Hola querido diario. Si me preguntas el cómo me siento pues... ¡ah...! ¡De maravilla! Fue como quitarme un gran peso de encima al decidir abandonar el convento y ser una chica común, no sabes la alegría que siento desde que le dije mi decisión a mi novio. ¡Diantres!
Ese día como te dije, hicimos el amor y... ¡de qué...manera! ¡Ji, ji, ji! Con tal de decirte que al hacerlo hicimos lo permitido...y... ¡hasta lo...prohibido! Si me vieras ahora, mi cara se pone rojo manzana con sólo recordar lo ocurrido. ¡Je, je, je! ¡No tienes idea amigo!
Estuve en casa de Adrián ese día hasta en la tarde viviendo como una pareja pero, aún me quedaba algo por hacer y se lo dije a mi novio:
-¡Debo ir al convento y entregar mis hábitos!
-No deberías... digo, ¿no puedes simplemente...no volver y ya? –Me dijo.-
-Ganas me sobran pues es tentador pero... ¡tú sabes como soy, Adrián! Pero quisiera que me acompañaras pero entraré sola al convento.
Al decirle esto Adrián aceptó aunque insistía en acompañarme a hablar con la superiora pero le pedí que no pues esto debo enfrentarlo sola. No me insistió. Después tomamos juntos un baño y al terminar de vestirnos salimos a tomar un taxi que él ya había llamado... No pude contenerme por lo que lloré y él al notarlo preocupado me pregunta lo que me sucedía. Obviamente estaba dejando al convento, a las monjas y bueno; entre ellas hubo amigas verdaderas a las que me dolía dejar. ¡Nostalgia!
Cuando llegamos a la ciudad, le pedí al chofer que nos dejara cien metros antes del convento y le dije a mi novio que me esperara ahí. Amigo diario como te dije hace ya varios días, el abandonar el convento es una decisión que la tomé no por Adrián, tampoco por la relación con él sino por mí...por mi persona; por mi vida. No quise decirle todo esto a él pues lo podría malentender, ¡tú sabes! Además si entrase con él, las hermanas pensarán que esto lo hacía por estar con él y no es así.
Pensaba esto mientras me acercaba a la puerta principal... pronto estaba frente a ésta y un momento antes de tocar, suspiré. Muchas cosas pasaron por mi cabeza en ese momento como, dar media vuelta y no volver...simplemente desaparecer mas no me nacía la idea de volver con las hermanas pero, ¡en fin! Suspiré de nuevo y toqué a lo que una diminuta puerta corrediza se abrió mostrando el rostro de una de las hermanas que se llamaba Floribeth.
-¿Sí... ¡hermana Yamileth!? ¿Y...sus hábitos? –Preguntó asombrada.-
-A eso vengo, hermana. ¿Puedo ver a la superiora?
Sin decir nada cerró la diminuta puerta para abrir y darme paso, caminé pasando ante las miradas confusas de las demás hermanas que murmuraban a mis espaldas. Otras que venían de frente ya sea muy mayores o algo más jóvenes exorbitaban torciéndolos, arrugando sus caras pero eso no cambiará mi decisión sin darme cuenta ya tras de mí había un grupo de monjas aglomeradas murmurando de todo pero la verdad; ¡eso ya me vale!
Crucé un pequeño patio que estaba al final del pasillo y en éste estaba la Madre Superiora quien me veía con visible asombro.
-¡Hermana Yamileth! ¡Pe..pero! ¿Y sus...hábitos?
Lloré frente a ella cabizbaja y le dije:
-No... (Sollocé), no soy de...vocación. ¡No merezco...usar este hábito!
-Pero...hermana, ¿acaso nos deja?
-¡He...deshonrado las prendas religiosas! No tengo el valor...de seguir con ustedes. –Le dije entregando los hábitos con tristeza.-
-Pero...no debe...no lo entiendo...hermana...
-Yo...lo he decidido así... -Le dije.-
-No debí dejarla...salir...
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Diario De Una Monja.
Teen FictionÉsta historia está dirigida al público mayor de 18 años. Lenguaje explícito. Estas son las vivencias de una joven monja llamada Yamileth quien desde los diecinueve años escuchó el llamado para formar parte de la fe en todo el sentido de la palabra...