XXXIV: Dragón

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Mi respiración esta agitada de tanto correr. Los malditos lobos no me han dejado en paz. Ya me duelen las piernas, han pasado días y siempre encuentran mi rastro por lo que significa que llega mi hora de cardio.

—Vamos Iris lo estamos perdiendo. — me anima Luz desde el bolsillo de mi jaquet.

Mis ojos se cierran del cansancio, pero al escuchar cómo se acercan sus ladridos corro más rápido. Analizo los árboles a ver si puedo escalarlos, pero lo dudo. Empiezo a buscar algo que me salve la vida. Paso por un boquete en el suelo, bajo la velocidad y me detengo.

—¿Qué haces? — pregunta Luz.

—Creo que lleva a una cueva. — le respondo, olfateo y acierto con el olor que sale de humedad.

—Es muy pequeño para ti. — comenta Luz refiriéndose que no estoy en buena forma.

—Creí que había rebajado poco, según tú. — le reclamo haciendo que se calle. —No es malo intentarlo.

Meto las piernas por el boquete y trato de pasar mis glúteos, abdomen y espalda con mochila. Me raspo un poco, pero lo logro. Quedo guindando del techo, no veo nada.

—No sé qué tan hondo sea esto. — comento tragando. —No pensé que pasaría esto.

—Deja verificar yo. — dice Luz saliendo de mi bolsillo, volando hacia el suelo. —¡Se escucha agua fluyendo!

Siento como el techo empieza a temblar dándome a entender que los lobos nos han alcanzado. Cierro mis ojos, sin saber que hacer. Luz sigue describiendo el lugar. Pero necesito tomar una decisión ahora.

Algo olfatea mi mano, miro hacia arriba y ahí está uno de los lobos. Inmediatamente me suelto y siento como caigo por un sitio oscuro haciendo que pierda visibilidad. Ahogo un grito para tener aire en mis pulmones al llegar a tocar el agua. Entre más caigo más fría se vuelve la atmosfera, siento como caigo en aguas frías.

—¡Iris! — escucho como grita Luz, aunque este debajo del agua puedo escucharla.

Nado para salir a flote y al salir veo como una luciérnaga desesperada enciende y apaga su luz. El agua está congelada y la corriente es algo fuerte. Trato de agarrarme de algo, pero no encuentro nada.

—¡Luz! — grito su nombre, de tantos días sin hablar gritar hace que me duela la garganta. —Trata de buscar algo para que pueda salir.

—Ok, ok, ok. — contesta esta alterada. —Aquí hay unas rocas, pero son resbaladizas.

Nado lo más rápido posible para llegar ahí. Al llegar logro agarrarme fuerte de una, doy un respiro de alivio y rio.

—Estoy viva. — digo algo ronca y beso la piedra. —Aquí no nos encontraran. — canto.

—Si, pero no sabemos dónde estamos o como salir de aquí. — responde Luz dañando el momento.

—Por algún lugar saldrá toda esta agua. — comento.

—Al río de las almas de seguro. — dice la luciérnaga frustrada haciendo que gire mis ojos.

—Yo te espero aquí, tu busca un lugar por donde salir. — aconsejo.

—Claro, y que la luciérnaga haga todo el trabajo. — responde de mala gana, le gruño y rápido se poner a volar dejándome a oscuras.

Pasan los minutos y Luz no llega. Mis ojos están cerrados, mi mente y cuerpo quieren descansar. Siento como me resbalo un poco de la piedra, me agarro fuerte.

—Estoy cansada... — susurro, dejándome resbalar un poco en la roca. —Muy cansada.

Solo nos faltan unos kilómetros para salir de las cinco naciones. Tenemos que buscar a una señora, que sabe dónde se encuentra el lobo de colores. Luz dijo que no hay vida humana en esas tierras, por la radiación que crearon las guerras del pasado. Toda la información que me han dicho pasa por mis pensamientos.

Alfa Iris: Buscando Mi Otra MitadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora