23. Alguien tiene que cuidar de tu hermana.

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Narra Baggio

La cara de Hélade se había puesto de un blanco muy parecido al del pasillo de la entrada, sonreí. En el fondo la chica me daba algo de pena, digo; ella no tiene la culpa de que mi pasado con su estúpido novio haya acabado tan... así, pero ¿qué se le va a hacer? Ella es su punto débil así que si para hacerle sufrir a él he tenido que dañarla a ella no es mi culpa. Que aprenda a no aferrarse a nada el muy idiota.

-¿Qué?-La voz de la chica sonó rota mientras aguantaba las ganas de llorar. Sus ojos estaban clavados en los de Ángel y los míos en los de ella, por lo que no tengo ni idea de qué cara tenía el rubio.

-Yo te lo explico, piccola.-Intenté ocultar lo mucho que me divertía poder jugar con la vida de Ángel pero no pude ocultar la sonrisa. Sus ojos verdes vidriosos me miraron.-Está apostando su vida. Si pierde el juego morirá, si gana tendrá que trabajar para mi hasta que me canse de ver su cara.

-¿Y cuando te canses...?-Comenzó ella sin fuerzas para terminar la frase. Volví a sonreír mientras negaba con la cabeza.

-No morirá si hace las cosas bien.-Sentencié y miré de reojo a Ángel, quien tenía la mandíbula apretada y los ojos en sus cartas. Estaba enfadado y sabía que si se alteraba no tendría opciones de vivir, lo mataría lenta y dolorosamente.

-Vete de aquí.-Escupió el tatuado mirándola fijamente. Ella negó con la cabeza y él frunció el ceño mientras apretaba las cartas con sus manos.

-Quiero jugar.-Dijo con un hilo de voz. Todos la miramos, incluidos mis dos hombres que jugaban para hacer esto más interesante.

-No lo harás. Te irás ahora mismo.-Su voz sonó autoritaria haciéndome sonreír. Esto era divertido.

-Venga, aguafiestas, ella juega.-Dije y crucé miradas con el rubio. Él apretó aún más la mandíbula y asintió. Uno de mis hombres se levantó de la mesa y ella se sentó en su lugar sin apartar la mirada de Ángel. Empezamos la partida de cero.-¿Y tú qué apuestas, ragazza?-Dije.

-Yo...-Sonreí y miré su colgante.

-¿Qué tal eso que te cuelga ahí?-Lo señalé con la mano y su cara volvió a palidecer. Era algo importante para Ángel, fue de su madre. ¿Que cómo lo sé? Bueno, lo vi en su cuello mientras agonizaba. Negó con la cabeza rápidamente y suspiré.-¿Por qué no?-Pregunté, aunque sabía la respuesta. Sonreí de lado.

-Porque no.-Dijo ella con una voz firme que no sabía de dónde había salido.

-Sin apuestas no juegas.-Sentencié y vi por el rabillo del ojo como Ángel sonreía.

-Entonces creo que te vas, Hel.-La voz burlona de Ángel la hizo mirarlo. Yo también lo hice.

-Puedes apostar tu vida.-Ofrecí con desinterés y ambos me miraron. No permitiría que Ángel estuviera feliz bajo mi techo.

-No. Ella se va. Me quieres a mí, Baggio.-Ángel se puso de pie y pude ver cómo todo su cuerpo se tensaba. Sonreí. Esto se ponía divertido, realmente era su punto débil. Lo usaría en un futuro. Me levanté y el hombre que estaba en la mesa también.

-No creo que eso te convenga amigo. Sienta tu jodido culo. Y tú -Miré a la morena.-Lárgate.-Ella me miró unos segundos y al ver mi mirada fría y decidida se fue a paso apresurado después de darle una última mirada a su novio.-Bien. Volvamos al juego.-Dije una vez que la mesa volvió a estar ocupada. Sentí la mirada de Ángel y me giré hacia él.-¿Qué cojones pasa?

-¿Por qué el collar?-Dijo con la voz ronca. Intentaba no lanzarse sobre mí. Sonreí y me encogí de hombros. Él no sabía que yo conocía su procedencia como tampoco sabía que había visto a sus padres morir.

~Ángel~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora