Capítulo I.

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Septiembre 3.

Querido diario. Hoy como todos los días vivo en el convento llamado las Magdalenas, llevo diez años de ser parte de ellas y te digo que no me ha sido fácil pues he debido cambiar la moda mundana por los hábitos, ser sumisa, muy recatada además que no volví a salir al cine ni con amigos ni amigas. Rara vez veo a mis padres y a mi hermana melliza Samanta esta última; es todo lo contrario a mi (obvio) pues sale, se divierte... ¡vive la vida! Mientras que yo, bueno... esta vida... pues, según dicen mis hermanas novicias la vida se vive en la entrega total a Cristo...

Sé que no dirás nada querido diario pero aquí sólo me la paso rezando, meditando, haciendo trabajos hogareños... ¡nunca salgo!, salvo que a veces, me dan permiso de salir sólo cuando la hermana Irina va a la ciudad que está como a dos kilómetros y medio a traer la comida de la quincena y eso sucede muy pocas veces. De lo que me quejo es que no puedo ver mucho tiempo las ropas de moda y de marca en un aparador pues la hermana Irina no quiere que me "distraiga" con cosas mundanas o banales. A veces pienso que ella exagera mucho las cosas pero bueno; es una mujer de setenta y tres años con mucha experiencia siendo monja y como yo soy una disque novata, teme que me salga del rebaño... ¡Qué tontería!, ¿no?

Además aquí sólo hay un televisor aunque ya lo cambiaron por una pantalla pero no vemos nada más que los canales católicos, sus "películas", videos musicales alabando a Cristo, etc. Igual con la radio sólo música de ese tipo...

He reprimido muchos de mis gustos y emociones pues no sería prudente ver música mundana pero no me refiero al escándalo que se hace llamar reguetón. ¡Qué asco!, y se hace llamar música con movimientos sexuales muy reveladores. Sí me gusta el rock, techno, rap y el verdadero regué el que cantaba Bob Marley and the wailers... ¡ah y nada de celulares! Para mi pesar aquí está prohibido pues sólo con escuchar la voz de Dios era suficiente decía Irina. Será cierto pero puedo ver en sus ojos que ni ella misma se lo creé.

No puedo dormir sola pues mi "habitación" la comparto con dos hermanas más Flor María e Inés quienes superan los cincuenta... Ni tomar un baño es del todo privado pues hay varias regaderas en éste (cuatro) y casi siempre que me baño, hay una hermana bañándose y otra que va saliendo. No tengo intimidad o privacidad. Y como sabes amigo diario, no puedo... ¡eh, bueno! ¡Tú sabes! Soy mujer... nunca he tenido relaciones sexuales y... ¡bueno!, como toda mujer a veces a falta de varón... siquiera puedo "jugar" conmigo misma (masturbarme). Aquí nada de nada por nada ni para nada... Aquí a veces lloro porque extraño mi familia, mis cosas... ¡extraño mi vida! Alguna hermana me ve llorando pero digo que aún extraño a mi familia pero sólo me dice que le pida a Dios que me la quite de la mente y corazón. Le pediré que me ayude a seguir su camino sí pero ya eso no podría...

Ciertamente que la vida conventual es ruda y exige entrega total despojándose de sí mismo. Algunas veces creo que no soy de este tipo de vida pero la verdad debo seguir pues quiero ser una mejor persona, una mejor servidora para el Señor.

Septiembre 5.

Hola amigo diario. Hoy como todos los días, me levanté a las 5 a.m. y me dirigí directo al baño y para el colmo de todo, no tenemos agua caliente pues el sistema de calefacción se dañó. ¡Imagina el frío! Parece agua del polo sur. Me coloqué el hábito para ir a la capilla a rezar el rosario... hay que ser puntual pues a las 6 a.m. se debe comenzar para después ir a desayunar junto a las demás hermanas en completo silencio con la mirada dirigida al plato pero lo que no entendía era el por qué aunque una terminaba antes, no me podía levantar antes de la mesa. Antes y después del desayuno, el almuerzo o la cena siempre dábamos gracias a Dios y casi olvido que antes del almuerzo, rezábamos también pues era la hora del Ángelus.

Diario De Una Monja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora