Las manos me sudaban como si acabara de correr una maratón y él lo notó porque no hacía nada más que mirar cada gesto que hacía. ¡No soy un maldito mimo, deja de mirarme!
-¿Y bien?-Pregunté no aguantando más este silencio. Llevábamos como cinco minutos así y él tan solo me miraba y sonreía.
-¿Y bien qué, piccola?-Parecía que realmente no sabía de lo que le estaba hablando. Realmente quería golpearlo por saber mentir tan bien. Pero, ¿qué puedo esperar del hijo del capo italiano?
-El trato, Giovani, quiero saber qué vas a pedirme.-No pude mirarle a los ojos. Hablábamos en susurros para que los chicos no pudieran oírnos. Porque no soy tonta, obviamente lo están intentando.
-Oh, eso. ¿No te has dado cuenta?-Lo miré. Pura confusión saltando por mis ojos.-A ti. Te quiero a ti.
Wow, wow, wow. ¿Qué cojones acabo de oír? No puede ser verdad, no me puede estar hablando en serio.
En realidad lo está haciendo.
Oh, ¡vete a la mierda! No te necesito ahora.
-Pero yo...él...-No sabía qué podía decir. No podía decir: estamos juntos, no lo dejaré. Porque es mentira. Tampoco puedo decir: lo quiero, no me iré. Porque no sé si eso es verdad. Y obviamente no puedo decirle: No quiero, gracias. Porque le prometí que haría lo que quisiera.
-Mira, ragazza. No he estado esperando aquí contigo durante horas porque él me preocupe. Eso seguro que lo sabes.-Asentí, aceptando lo que no había querido aceptar en toda la tarde.-Estoy esperando por ti, a que te despidas de él. Porque créeme cuando te digo que no volverás a verle en mucho tiempo.
-No puedes hacer eso, Giovani. ¿Vas a secuestrarme?
-En realidad confío en que cumplas tus promesas. Esto es lo que quiero y es lo que harás.-Se puso de pie, la sonrisa había desaparecido de su rostro.-Ahora entra ahí y despídete.-Su voz fue fría, autoritaria. Me recordó a cuando Ángel me daba ordenes, solo que esas en el fondo me gustaban y esta implicaba separarme de él, por lo que la odiaba con todo mi ser.
Me levanté lentamente, intentando procesar la conversación. Intentando procesar que quizá no volvería a ver a los cinco chicos que me impidieron el paso hace unos días, que quizá no volvería a ver a mi familia ni a Carol. Y de ellos no tendría la oportunidad de despedirme. Caminé hasta la habitación de mi Lucifer y llamé antes de entrar.
-Pasa.-Su voz sonaba débil pero intimidante a la vez. Tal y como seguramente era él. Abrí la puerta y me aguanté las ganas de llorar. Él no podía verme así.-¡Hélade!-Se sentó y me sonrió. Una sonrisa real, la primera sonrisa real que veía al cien por cien.
-¿Cómo estás?-Fue más un susurro patético que una pregunta firme, que es como realmente me hubiera gustado sonar.
-Genial.-Dijo y le sonreí de lado.-¿Pasa algo?
-Yo...bueno. Sigo queriendo alejarte de mí, por eso he venido. Quiero que sepas que esta será la última vez que nos veamos. Te odio, Lucifer. Y espero que después de esto no vuelva a verte más.-Me di la vuelta y salí corriendo. Era la mentira más grande y dolorosa que había dicho en mi vida. Pero si le decía la verdad volvería a buscar a Giovani y terminaría muerto. O quizá solo me deseara un buen viaje. Digo, no le importo. ¿No?
Corrí a través del hospital hasta estar prácticamente de nuevo en la sala de espera, pero choqué con alguien. Alcé la vista y vi a mi rubio favorito. No pude aguantar más y comencé a llorar mientras él reaccionaba y me abrazaba.
-¡Eres un imbécil y un cabrón, Alex! ¡La desvirgaste y te largaste! Y ella aún te quiere pero tú sólo huyes. Eres un cobarde pero te voy a echar tanto de menos.-Lo abracé aún más fuerte.
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~Ángel~
Roman d'amour-Eres el diablo con un nombre irónico.-Me burlé mientras él mordía mi cuello haciéndome suspirar. Noté su sonrisa y sonreí. -Tú me diste permiso para introducirte en mi infierno, no te arrepientas.-Dijo segundos antes de besar con avidez mis labios...