VII: Nada como la intuición de una madre

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—Creo que no es bueno que te acerques tanto al territorio. — comento al sentir el olor del territorio de mi padre.

—Puedo controlarlo. — me contesta Jafet atento a nuestro alrededor. —No percibo que haya peligro para mí. — miramos atentos el lugar, es cierto no percibo a nadie de la manada de mi familia cerca. —Además es de muy mal gusto dejar a una joven lejos de su casa en la noche. — el mitad vampiro me saca de mis pensamiento logrando que me ruborice un poco por su comentario.

Es tan diferente al animal de Max... Observo como mira hacia el terreno lugares logrando que perciba lo que sus ojos pueden hacer. Su iris cambia a un color más oscuro casi llegan a ser violetas. Me pregunto lo que de verdad puede lograr hacer con ellos.

Jafet baja la velocidad al ver que estamos cerca de mi casa. Estaciona el carro dos casas antes de la mía y se relaja cerrando sus ojos. Nos quedamos en silencio varios minutos haciendo, no puedo evitar buscar que es lo que tienen sus ojos. Presiento que sale un tipo de energía parecida a la mía.

—Llegamos. — me notifica al notar que no alejo mi mirada de sus ojos. Abre sus ojos que ahora son de color alba, su color natural.

—Oh gracias por todo, Jafet. — le agradezco alejando mi mirada de él y me desabrocho el cinturón. —Ya te debo...

—Dos. — completa la oración primero que yo sonriendo. — Y gracias a ti por enseñarme cosas del pasado y no hacerme pasar un día aburrido. — me agradece con amabilidad, miro sus ojos y puedo ver lo cariñoso que puede lograr ser.

Ambos nos quedamos sonriendo, aunque estemos en silencio nos sentimos cómodos. Por alguna razón me siento conectada a Jafet. Observo como este levanta su mano temblorosa para tocar la zona inferior de mis ojos haciendo que me arda la piel.

—Eres diferente, Iris. — comenta Jafet mirando mis ojos haciendo que recuerde que mis ojos en la mañana estaban cambiando de color.

—Bueno... — carraspeo un poco alejando mi rostro de su mano. —Nos vemos en la escuela mitad vampiro. — comento abriendo la puerta del auto.

—Está bien... — susurra este y enciende el auto. —Cuídate, Iris. — se despide empezando a conducir y antes de desaparecer toca bocina.

Alzo mi mano despidiéndome de él con una sonrisa. Toco la zona inferior de mis ojos todavía sintiendo el ardor de su toque. Empiezo a caminar bajo la noche estrellada hacia mi hogar. Me detengo al frente de mi casa al notar una esencia... olfateo la furia de mi madre desde acá.

—Estoy frita. — comento y voy el patio de mi vecino para observar si mi madre está en la sala, no hay moros en la costa. Veo un árbol que suelta una esencia fuerte y me estrujo en él. —Así nadie notara que estuve con un vampiro. — me digo a mi misma, me preparo para entrar a mi casa y siento como de ella sale el enojo característico de mi madre.

Entro a mi hogar en silencio y camino hacia la sala sin hacer ruido. Llego segura a la sala, todo está en silencio y oscuro. Me encamino hacia la escalera caminando de puntitas hasta que la lámpara de la sala se prende y el sillón reclinable se gira. Y me congelo en el acto de estar subiendo las escaleras.

—Al fin te dignas a llegar. — comenta mi madre con su ceño fruncido y una vena que sobresale en su frente.

—Ah. — me paro recta. —Hola, ma. — la saludo y sigo mi camino para mi cuarto.

—¿Dónde estabas, Iris González González? — cuestiona.

Ah dicho mi nombre completo... Estoy más que frita. Estoy segura que estoy hasta más que muerta en estos momentos.

—Fui a comer con un amigo y nos quedamos hablando. — le notifico dándole la cara y sobando mi cabeza sonriendo lo más inocente posible.

—¿Por qué hiciste lo del vampiro? — pregunta y la miro sin entender. —¡No me mires así! Sabes de qué hablo. ¿Sabes que tuvimos que activar a todos los lobos de clase alta para saber que sucedió? ¿Sabes que el pobre de Max tiene que demostrar que puede ser alfa y que su padre ya no le tiene mucha confianza? — sonrió al escuchar eso pero rápido me pongo seria al ver que no piensa parar de hablar. —¿Sabes que eso hace que tú no puedas entrar a una manada? ¿Sabes que tuve que decir que sí creía que Max fue el que hizo todo eso para dejarte libre? — cuestiona casi gritando, pero sonrió al escuchar como hace para que yo salga limpia de los problemas que provoco. Esta me mira como si fuera loca —¿Qué te pasa? — pregunta cuando ve que camino donde ella lentamente. —¿Por qué me miras así? — y la abrazo.

—Primero que nada, sabes que no me interesa entras a una manada. Pero... gracias mami, eres la mejor. Sabía que no ibas a permitir que me hicieran daño esos lobos feos. — le contesto mientras ella trata de zafarse, pero chillo como una cachorra y deja que la abrace. —Gracias mami, no lo volveré hacer. — inhalo su olor que emana un cariño extremo y suave. —Lo prometo.

—Qué bueno, porque volverás a la escuela mañana. — me notifica acariciando mi cabello haciendo la suelte rápido y la mire asustada.

—Pero... — tartamudeo varias veces, esta toma mi rostro y aprieta mis cachetes.

—Sin peros, no vas como una estudiante. Mañana no puedo dejarte sola en esta casa. — bajo mi cabeza triste. Todo lo que hice hoy, no sirvió para nada, pienso. —Están sucediendo muchas cosas raras últimamente... Mis instintos me dicen que pronto sucederá algo dramático dentro de poco. — aprieta más mi rostro haciendo que mis cachetes se unan. —Y los instintos míos nunca fallan...

Mi madre sigue hablando cosas y estrujando mis cachetes. Y yo solo pienso en que mañana tengo que ir otra vez a la escuela de licántropos. La felicidad no dura para siempre... tengo ganas de llorar. Después de todo, las madres descubren las cosas tarde o temprano. O simplemente saben lo que pueden llegar hacer sus hijos. 

Alfa Iris: Buscando Mi Otra MitadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora