Me apresuro y empujo las puertas encontrándome ahora directamente con la lluvia frente a mí. Hay un pequeño, —muy pequeño—, techo que me cubre arriba pero sé que no puedo permanecer aquí o ya no lo encontraré. Corro a la derecha tal cual lo hizo y voy esquivando personas, la mayoría con paraguas, y continúo por toda la banqueta mojada mientras el agua del cielo comienza a bañarme de nuevo. Las calles a mi alrededor están casi vacías, pocos autos transitan y uno que otro letrero se ha caído de las tiendas cerradas. Apresuro más mis piernas tal como lo hago cuando corro por las tardes y finalmente mi vista localiza unos metros adelante la silueta de aquél hombre sin suéter que gira en la siguiente cuadra. Me vuelvo completamente veloz para alcanzarlo y cuando doy vuelta en la banqueta lo veo que ya ha tomado una gran distancia y ahora está dando vuelta de nuevo.
¡Mierda, es tan rápido! Corro más, mis botas van pisoteando charcos enormes de agua y por lo tanto tengo los pies empapados también. Cuando estoy sumamente agitada pero no cansada llego al final de la banqueta y doy vuelta también, pero cuando lo hago me doy cuenta de que sólo he rodeado la calle y esto es un callejón que queda justo detrás del centro comercial. “Vivo en un almacén detrás del centro comercial”… las palabras expuestas por él capturan mi mente, seguramente por aquí debe estar ese almacén.
El callejón consta de dos paredes largas y desgastadas que lo cubren, un suelo de ladrillo, junto a una pared hay un gran faro de luz apagado y a lo lejos puedo visualizar un contenedor grande de basura —seguramente ahí meten los desechos de la plaza— empiezo a caminar a paso lento por el desnivelado piso y mi corazón late fuerte porque no lo veo a él por ningún lado. No pudo haber escapado porque apenas unos veinte metros al frente el callejón termina y es cubierto por una pared firme e imposible de atravesar. Debería estar aquí, si, debería, pero no está. Ni siquiera hay puertas en las paredes que indiquen algún tipo de habitación o almacén.
Siento un horrible miedo que atraviesa todo mi cuerpo, esos escalofríos que no me abandonan desde que lo vi por primera vez, esa electricidad en mi piel, esos BUM en mi corazón que resuenan en todo mi interior y exterior. Camino más y más hasta que estoy frente a la pared que ahora desliza gotas de agua por su extensión, la toco para confirmar que no es de papel, —algo bastante tonto de mi parte—, y efectivamente es de puro cemento duro. No lo entiendo. Me volteo hacia atrás de nuevo y estoy completamente sola aquí, sola con mi amiga la lluvia. Empiezo a temblar y ya no sé si es por que estoy empapada o porque claramente lo vi girar aquí y ha desaparecido.
Con las piernas apenas respondiéndome me acerco al contenedor verde de basura y me veo obligada a abrirlo esperando que tal vez se haya metido ahí para esconderse, pero cuando lo hago éste está completamente vacío. No hay nada más aquí, observo el panorama pero sólo son artefactos descompuestos de autos, cajas pequeñas que quien sabe que contengan y ese faro gris a unos metros arriba de mí que se niega a encenderse. Me quedo parada por largos minutos mirando hacia la entrada del callejón tratando de hallar una explicación razonable para esto, pero pasa el tiempo y no la encuentro.
El aire empujándome ferozmente y la lluvia atacándome desde arriba sólo me hacen sentirme peor, mi corazón no desacelera y me siento ahogada en dudas, curiosidad… miedo. Tan pronto como doy unos pasos al frente para irme mi celular suena desde adentro de mi bolso de cuero, abro rápidamente el cierre y lo tomo con las manos mojadas agachándome lo más que puedo dentro del bolso para que no se moje.
— ¿Hola? —Respondo porque no vi el identificador y no sé quien es.
—Meredith, ¿Dónde estás? Estoy esperándote afuera de la escuela —. Es mamá, no suena alegre y sonará peor cuando le cuente lo que pasó, pero al menos me siento aliviada por que es ella.
—Estoy en Grand Avenue y muy empapada, no me grites aún, te contaré cuando vengas por mí —. Ruego cruzando los dedos de mi mano izquierda. Casi la oigo bufar.
—Espero sea una buena explicación —. Finaliza antes de colgar, y rápidamente formulo alguna mentira buena para inventarle, porque definitivamente no tengo buenas explicaciones desde lo que pasó con Roger y Matt hasta que me encontré con un inteligente, guapo y misterioso hombre que desapareció en un callejón sin salida.
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Esta misma tarde cuando llegamos a casa, comimos y le inventé a mamá la mentira de que salí temprano y quise venir por algo de beber cuando me agarró la lluvia, —agregando que mi suéter azul bastante grande para mi medida era de Matt—, proseguí a encerrarme en mi habitación el resto de la tarde claramente siendo imposible que fuera a correr hoy, tomé mi pijama y me trasladé a la ducha lo más rápido que pude. Una vez que me quité la ropa empapada me metí directamente al agua caliente que me hizo sentir en el cielo, mi piel fría y el interior de mi cuerpo fueron retomando su calor natural, me puse shampó y tallé mi cabeza con suavidad, pero mientras lo hacía no estaba completamente concentrada en lavarme, en mi mente sólo aparecía la imagen de ese hombre, sus ojos mieles mirando fijamente a los míos, sus rasgos perfectos y su sonrisa seductora, y todo eso junto con su presencia provocándome ese calor en mi piel, algo diferente recorriendo mis venas, una vibra que él desprende metiéndose directamente en mí, algo que no entiendo pero me deja inmóvil.
Sé que no debería estar pensando en él pero lo hago, sé que tengo novio pero ahora no me importa, sé que tengo otros problemas por los cuales preocuparme pero nada de eso ocupa mi atención, sólo él que desapareció en medio de la nada y me dejó helada, sólo él que me atrae más de lo que algún hombre me haya atraído antes.
Cuando me pongo mi ropa interior y mi bata en el cuerpo, la amarro en mi cintura y me paro frente al espejo del baño para lavar mis dientes. Apenas termino tomo la ropa mojada del piso y salgo del cuarto. De nuevo el humo caliente se extiende en mi habitación, dejo las prendas dentro de un canasto junto a mi tocador y cuando veo el suéter azul que no me pertenece siento un escalofrío en mi espina dorsal. Tengo algo de él y ni siquiera sé su nombre. Ignoro a mis pensamientos dudosos y comienzo a cepillar y secar mi cabello como de costumbre.
Una vez que termino me pongo mi pijama y dejo la toalla mojada en el mismo canasto, acto seguido tomo mi laptop, me recuesto en la cama con dos grandes almohadas en mi espalda y me dispongo a distraerme un rato así. Me pongo mis audífonos y reproduzco mi lista de canciones en iTunes. Entro a Facebook, veo mensajes y notificaciones pero no hay nada interesante, y realmente me sorprende que ni Matt ni Roger hayan dejado alguno. Reviso la pantalla de mi celular por curiosidad y tampoco hay nada ahí.
Niego con la cabeza y cuando salgo de la red social me pongo a checar mis e-mails, tampoco hay nada que me divierta así que termino por enfadarme y decido sólo escuchar música y entretenerme con un juego que descargué. Tarareo la canción en voz baja mientras me concentro cortando frutas que brincan por la mitad, voy pasando de niveles cuando algo me sobresalta. Es un fuerte trueno que ha retumbado en mis ventanas y me ha obligado a quitarme los audífonos por el susto. Suspiro de alivio, pero cuando voy a colocarme de nuevo éstos veo de reojo una silueta masculina parada afuera de las puertas cristalinas de mi balcón. Las cortinas están corridas así que puedo ver perfectamente hacia afuera. Mi corazón da un giro de trescientos sesenta grados, escucho tres golpes al vidrio.
Matt empapado mirándome a través del cristal.
Twitter: @biebaslovers