Marzo de 2004. Madison, Wisconsin.
Cuando logré levantarme todos los que hacía unos segundos estaban mirándome se habían ido. El espectáculo había perdido el interés para ellos cuando Shawn terminó de apuñalarme la cara, el estómago y cualquier parte de mi cuerpo que llamara su atención. Me incliné y puse mis manos sobre mis rodillas para recuperar el aire perdido, tosí y mi garganta ardía pero me negué a llorar en el patio de la escuela donde cualquier alumno pudiera verme, mi nariz goteaba y cuando la toqué me di cuenta de que era sangre. Me limpié con la manga de mi camiseta pero eso sólo empeoró las cosas y ahora también presumía una mancha roja en mi ropa. Tomé mi mochila del suelo, la colgué en mi espalda y corrí hacia el baño del edificio estando consciente de que algunos me miraban murmurando cosas. Cuando llegué a la puerta del baño de hombres entré, troté hacia un lavamanos y agaché mi cabeza ahí. Abrí el grifo y lavé mi cara con inquietud, me dolía mucho, mi nariz no paraba de sangrar, la parte de abajo de mi ojo empezaba a tomar tonalidad morada y mi labio inferior estaba roto, y a pesar de todo eso me negaba a derramar una sola lágrima. Tomé un gran pedazo de papel y lo presioné contra mi nariz para que el sangrado parara. Me recargué contra la pared y seguí tragando saliva para eliminar el nudo que me asfixiaba. De pronto sentí la atmósfera a mi alrededor cambiar, esa presión que me invadía el cuerpo y supe de quien se trataba sin necesidad de verlo.
—Sabes que no me da gusto verte, ¿Verdad? —Preguntó apareciéndose frente a la puerta del baño. No respondí y continué presionando mi nariz. — ¿Has pensando en lo que te dije el otro día? —Insistió Patrick. Me quedé callado de nuevo e ignoré por completo su mirada oscura. —No te hagas el difícil, Justin. ¿Quieres seguir viviendo así o aprovecharás lo que tienes para dar?
— ¡No tengo nada para dar! —Grité. Estaba demasiado exaltado y dolido ahora como para soportar otro más de sus sermones. — ¡No soy fuerte y valiente como tú!
Patrick frunció el ceño como si yo acabara de decir el chiste más malo del mundo.
—En eso te equivocas. —Se acercó a paso lento a mí. —Eres más fuerte y valiente de lo que crees. Tú mismo lo has comprobado estando solo en tu habitación, te he visto. ¿Por qué te niegas a poner en práctica tus dones?
Me quedé callado y sentí mi piel arder en ira. Así que había estado espiándome. Asombroso que no me diera cuenta, asombroso. Le dirigí una mirada penetrante y mi respiración se agitó.
—No nací para esto. —Respondí frío.
— ¿Eso piensas? —Enarcó una sonrisa incrédula. —Entonces sigue permitiéndoles a esos idiotas que te golpeen hasta dejarte así, supongo que es divertido estar retorciéndote de dolor en el suelo frente a una multitud emocionada.
Me quedé callado y una punzada atravesó mi corazón. En este momento, en este jodido y preciso momento tuvo que salir una maldita lágrima de mi ojo derecho. La limpié tan rápido como pude pero Patrick alcanzó a notarla. ¿Mi vida podría ser peor?
—No necesitas ocultar tus lágrimas para mí, te he visto otras veces llorar. —Inquirió él mirándome con empatía pero nunca perdiendo la firmeza de sus pómulos. —Personas como tú y yo pertenecemos a otra clase de vida, Justin. Es tu decisión continuar así o seguir dejando que tu padre golpee a tu madre, que Shawn y sus amigos te golpeen a ti, y, ¿Qué seguirá? ¿Tú golpearás a esa niña de octavo grado que tanto te gusta?
Tragué saliva. ¿Cómo puede saber todo de mí?
—Sé sobre Emily. Sé que la invitaste al baile de primavera y te rechazó. —Negó con la cabeza y cerró un momento sus ojos. — ¿Quieres que te siga rechazando? ¿Quieres que todos te sigan tratando como a un insecto? entonces permíteme decirte que eres el idiota número uno de todos los idiotas. Felicidades señor Bieber, ganó la corona del Rey.