Voy corriendo rápidamente por los pasillos de la escuela. Es viernes catorce y por poco me quedo dormida esta mañana, eso me pasa por no activar la alarma. Mamá casi me mata por ello. Llego hasta mi salón y para mi mala suerte el maestro Franklin ya está dando su clase. Me aclaro la garganta y me mantengo en el marco de la puerta. Él deja de hablar y todos me miran, menos Roger quien finge que no existo en el último asiento de la primera fila.
—Profesor, lamento llegar tarde… —Es lo único que se me ocurre decir. Él me evalúa atentamente y luego se ajusta sus lentes.
— ¿Por qué no asistió ayer a mi clase? —Pregunta, y trago saliva. Es cierto. Cuando me fui de la escuela faltaba una hora y precisamente era la suya. Asombroso…
—Me sentía mal y me fui. —Al decirlo no puedo evitar voltear a ver a Roger quien desde aquí parece tener un moretón debajo del ojo.
—Necesitaré un justificante de ayer y otro de hoy para dejarla entrar —. Solicita —.Consígalo y luego viene.
Todos me miran como si fuera una obra de arte: impresionados, curiosos y expectantes. Por supuesto, seguramente ya saben que me fui corriendo dramáticamente cuando mi novio y mi mejor amigo se pelearon por mi culpa. Simplemente asiento, le doy las gracias y me alejo de ahí. Cuando estoy caminando por el pasillo principal no hay nadie más, sólo mi sombra y yo que deambulamos sin rumbo. ¿A dónde iré? ¿Cómo conseguiré ese justificante? Tendré que decirle a mamá y dudo mucho que quiera venir a pedirlo. Continúo arrastrando mis pies por el piso blanco y resbaladizo cuando recuerdo algo: Matt está en sus entrenamientos de fútbol a esta hora. Giro en varios pasillos hasta encontrar las puertas que llevan al campo y salgo.
Inmediatamente mis ojos captan a los jugadores del equipo correr de un lado para otro, gritar cosas, empujarse, aventarse el balón, entre otras cosas comunes que realizan. El cielo es nublado pero no está lloviendo y por lo tanto es un día favorable para ellos. Frente a las gradas se encuentran las porristas repitiendo varias veces su rutina, pero hay algo diferente. No parecen concentradas y pronto me doy cuenta del motivo: La capitana no está ahí. Frunzo el ceño, ¿A dónde habrá ido? La verdad no me importa mucho así que camino por el césped y me siento en la primera banca de las gradas. Me mantengo ahí y con mi vista busco a Matt.
Luego de largos segundos no lo encuentro, parece no estar ya que su uniforme lleva el número doce grabado y no hay ninguno con él. No puedo evitar que la duda me invada así que sin importarme que todos estén corriendo de un lado para otro me acerco e interrumpo el juego gritándole a uno de los mejores amigos de Mathew.
— ¡Oye, Ben! —Grito fuerte y por suerte todos me ignoran menos él. Voltea a verme y luego llega corriendo hasta mí. Luce cansado y sudado pero siempre con una sonrisa en el rostro.
—Mer. —Me saluda con un asentimiento de cabeza —.Supongo que buscas a Matt.
—Si, ¿Sabes donde está? —Pregunto impaciente.
—Los capitanes de todos los equipos de la escuela están en una junta con los respectivos entrenadores para ver lo de la competencia de fin de curso. ¿Tú no eres capitana de tu equipo de vóleibol? —Informa tranquilamente y yo siento un alivio interno al saber que no está a solas con Fanny.
—No, no lo soy —respondo negando con la cabeza—, gracias por avisarme, ¿Están en el gimnasio?
—Si.
—Gracias Ben, te veo después.
Nos sonreímos y yo me doy la vuelta para buscar a Matt. Entro al edificio y camino por el pasillo lateral que me llevará directo al enorme gimnasio. Me apresuro y cuando llego abro la puerta, pero para mi sorpresa éste está vacío. Sólo hay una larga mesa como para doce personas en el centro y sillas desocupadas. Seguramente debió terminar ya o se trasladaron a algún otro lugar. Decido buscarlo en otra parte así que abro de nuevo la puerta detrás de mí para irme, pero apenas lo hago escucho ruidos.