XV: Aceptada en la universidad del sur

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Escucho como los alfas dejan por terminado el juicio y se retiran. No puedo creerlo... muerdo mis labios enojada y camino a zancadas hacia la salida. Salgo de la sala dando un gran portazo.

—¡Maldición! — grito al sentir un dolor inmenso en mis manos y brazos, exceder de la energía no es nada bueno. El mitad vampiro se acerca a mi preocupado haciendo que alce mi mano rápido para que se detenga. —Estoy bien. — le aclaro algo enojada, aunque no sea con él.

La puerta que es hacia la sala de alfas se abre haciendo que vea al alfa del sur con sus ojos amarillos y su piel quemada. Siro, alfa que conoce por completo el desierto de Sahara, me observa con millones de sentimientos. Gruño desesperada y camino de un lado hacia otro nerviosa.

—No tienes que estar nerviosa. He escuchado que es un gran alfa, no es como tu tía... — sonrío divertida pero un carraspeo interrumpe a Jafet.

—Jafet, ya creo que no es necesario tenerte aquí. — notifica Anastasia logrando que demos un pequeño salto.

—Claro, alfa. — el mitad vampiro contesta haciendo una despedida militar. —Me iré enseguida.

Observo como se va usando su "súper velocidad". Miro seria a mi tía, Anastasia y Max trata de no mirarme a los ojos.

—Tu madre estará en la enfermería por unos días. Aunque Jafet la curo del veneno sus heridas siguen abiertas y pueden tomar una infección. — me explica cansada la alfa central. —Es mejor que vayas a tu casa a alimentar a los machos. Yo cuidare de tu madre. — manda con autoridad.

Observo como se gira y camina lentamente alejándose de nosotros. No confió en ella... muerdo mi mejilla interior para no preguntar alguna estupidez. Pero imaginarme mi madre junto a ella solo me sentir preocupada.

—¿No le harás daño?— le cuestiono fallando por completo en mi intento de mantenerme callada.

Esta se detiene ante oír mi pregunta, no sé si estoy declarando guerra contra ella ahora. Las dos sabemos a qué me refiero. Me mira de reojo con el ceño fruncido, no alejo mi mirada de sus ojos buscando la verdad y sus intenciones.

—Ya soy alfa — mi corazón salta al oírla su respuesta, pero no de alegría sino de dolor. —Además no soy la única en este sitio hay otros licántropos que la pueden cuidar.

Anastasia sigue su camino sin mirarme. Mis manos forman puños y muerdos mis labios. Odio sentir esto en mi pecho, todavía siento algo cuando pienso en ello. Aunque hayan pasado los años lo sigo sintiendo.

—Vamos, ella estará bien. — comenta Max con su mano en mi hombro haciendo que retome mi compostura.

—Lo sé. — le contestó encarándome al chico de ojos azules, característica de que es de la manada del norte.

—¿No te vas a despedir de tu madre? — pregunta el licántropo señalando el lugar de donde proviene el olor de mi madre.

—Si me despido de ella, no podré alejarme de ella. — le contesto con un susurro haciendo que sus ojos azules me miran asombrados.

Le doy la espalda y empiezo a caminar. Pero al escuchar como unas pisadas rápidas se acercan me detengo. Observo como Peter corre hacia donde mí y al llegar a mí lado me empuja hacia donde se encuentran los cuartos de enfermería.

—Iris, es mejor que estés acostada. — aconseja mi hermano menor preocupado logrando que sonría cariñosa.

—No, tengo que ir a hacerles la cena. — lo detengo y se me queda mirando medio enojado.

Aunque Peter tenga sus doce años sigue viéndose tierno cuando se enoja. Este frunce su ceño y me abraza escondiendo su cara en mi hombro.

—Oh vamos hemos sobrevivido un día con la cena de nuestro padre. — contesta este con asco. —Un día mas no nos hará daño ¿verdad? — me mira sin seguridad.

Alfa Iris: Buscando Mi Otra MitadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora