VIII: Un duelo se aproxima

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—Mamá. — me acerco a mi bisabuela que está en la orilla de la playa. —Tengo una pregunta. — susurro y esta me mira de reojo. —¿Por qué te decimos mamá en vez de alfa?

Observo como el viento hace que su cabellera blanca baile. Esta cierra sus ojos e inhala suavemente.

—Me llaman "mamá" por ser una gran consejera, alfa y además de que trato a cada uno de mi manada como su fueran mis propios hijos. — muerdo mis labios y miro mis pies que juegan con la arena. —¿Por qué la pregunta?

—Creí que era porque eres la vieja. — contesto sonriendo haciendo que mi bisabuela se ría levemente.

—Creo que eso también tiene que ver. — comenta y acaricia mi cabeza. —También porque salve a muchos licántropo en la guerra. No es fácil que te ganes un apodo, viene de luchar y trabajar. — me notifica, a veces no entiendo algunas cosas que dice. —Estoy segura que algún día te ganaras el tuyo. — me dice sonriendo con ternura.

—No creo que llega a ser tan vieja. — comento, esta congela la mano que me estaba acariciando, miro su rostro y este tiene fruncido su ceño. —¡Ah! — grito al ver como se convierte en loba para luego correr y tratar de salvarme del enojo de mi alfa.

Escucho como la alarma de mi madre suena en su cuarto alejando el sueño. Otra vez... he soñado con recuerdos de mi niñez. Recuerdo que hoy tengo que ir nuevamente a la escuela de licántropo haciendo que tome la almohada y la ponga en mi cabeza para luego gritar.

—Iris, despierta. — comenta mi padre pasando por mi cuarto y le contesto con un refunfuño.

—¿Qué he hecho para merecerme esto? — cuestiono refunfuñando.

—Tomar unos ratones, ponerle una tela que tiene esencia de vampiro y luego dejarlos libres en la escuela. — comenta mi madre entrando a mi cuarto alejando la sabana caliente de mi cuerpo. —¡Levántate! Al que madruga Dios lo ayuda. — comenta halándome de los pies llena de energía.

—Estoy despierta. — le notifico poniéndome en posición de feto para calentarme.

—Sé que estas despierta, amor. — acaricia mi cabello. —¡Pero quiero que te levantes, son dos cosas muy diferentes!— exclama haciendo que ponga mis manos sobre mis oídos.

—Si me amas no me lleves contigo, te lo ruego. — trato de persuadirla, pero esta no me contesta dejando claro que no cambiara de padecer.

Escucho como sale de mi cuarto para ella prepararse cosa que tomo para dormir un poco más. Hasta que siento como vuelve a tomar mis piernas y me comienza a alar logrando que me caiga de la cama para luego arrastrarme hasta el baño. Refunfuño y la miro mal desde el suelo.

—Avanza, haz tus cosas y baja a desayunar. — me manda, tapo mis ojos con mis manos en el suelo batallando con mi mente si levantarme o no. —Si quieres que permita que sigas viendo a ese vampiro, hazlo.

Abro los ojos como platos. ¿Cómo lo sabe? Escucho como cierra la puerta de cantazo.

—Ay, ¿porque? ¡¿Por qué?! — grito a toda boca.

Al terminar de prepararme bajo a comer. Siento como los machos de la casa ya no se encuentran en la casa. Observo a mi madre que me espera en la cocina. Se ve tan vacía sin los muchachos.

—Están haciendo guardia, gracias a tu juego de ayer. — me notifica logrando que me sienta algo culpable. —La Luna ha dado una visión... — me pongo rígida al escuchar eso. —Sé que no crees en esas cosas, pero es para que sepas. — me siento en la silla y me sirvo el desayuno. —Habrá una luna en nuestra manada...

Alfa Iris: Buscando Mi Otra MitadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora