Capitulo XX

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En lunes por la mañana, la expresión del director Roberts al ver el caos en el edificio, fue épica. Enfado, consternación, desconcierto, incredulidad, confusión, todo eso en una sola mueca en el rostro, hizo que el alumnado entero de Hastings estallara en carcajadas. Y ni hablar de cuando preguntó quién había sido responsable de eso, y nadie movió una minúscula parte de su cuerpo.

- Tal vez fue uno, o tal vez fuimos todos, ¿Quién sabe? - Había respondido Max, un chico que era conocido por las reiteradas visitas al director, y porque siembre estaba metido en problemas a causa de sus bromas. A diferencia de los gemelos, Max no conocía lo que eran los limites, y siempre se pasaba de la raya.

El director le había ordenado aparecer en su oficina inmediatamente, y el chico obedeció, totalmente relajado. Si no tenían pruebas, no podían castigarlo, y tampoco podían castigar a toda la escuela.

No era como si la hubiesen destrozado, pero si parecía que un huracán la había azotado. Había serpentinas, papel higiénico, globos, escrituras en las paredes, papeles de colores, y todo lo que se puede imaginar y más también, esparcido por toda la estructura. A demás de las cubetas con vaya a saber uno qué mezcla extraña, colocadas sobre las puertas de las aulas. Cada vez que un profesor abría la puerta, acababa empapado y con un olor hediondo que provocaba nauseas. Una de las peores bromas le había tocado a la profesora de literatura de los alumnos de último año, una mujer que parecía haber vivido en la época de los dinosaurios, y nadie soportaba por ser aburrida, monótona, y extremadamente exigente.

- ¿Cómo creen que estará Max? - Preguntó Isabela en la cafetería a la hora del almuerzo.

- Ese chico es legendario - respondió Jace.

- Quién sabe qué truco tiene ésta vez bajo la manga, si no fuera uno magnífico no hubiese hablado - añadió Zac.

Lana siempre se divertía con la forma en que ese par completaba las oraciones del otro y sabía exactamente qué era lo que iba a decir; se había preguntado en alguna ocasión si tendrían alguna conexión especial de gemelos o algo así, pero aquella vez, parecía estar absolutamente en otra sintonía. Revolvía la ensalada con el tenedor plástico, pensando una y otra vez en el mensaje que había recibido de Liam el domingo por la noche:

«Tenemos que hablar»

Esa odiosa frase, probablemente la peor que existía en la tierra, la había mantenido en un constate estado de trance desde la noche. Recalculó cada palabra que habían cruzado hasta el momento, y no encontró nada que requiriera de una explicación. Estaba comiéndose la cabeza, y posiblemente no fuera ninguna de las extrañas hipótesis que su mente había sacado, pero no podía dejar de inventar ideas descabelladas.

El último período lo tenían libre debido a que la profesora de química se había retirado indispuesta a causa de una de las cubetas que fue a parar sobre su ropa, por lo que a penas sonó el timbre del final del almuerzo, le envió un mensaje a Paker, diciendo que lo esperaba en el estacionamiento.

- ¿Quieres ir de compras... - comenzó a decirle Cece, pero Lana hizo oídos sordos y siguió caminando.

Para cuando llegó afuera, Liam estaba esperándola de pie recostado sobre la pared, con cara de pocos amigos. Lana disminuyó el paso, tragando saliva con nerviosismo, al ver el ceño fruncido del chico. Algo había pasado, algo muy serio. 

- ¿Su... sucede algo? - No sabia por qué repentinamente se había paralizado de pies a cabeza. Se había detenido a varios pies de distancia, y verlo con la expresión misteriosa, fría y calculadora que tenía con todos en la escuela, menos con ella, la atemorizó.

- Tú dímelo - respondió tajante, tendiéndole su teléfono.

Titubenado, y con manos temblorosas y sudorosas, lo tomó para ver una fotografía suya y de Nate, besándose en la piscina. Juntó las cejas, incrédula, haciendo memoria, tratado de recordar ese momento, pero sencillamente no apareció en su cabeza, porque jamás había pasado.

El Triángulo Amoroso de Lana Brooks. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora