25. ¿Lo conoces?

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Una semana después...

Narra Ángel

Quité el seguro de la SIG SAUER P226 y sonreí. 15 tiros, de los cuales me sobraban más de la mitad. Sentía la adrenalina apoderarse de mi cuerpo pero eso no me hacía distraerme, no, eso sólo me centraba más. Dos objetivos, quince minutos.
Me adentré en la cabaña y sigilosamente registré cada habitación, disparando en la frente a los dos supuestos guardas me libré de toda la seguridad. He de decir que menuda mierda de seguridad, si me hubieran puesto a mí esto no estaría pasando, obviamente no me refiero a en sentido literal, sólo digo...bah, que le jodan.
Ahora solo quedaba encontrar a mis objetivos reales.
Seguí entrando en las habitaciones y maldije cuando una vez registrado todo no encontré a nadie. ¿Dónde cojones estaban?
El estúpido de Baggio me había dicho que estarían aquí y no hay nadie. ¿Es que era una trampa? Lo mataré si es así. Me da igual que luego su estúpido padre y toda su familia italiana venga a por mí. Si me da una oportunidad para ver a Hélade y luego resulta que es una trampa...juro que si es así lo haré sufrir.
Hélade...¿cómo coño estará? No puedo estar un jodido día sin pensar en ella y tampoco puedo evitar pensar en que quizás piense que estoy muerto y me deje por otro, o en qué quizás la bocazas de Sara le haya dicho que me acosté con ella. Sólo rezo, aún sin creer en Dios, por que no sea la última opción.

Escuché un ruido a mi espalda, por lo que me giré con la pistola en alto, no hice mal porque había alguien ahí, apuntándome con una m9. Para mi gran asombro estaba paralizado, no me podía mover. ¿Acaso lo que estaba viendo podía ser cierto? ¿No se supone que él no debería estar aquí?

-¿Qué haces aquí?-Pregunté aún sin bajar el arma.

-Eso debería preguntar yo, Ángel. Al fin y al cabo yo alquilé esto.-Maldije en voz baja.

-¿Por qué has venido?-Pregunté de nuevo. Seguíamos sin bajar las armas pero estoy seguro de que ninguno iba a disparar.

-Debo cuidar a mi descendencia.-Fruncí el ceño. ¿Acaso él tenía hijos?

-No sé qué habrás hecho, pero Baggio te quiere muerto.-Bajé el arma, le puse el seguro y la guardé en mi espalda. Él hizo exactamente lo mismo.

-¿Trabajas para esa escoria?-Su tono fue decepcionado, negué.

-Una larga historia que no voy a contarte ahora. ¿Dónde está el otro?-Pregunté. Baggio me había mandado matar a dos hombres y sólo había uno. Hay algo que no encaja, ¿cierto?

-Estoy sólo.-Se encogió de hombros.-Me dejó tirado.

-¿Quién era el otro? Sólo conozco su nombre.-Una sonrisa ladeada se formó en su rostro.

-Eso es información clasificada, hijo.

-Genial, Miguel. Ahora, ¿qué hacemos? Estoy aquí para matarte, ¿qué se supone que haré? No puedo ir ante Giovani con tan solo dos cadáveres de poca monta. Al menos tengo que poder matar al traidor.-Alegué.

-Te he dicho que no está aquí. Pero si lo encuentras hazlo, no importa.-Se encogió de hombros y asentí dándome la vuelta. Que no matara a Miguel no quiere decir que no mate al otro, sea quién sea.

-¿Cómo lo encuentro?-Dije antes de salir.

-No lo harás.-Lo miré por encima de mi hombro con una sonrisa de superioridad. No podía haberme retado de esa manera.

-Espera y verás.-Y salí de allí sin tener claro qué mierda le diría a Baggio, porque obviamente sin una buena excusa no me dejaría ir a ver a Hel.

Narra Alex

Había pasado una semana desde que Hel había venido a la casa, no había visto ni a Carol ni a su hermano ni a nadie que no fuéramos nosotros. ¿Por qué? Bueno, se encerró en la habitación y no quería salir. Estaba demasiado preocupada por Ángel y temía que si salía se lo encontrara muerto y envuelto en papel de regalo con la firma de Baggio o algo así.
Demasiado exagerada.
Baggio lo metería en una bolsa y lo tiraría al río, sin pruebas.

~Ángel~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora