19. Las promesas se rompen, Ángel.

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-¿Y bien?-Insistió.

¿Qué cojones debía hacer yo ahora? ¿Podría vender a Ángel de esta forma? ¿Podría dejar a mi mejor amiga en manos de este loco?
¡¿Qué se supone que se debe hacer en estos putos casos?!

-Yo...no...joder. ¿Por qué?-No sabía qué decir, no sabía qué hacer. Realmente era una auténtica mierda. Sentí ese asqueroso nudo en la garganta y ese escozor en los ojos que sólo podía significar que un mar de lágrimas estaba por venir.

-Tienes hasta las doce de la noche de mañana para decidirte. Si la eliges a ella él vendrá contigo, si lo eliges a él no vendrás. ¿Entendido?-Asentí mientras las lágrimas quemaban mi rostro. Sentí como se alejaba y yo no pude hacer otra cosa que dejarme caer y abrazar mis piernas. ¿Por qué tenía que hacer esto? ¿Por qué tenía que hacerme elegir a mí?

No sé cuánto tiempo llevaba ahí sentada, llorando como una loca, pero no debía haber sido poco. Me sorprendió notar una chaqueta sobre mis hombros pero no me moví, seguí llorando con la cabeza enterrada en el hueco de mis brazos. Sentí como alguien se sentaba a mi lado y me abrazaba, pegándome a su pecho. Ese olor...Él estaba aquí. Me limpié las lágrimas y sorbí por la nariz para posteriormente encontrarme con esos ojos verdes que me observaban con tristeza. ¿Por qué tenía que sentir tristeza él cuando era yo la que tenía que sacrificar a una de las personas que me hacían más feliz?

-Tranquila, Hel.-Besó mi frente mientras acariciaba mi espalda suavemente. El solo hecho de tenerlo aquí conmigo ya me calmaba aunque fuera solo un poco.-¿Qué ha pasado?

-Él...Baggio quiere...-No podía hablar, sentía tanta jodida impotencia en ese instante...

-Cálmate y luego sigues, vamos al apartamento.-Asentí mientras me ayudaba a levantarme. Caminamos separados, él tenía las manos en los bolsillos de los jeans y yo los brazos cruzados pero sujetando la chaqueta que me había prestado.

Tras diez minutos caminando llegamos a la calidez del departamento. Me quité su chaqueta y la dejé a un lado del salón, me senté en el sofá y él se puso en cuclillas frente a mí. Acunó mi rostro entre sus manos y limpió una lágrima rebelde.

-Te prepararé un café.-Volví a asentir y él se fue a la cocina. Cuando volvió traía dos tazas, las dejó en la mesa frente al sofá y se sentó a mi lado.-¿Qué quería ese bastardo?-Preguntó. Quería sonar calmado pero no lo consiguió demasiado. Podía ver sus puños apretados y sus músculos tensos perfectamente.

-Quiere hacer un intercambio. Él...él tiene a Carol. No sé qué hacer, Ángel. Es todo tan...-Resoplé y me tapé la cara con las manos. Al instante sus manos quitaron las mías de mi rostro y vi de nuevo sus ojos verdes. Tan intensos y reconfortantes...

-¿Qué quiere a cambio, Hel?

-Quiere...él...él te quiere a ti.-Dije al fin, liberando una parte minúscula del nudo que tenía en el pecho.

Para mi sorpresa no se alteró, no empezó a lanzar cosas ni a golpear las paredes como pensé que haría. No. Al contrario. Una risa histérica emanó de su garganta haciendo que mi ceño se frunciera instantáneamente. ¿Qué estaba mal con este chico?

-¡¿Qué es tan gracioso?! ¡No quiero perderos, imbécil!-Grité. Su risa paró paulatinamente y su mirada se clavó en la mía mientras sonreía.

-Está enfadado porque le disparé, Hel. Quiere vengarse de mí, y como no puede chantajearme con nada recurre a ti. Es patético. Inteligente, pero patético.-Mi cara debía parecer un cuadro. Realmente este chico estaba mal de la cabeza. ¿Le hacía gracia que quisieran matarlo? ¿Que me utilizaran para llegar a él? En serio. Está completa y jodidamente demente.

~Ángel~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora