Capítulo II

355 25 0
                                    

A la mañana siguiente, la alarma despertó a Lana de un salto, provocándole ganas de estampar el teléfono contra la pared. A duras penas y en contra de su voluntad, se levantó y se dirigió a la ducha. Se aseguró de estar bien despierta a la hora de desayunar, y no emitir quejido alguno para no tener que soportar otro sermón como el de anoche.

A Emma, Will, su padre, sólo la regañó por haberse dejado llevar por su hermana, y no haber hecho lo correcto, que era regresar antes del anochecer. En cambio Lana, tuvo que soportar el discurso de su madre de que esas no eran horas para regresar a casa y mucho menos cuando al otro día debían ir a la escuela. Y ni hablar de estar solas en la playa con tres adolescentes "fuera de control", como los había llamado Susan. Emma había justificado que no eran extraños, ella los conocía porque iban juntos a la escuela, y eso sirvió para que la tortura fuera más leve.

Lana no entendía por qué su madre estaba tan enojada, si eso era algo común en ella. La mitad de su vida la había vivido en Nueva York, la ciudad que nunca duerme, y tenia los mejores recuerdos de las noches con sus amigos en sus calles. Tal vez habían sido los jóvenes el problema, pero también cabía la posibilidad de que Susan temiera que su hija regrese a los malos hábitos de su pasado.

- Buenos días - dijo al llegar a la cocina, y esas fueron las únicas palabras que soltó durante el desayuno.

Por ser el primer día de clases, Will las llevaría. A Lana no le hacía gracia, ya no tenían diez años podían manejarse solas; pero se ahorraría la caminata y el amontonamiento del autobús al menos por un día.

- ¿Estás nerviosa? - preguntó Emma a su hermana.

- ¿Por qué habría de estarlo? - respondió con indiferencia, bebiendo un vaso de yogurt.

- Yo lo estaba. No conocía a nadie, y soy muy tímida para entablar relaciones con desconocidos - confesó. - No sabia cómo sacar un tema de conversación, tenia miedo de parecerles aburrida, hasta me daba vergüenza hablar en clase.

- Em, es sólo la escuela. Y te aseguro que hay miles de chicos como tú. Tu tienes amigos, ¿Cierto?

- Liv y Harry - respondió.

- ¿Y por qué no los has llamado en todo el verano?

Lana no era capaz de entender qué encontraba Emma de divertido en estar todo el día encerrada en su habitación, simplemente leyendo. Podía comprender que lo hiciera para pasar el rato, pero la misma rutina todos los días... le parecía abrumador.

- Liv estaba en Londres con su familia, y Harry tiene otros amigos también, es parte del equipo de fútbol. De seguro tienen historias fascinantes para contar.

- Oh, bueno... tú puedes hablar de lo increíble que fue tu último día de vacaciones con Nate Collins y los gemelos.

Con eso último se quedó Emma, y no dijeron nada más hasta llegar a la escuela. Will se aseguró de detenerse a un par de metros de la entrada; le preocupaba el comportamiento de su hija, y entendía que el hecho de que su padre la llevara hasta el instituto no ayudaría demasiado a su reputación, el también fue adolescente alguna vez. Habían llegado a un acuerdo con Susan, y sólo las alcanzaría a la escuela en caso que fuese sumamente necesario.

- Buena suerte - dijo, y cuando Lana pasaba juntó a la ventanilla, la llamó - Me gusta cómo le hablas a Emma, se que no es como los demás chicos, y la verdad me gustaría que socialice un poco más.

- Creo que podría ayudarla, pero no puedo hacer nada para cambiar sus gustos. Si ella prefiere leer antes que ir a una fiesta, no sera bueno olbigarla a ir, no lo disfrutaría.

El Triángulo Amoroso de Lana Brooks. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora