6. Mocoyoyo.

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21 de junio

Llegamos a la casa de mis padres y paró el coche. Lo miré, pero él seguía con la mirada perdida en la carretera.

-No quiero que te vayas.-Susurré, consiguiendo que me mirara.

-¿Qué?-La confusión estaba en su mirada tan clara como el dolor y la ira hace unos minutos.

-No quiero que te vayas con Ángel. No quiero que te golpee de nuevo por mi culpa.

-No lo hará. Creeme.-Me dedicó una sonrisa triste.

-No te vayas. Sólo serán dos noches y me sentiré mejor si estás lejos de él.

-El problema es que no me importa si te sientes mejor con eso o no, Hélade. Yo te avisé y me ignoraste. No merece la pena que siga aquí. Además.-Suspiró mirando de nuevo a la carretera.-Tengo trabajo que hacer.

-Pero...yo...-No entendía su comportamiento. Al principio se había preocupado por mí y ahora decía que no merecía la pena seguir conmigo.

-Baja del coche.-Su tono sonó aún más frío que la vez anterior que habló. Lo miré unos segundos esperando que cambiara de opinión y se quedara pero no lo hizo. Bajé, cogí mi maleta y no tardó ni un segundo en acelerar y perderse por dónde había venido.

-Adiós a ti también, estúpido.-Gruñí a la nada y entré en la casa. Miré el reloj de la entrada, diez y media. Al parecer habíamos tardado menos de lo normal. Suelo tardar como dos horas en llegar aquí.
Mi madre estaba en la cocina mientras que su novio y mi hermano estaban en el salón pegando una tela en la que ponía ¡¡Bienvenida a casa, Hélade!! No sabía si llorar por haberle estropeado la sorpresa o reír al ver la cara que se le quedó a mi hermano al verme, es más, resbaló de la escalera en la que estaba subido y calló de culo en el sofá.

-¿Tanto hemos tardado?-Dijo poniéndose en pie y rascándose el trasero. Negué con la cabeza, divertida, dejé la maleta en el suelo y corrí para abrazar a mi hermano. Él era moreno de ojos azules, más alto que yo y tenía unas graciosas pecas en sus mejillas. A pesar de que tiene tres años más que yo no los aparenta. Abrió sus brazos y me dedicó una sonrisa hasta que me lancé sobre él y volvió a posar su culo y espalda en el sofá. Si, lo sé. Soy muy dramática. Su perfume me hizo sentirme en casa, sentí que con él a mí lado nada ni nadie podría tumbarme y era verdad. Al menos hasta que me fui de casa él siempre había sido como un guardaespaldas, un apoyo, un mejor amigo y cuando mi padre nos dejó también ocupó su papel.

-Te extrañé tanto, Isma.-Susurré mientras nuestros brazos apretaban más al otro. Cerré los ojos para disfrutar de este momento, para disfrutar de mi hermano y él besó mi cabeza.

-Yo también, mocoyoyo.-Me reí ante eso y me levanté para darle dos besos a Ian, el novio de mi madre, con el que no termino de encajar muy bien. Pero por ver feliz a Esther lo que sea.

-¿Cómo te fue tu primer año de independencia?-Preguntó él con una pequeña sonrisa. Me sentía mal cuando hacía eso, él sabía que había algo en él que no me gustaba pero lo ignoraba, tanto que a veces pensaba que realmente le gustaba la situación.

-Genial.-Dije sin más. Él asintió y mi madre entró con el delantal puesto.

-¡Hélade! ¿No llegabas a las doce?-La confusión se notaba en su voz. Me encogí de hombros y fui hacia ella para abrazarla.

-Te he echado de menos, mamá.-Susurré mientras la envolvía en un fuerte abrazo.

-Y yo, cariño. Estaba preparando unos tentempiés para la fiesta de bienvenida pero al final nos has sorprendido tú.-Nos separamos y sonreímos.

~Ángel~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora