Parte 1: Capitulo 1

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Cap 1

Seúl, Nowon-gu.

Seúl Universidad de Mujeres. 3:35 am.

- ¡Eunji! Espera ¡Eunji!- grito una joven caminando a paso apresurado en medio de los callejones oscuros de los alrededores de la Universidad de Mujeres. Su amiga casi corría del brazo de un chico, riendo y besándose de vez en cuando. - ¡Eunji!- grito nuevamente cuando al girar en la esquina su amiga ya no se encontraba. Por un momento se quedó quieta en aquella poco iluminada intersección, miro a ambos lados de la callejuela y en su rostro se mostraba la ansiedad, su amiga había desaparecido pero en realidad eso era algo bastante común en ella. En silencio se dijo a si misma que estar sola en medio de la noche y en un callejón oscuro no era su idea de una noche de fin de semana divertida. Jamás debió acceder a salir con su amiga, Eunji era muy sociable, el chico que acababa de conocer y que la hizo desaparecer de su vista seguro podía confirmarlo, pero ella, ella era diferente. Ella solía permanecer en casa y estudiar para los exámenes, ella cumplía con tareas, se acostaba temprano y no bebía o fumaba, ella nunca habría terminado en una calle desolada a media noche por su cuenta, ella, ella nunca habría abandonado a Eunji como le hizo su "amiga".

El silencio de las calles sumía todo el lugar en el frio de la noche, comenzó a tiritar rápidamente sintiendo las bajas temperaturas de esa noche colarse por su piel. Su vestimenta no ayudaba a apartar el frio de sus huesos, vestía tacones de 10 centímetros, un vestido que llegaba poco más abajo de sus glúteos y sin mangas que su supuesta amiga le había obligado a vestir y ahora eso la dejaba a las inclemencias del clima, solo llevaba una chaqueta de cuero que un chico le había ofrecido en aquel antro del cual habían salido tan solo treinta minutos antes y estaba claro que solo había aceptado la prenda, mas no nada más.

Un golpe metálico y el sonido de cajas caer le hizo dar un grito y saltar del miedo. Miro por el callejón por donde había llegado, la luz iluminaba pobremente y había tanta oscuridad que parecía tragarse la tierra. Miro con detenimiento, sintiendo su pulso acelerarse con el paso de los segundos. Un frio en su nuca, la sensación de algo recorriendo su espina dorsal, sus piernas temblando ligeramente pero no de frio. Aun así nada de eso le hizo despegar la mirada del sombrío callejón. No, por el contrario, casi obsesivamente fijo su vista en aquellas partes oscuras entre los autos estacionados y los basureros, entre las paredes de los viejos edificios y las bifurcaciones que entre los edificios se creaban dejando más callejuelas cual laberintos oscuros y aprensivos. El relieve de la calle parecía mutar a cada segundo ante sus ojos, al igual que una pintura, la imagen estática se mantenía inmóvil pero el aire cambiaba, se transformaba en azufre y un olor dulzón que comenzó a picarle la nariz, almizcle, limón y madera, un olor que poco a poco se volvía intenso. Se abrazó a si misma cuando el frio y el miedo se mezclaron en su carne, tenía la boca seca y sentía un nudo en su garganta. En medio de la oscuridad creyó ver algo, una sombra, pero esta se esfumo tan rápido como vino, su mente comenzaba a ver figuras entre la noche y a pesar de sentir pesadas sus piernas se obligó a dar media vuelta y comenzar a caminar.

Primero fue un andar lento, pesado, anduvo como sus músculos tensos le permitían, pero mientras más pasos daba la tensión desaparecía y su caminar se volvía más apresurado. No tardo en sentir que alguien la observaba, una mirada escalofriante sobre su espalda que parecía atravesarle el cuerpo y que la obligaba a caminar tan rápido como esos tacones le permitían mientras giraba su cabeza cada tanto para confirmar su soledad. Pero a pesar de todo ello, nada la preparo para que dé entre la oscuridad se abalanzó sobre ella. Una sombra alta se cernió sobre ella atrapándola entre sus brazos y cercenando su garganta en un movimiento fino y veloz.

Su vida escapo tan rápido de su cuerpo que apenas y sintió el líquido caliente saliendo de su cuello y manchando su pecho y su vestido negro. No hubo tiempo de gritar, de llorar o rogar, en un momento su corazón latía y al siguiente yacía inerte en el frio pavimento de una calle abandonada por dios en el distrito Nowon-gu.

The CopycatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora