35. Mi hermano tenía razón.

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Mi ritmo cardíaco se aceleraba mientras las miradas de todos los presentes se clavaban en mí, y no es para menos. El único que debía saber en esta casa que tenía un hijo era Alex y al parecer mi hermano lo había averiguado por algún motivo.
El hermano de Hel me miraba como si fuera una cucaracha a la que quisiera pisar, pero el agarre de Cristian se lo impedía.
Mi hermano me miraba regocijándose en su "victoria" y Hel...bueno, Hélade simplemente me miraba esperando una explicación. Este no era el momento para hablar de esto. No cuando estaba llorando porque su padre iba a morir.

-Podemos hablar esto en otro momento, Hel. No estás bien.-Susurré mirándola fijamente. El sonido de una risa falsa me hizo cerrar el puño. Era mi querido hermano.

-¿En-entonces es verdad?-Preguntó con la voz rota. Pude ver en sus ojos cómo se desmoronaba aún más. Las lágrimas volvieron a salir descontroladas. Intenté acercarme, pero me apartó.-¡Vete! ¡No quiero verte!-Se tapó la cara con las manos.

-Déjame explicarte...

-¡No!-Me interrumpió.-¡Quiero que te vayas!

-Pero nena...-Volví a intentar acercarme.

-¡No me llames así!-Y lo siguiente que noté fue su mano en mi mejilla. Picaba, pero dolía más verla así. Se levantó tras empujarme para apartarme y salió corriendo escaleras arriba. Lo último que escuché relacionado con ella fue el sonido de la puerta cerrar ferozmente.

Instintivamente mis puños se cerraron y mis piernas decidieron que era el momento idóneo para empezar a moverse en dirección a mi querido hermano. La vena de mi cuello palpitaba, podía sentirla, pero me daba igual. Levanté el puño, cogí impulso y en menos de diez milésimas de segundo noté su nariz romperse bajo mis nudillos.
Estaba comiendo de nuevo impulso para golpearlo pero noté como alguien me agarraba por detrás. Forcejeé intentando librarme del agarre, pero fue inútil. Marcos se llevó la mano a la zona afectada y sangrante y tras dedicarme una mirada de odio desapareció. Quise ir tras él para seguir, pero seguía inmovilizado. Cuando ya no podía oír ni los pasos de mi hermano me soltaron y me giré. Eran Julio y Xavier. ¿De dónde habían salido?

-Relájate, hermano.-Me dijo Julio, pero no podía hacerlo tan fácil. La ira aún recorría mi cuerpo y necesitaba golpear cosas, así que lo hice, golpeé la pared hasta que mis manos se volvieron completamente rojas. Ninguno se acercó a detenerme y lo agradecí.
Cuando la ira de mi cuerpo se hubo calmado un poco me giré hacia mis amigos, dándole un último vistazo a la mancha roja de la pared y olvidando mis heridas.

-Necesito hablar con ella, tengo que explicarle...-Susurré para mi mientras caminaba hacia las escaleras, pero Alex estaba al principio de estas, impidiendo que subiera. ¿En qué momento había vuelto?

Seguramente en tu momento Rocky vs Pared.

Respiré hondo para ignorarme a mi mismo y miré a Alex.

-Déjame subir, Alexander.

-¿Crees que será bueno que te vea así? Además, no creo que quiera hablar ahora, necesita calmarse.

-¿Dónde quedaron tus celos?-Pregunté con tono irónico.

-Donde se debió quedar tu cerebro, en la puerta. ¿No ves que sólo le haces daño?

-¡Pero tengo que explicarle!-Grité empezando a cabrearme de nuevo.

-Lo harás, pero no ahora. Ella no quiere...

-Sí, si quiere.-Hélade apareció en lo alto de la escalera, limpiándose las lágrimas y sentí como me desinflaba por completo.

Su mirada se posó en mis manos sangrientas pero no se sorprendió, seguramente había oído los golpes.

~Ángel~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora