo que se apoderaba de mi sistema. Asentí embobada tratando de disimular lo mejor posible el fuerte deseo que su presencia provocaba.

Sin esperar algo más de su parte, tomé mis guantes y me los coloqué para después, junto con Josh extraer de la tierra aquellas plantas muertas y secas, mientras que él abría espacio para sembrar nuevas flores. Tenerlo cerca evocaba en mi una sensación de seguridad inexplicable, y un cálido sentimiento de compañía. Limpié mi frente con mi antebrazo y di un suspiro cansado. El sol provocaba un ligero ardor en mi piel desnuda, pero no era nada que no pudiera soportar.

—Estaba buscando las palabras correctas... —comenzó a hablar sin despegar sus ojos de lo que hacía —Lamento lo que pasó esta mañana. Sé que no tengo nada que ver en eso, pero aún así me siento mal porque sé que me hubiera gustado hacer algo más para ayudarte —se detuvo un segundos, como si por su cabeza pasara por un recuerdo molesto y decepcionante —Es tan molesto ver como esas cosas ocurren.

Alcé mi mano pidiéndole que parara, y luego asentí cuando me miró para hacerle saber que todo estaba bien. Aunque no lo estuviera del todo.

—Yo... quise ayudar. Pero no pude —lo último lo dijo en voz baja, y entendí enseguida a qué quería referirse. Lisa. —¿Sabes? Las ultimas horas han sido confusas.

Mucho. Para mí al menos. Pero quería saber por qué para él lo era después de haberle tocado el pecho a la más popular y engreída de toda la preparatoria.

Palabras mudas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora