Hacia frió esa mañana, un frío que él nunca había sentido antes pero que le calaba más allá de los huesos, le calaba en el alma. Había también una brisa húmeda y el cielo se sentía gris y opaco, miro hacia el cielo aguantando ese glaciar frío corriendo por sus venas y los ríos que querían salir libres por sus ojos.
—El oficial Lee fue un... — decía el capitán pero aparte del eco en ese nombre nada más parecía importarle. El hombre anciano y grueso hablaba de lo buen oficial, de lo honesto, leal y justo que Lee Minwoo había sido y como nunca dudo de hacer su deber. Hablaba y hablaba de su valor, su valentía, no dejaba de decir que el despedirlo era su honor y que todos en la estación siempre le recordarían como uno de los mejores oficiales que jamás conocieron. El hombre simplemente no dejaba de hablar pero para él, para él todo eso era estúpido e inútil.
Lo sabía, sabía lo increíble, dedicado y servicial que Minwoo era, fue.
Él sabía mejor que nadie ahí, sabía que ese hombre ahora en el ataúd lo había salvado de una vida sin rumbo ni significado, le había dado un propósito y deber, le enseñó el camino, fue su guía y...
Y más que nada, fue el padre que siempre quiso tener.
Una gota cayó.
—... Por eso, en estos tiempos difíciles, el cuerpo de policía de Seúl se compromete a traer justicia a la familia del Oficial Lee. Encontraremos al culpable y lo traeremos a la justicia, así como el Oficial Lee hubiera querido. Porque es nuestro deber como sus colegas, sus compañeros. Traeremos justicia a su nombre y su sacrificio no será en vano. —
Un silencio solemne inundó aún más potente que un tsunami aquel cementerio donde decenas de policías en uniforme despedían a su compañero caído. Hubo una fuerte determinación que le hizo perder casi el aliento mientras luchaba por no temblar.
Justicia.
Habría justicia, él lo juraba, se dijo apretando sus muñecas hasta sentir el dolor suficiente para no romperse a llorar.
El recuerdo aún fresco le lleno la mente mientras Jeong Hyeongdon subía al estrado para dar unas ultimas palabra de despedida a uno de sus mejores amigos.
Talló rudamente sus muñecas. Estas aun le dolían cuando las miraba, rojas y magulladas con largas secciones que se comenzaban a pintar amoratadas. No suspiro, ni frunció el ceño como hubiera sido normal en su estado de animo pero si levanto la mirada para ver la espalda del responsable de las marcas formándose en sus manos y el dolor en el rostro debido a los golpes que había recibido de él. Le miro con furia y desconfiado, le miro enojado pero su enojo estaba siendo simplemente redirigido hacia él en ves de su persona, estaba furioso, sí, furioso consigo mismo.
"No todo se resuelve con los puños", había dicho Minwoo. "Algún día harás algo de lo que te arrepientas y ninguna disculpa podrá resolverlo", palabras con las que intento meter consciencia en sus acciones de adolescente. Pero ahí estaba él, nuevamente pensando con la cabeza hirviendo.
Pudo haber matado a alguien, le decía su consciencia que sonaba dolorosamente a su mentor, estuvo a punto de cometer un terrible error. ¿Que si hubiera disparado al abrir la puerta? ¿Que si el arma hubiera disparado cuando peleaban y Suran hubiera sido herida? ¿Que seria de él? No, peor aun ¿que seria de su madre? Rabia sido un estúpido y actuado como tal, lo sabia. Si iba a la cárcel por asesinato no tendría forma alguna de salir, era un policía. ¿Que habría pasado con su madre si no moría de dolor y vergüenza por su culpa? Con el inútil de su hermano mayor viviendo de ella, y el delincuente de su segundo hermano que ni se preocupaba por ir a visitarla, solo él cuidaba de ella, y estuvo a punto de dejarla completamente sola a manos de sus estúpidos hermanos.
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The Copycat
FanfictionNamjoon es un oficial de policía recientemente ascendido a detective después del arresto de un traficante de blancas. Su nuevo ascenso y la popularidad con el público le hacen el enemigo indirecto de los demás detectives. El capitán mira un gran a...