Cuando el último timbre suena y las clases terminan me siento aliviada y salgo del salón junto a Roger. Él aún tiene cara de sonámbulo y me hace reír.
— ¿Cómo rayos conducirás de vuelta a tu casa en ese estado? —Pregunto esquivando hombros por en medio del pasillo. —¡Y más en una moto!
—Sólo es cuestión de mojarme la cara, o que mi mejor amiga decida acompañarme. —Propone inocente y frunzo el ceño.
—Mamá vendrá por mí hoy y además no pienso subirme a una ruda moto cuando el suelo está resbaloso, lamento decepcionarte señor videojuegos.
—Bien, lo intenté. —Se encoje de hombros y cuando llegamos a las puertas de entrada del edificio noto que está lloviendo a cántaros, genial. —Me iré antes de que esto empeore. —Besa mi mejilla como de costumbre. —Me llamas o te llamo al rato haber si sigo vivo. No hagas enojar al ogro de tu novio. Cuídate.
—Está bien. —Respondo por su manera peculiar de hablar con gracia. —Cuídate también, adiós.
Abre las puertas y sale corriendo hasta el estacionamiento donde dejó su motocicleta, lo cual me deja preocupada por el hecho de la fuerte lluvia, pero sé que estará bien. Me giro hacia atrás de nuevo para buscar a Matt cuando mi celular vibra inesperadamente. Lo saco de mi bolso y abro el mensaje de texto: “Estoy afuera esperándote”. Es mamá. Asombroso, ya no podré buscar a Matt. Suspiro decepcionada y me devuelvo hacia la puerta, salgo y corro teniendo cuidado de no resbalar y ubico la camioneta plateada así que apresuro más a mis piernas.
—Dios. —Exclamo cuando subo al auto un poco mojada y temblando. Ella arranca el auto.
—Eso mismo pensé cuando inició esto, dicen que estará así toda la semana y hay posibilidades de que nieve. —Me informa. Yo asiento y me pongo el cinturón de seguridad. — ¿Cómo te fue hoy? —Pregunta como de costumbre, pero antes de responder me doy cuenta de que no va en dirección a casa.
— ¿A dónde vas mamá?
—Tengo que volver a Grand Avenue para más compras. —Avisa y abro los ojos como platos.
— ¿Qué? —Mi voz suena histérica y temblorosa. —Mamá, muero de frío, ¡Ya fuiste ayer!
—Faltan dos semanas para navidad, Meredith. Aún me faltan cosas por comprarle a tu hermano y a tus primos, además cosas para la cena y unos focos para el árbol que no encontré ayer.
— ¡Hay mamá! —Reniego. — ¿Tuviste que elegir hoy para ir? ¿Dónde se quedó Johnny?
—Sea hoy o mañana o pasado será igual, todos los días estarán así. —Informa a unas cuadras de llegar. —Llevé a Johnny con tu padre.
Me callo al escucharla. Con mi padre… valla. Él fue a ver a papá después de tres semanas y yo no. Siento algo feo en mi pecho pero lo ignoro. Me resigno y como ya no tengo nada que hacer acompaño a mi madre a hacer sus compras. Cuando entramos a la plaza me siento extraña, de mi mente no sale mi desastre cometido ayer en Starbucks y la mirada acosadora de ese desconocido, así que me niego a volver a poner un pie ahí. Camino junto a mi madre por la estancia hasta llegar a las escaleras eléctricas. Subimos y una vez arriba ella se detiene en la primera tienda a la derecha y entramos. Ella inspecciona los pasillos en busca de sus luces para el árbol y yo lo único que hago es quedarme parada frente a un cristal junto a la entrada de la tienda mirando para afuera. Los minutos se alargan y finalmente mamá vuelve con una bolsa blanca en sus manos. Nuestra visita continúa y ahora entramos a otra tienda más grande, pero ésta es de regalos, aparatos electrónicos, ropa, etcétera, y ella me detiene en la entrada.
—Aquí compraré algo para ti, así que ve a dar una vuelta por ahí y vuelve en quince minutos.—Avisa, y hago una mueca de gusto y disgusto, gusto por saber que me comprará algo, disgusto por tener que esperar.