Capítulo I

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Era su último día libre, su ultimo día de vacaciones, y Lana no se quedaría en su casa. Tomó su skate, cargó su mochila al hombro, se colocó los auriculares, y ya se disponía a salir de su casa, cuando fue interrumpida por su madre. Tan inoportuna como siempre.

- ¿A dónde crees que vas? - Inquirió con las manos en la cadera. El cabello rubio lacio le llegaba un poco por debajo de los hombros, iba vestida con unos shorts y una camiseta de tirantes de entrecasa. Le lazó una mirada de advertencia, con los ojos de un verde un poco más oscuro que los de Lana.

- Mamá, es mi último día de libertad, y estamos en Florida. Pienso disfrutarlo en la playa - sin esperar respuesta, abrió la puerta y se encaminó a la calle.

- ¡Qué Emma te acompañe! - oyó gritar a su madre. Frenó en seco, y regresó al interior de la casa.

- ¿Qué? No, mamá, puedo ir sola, estaré bien, conozco el camino.

- A penas llegamos ayer. Emma te acompañará hasta que te acostumbres a la ciudad. ¡Em, cariño, ¿Estás lista?! - La joven soltó un suspiro al ver que no escaparía de su hermanastra.

Dos segundos después, allí se encontraban cara a cara. Por un lado está Lana, con su cabellera rubia, ojos color esmeralda, y un cuerpo escultural; totalmente extrovertida, segura de si misma, siempre en busca de aventuras y riesgos. Un espíritu libre e independiente.

Y por el otro lado estaba Emma. Emma es... bueno... es Emma. Es de las chicas que Lana califica como nerds, siempre metida en la escuela. Todos los sábados por la noche se la pasaba en casa leyendo y viendo series; en las ocasiones en que había ido de visita, Lana no recordaba un día en el que Emma hubiera salido con sus amigos. No era lo que se decía "linda" o "atractiva", llevaba gafas rectangulares con un grueso marco negro, y hace poco había terminado su tratamiento de ortodoncia. Tenia el cabello lacio, al igual que Lana, pero castaño, y su cuerpo poseía algunas curvas, pero muy pocas para sus dieciséis años, comparada con su hermanastra.

A diferencia de la muchacha, cuya piel había adquirido una tonalidad dorada debido a los bronceadores, cremas y protectores solares, además de las largas horas que había pasado recostada al sol; la de Emma, era pálida cual papel. Siempre mostraba un perfil bajo, introvertida, deseando pasar desapercibida.

"De todos modos, al fin y al cabo, lo "lindo" y lo "feo" se basaban en los estándares de la sociedad" pensó Lana. No eran más que imposiciones, estereotipos.

Claramente eran el día y la noche. Polos totalmente opuestos.

- ¿Vamos a ir en eso? - Dijo Emma en un tono despectivo, señalando el skate en manos de Lana.

- Creo que mejor tomamos el autobús - reconsideró. Habría sugerido caminar, pero el calor era agobiante.

El trayecto sólo duró unos quince minutos, los cuales ambas se mantuvieron en completo silencio. Nunca hubo demasiada confianza entre ellas. Para Emma, su hermanastra era extraordinaria. Admiraba la forma en que se desenvolvía, como seguía sus instintos sin trastabillar, y ni hablar de su cuerpo y su rostro inmaculado. Deseaba algún día poder llegar a tener tanta seguridad en si misma.

Lana descendió primero, y detrás la seguía Emma, en busca de un buen lugar. De milagro, hallaron uno casi en el centro de la playa, con una vista increíble. Dejaron sus cosas sobre sobre un par de lonas para que no estropearan con la arena, Lana se pasó bronceador y pidió a Emma que colocara la sombrilla, puesto que no había alcanzado la espalda, y no quería arruinar su color perfecto. Echó un vistazo general, y encontró un equipo masculino de beach-voley cuyos integrantes eran verdaderamente atractivos. Se dijo a si misma que podría acostumbrarse a eso. Encendió nuevamente su iPod, y se relajó.

El Triángulo Amoroso de Lana Brooks. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora