Capitulo 11.

365 21 0
                                    

Cuando la pelota vuela hacia mí le doy un golpe con mis manos entrelazadas y éste sale disparado hacia el lado contrario. Trevor se prepara para la recepción pero la pelota va tan veloz que se ve obligado a correr hacia atrás, y cuando todos creen que la golpeará, ésta pasa rozando sus manos y sale de la línea de fuera. En ese momento todo mi equipo y yo gritamos de emoción porque es el punto que necesitábamos para anotar quince y ganar. 

Aunque es sólo un juego de práctica nos divierte y nos emociona como si fuera ya la competencia final que tendremos el viernes de la próxima semana. Entre todos nos chocamos las manos y algunos me felicitan, yo sonriente me despido de todos porque la hora ha terminado y camino hacia Roger que me espera emocionado desde las gradas de madera del gimnasio. Llego hasta él y me choca la mano antes de pasarme mi botella de agua.

—Bien hecho Luttor. —Me felicita dándome dos palmadas en la espalda. Yo le doy un trago tan profundo al agua que la botella llega hasta la mitad. 

—Gracias. —Digo cuando dejo de beber. — ¿Cómo estuvimos? 

—Excelente —dice sin dudarlo—, seguro su equipo ganará. Todos están en perfectas condiciones. ¿Irás a correr hoy?

— ¿Irás? ¿O sea que no me acompañarás? —Digo frunciendo el ceño. Él me entrega la mochila donde traigo mi ropa normal, —llevo puesto el uniforme del equipo que consta de un short azul, una blusa gris con mi apellido atrás y un par de calcetas blancas cubiertas por unos tenis deportivos—, y luego me dirige una mirada floja. 

—Sabes que el ejercicio no es lo mío. —Se excusa. —Si alguna vez te he acompañado es porque no tenía nada mejor que hacer.

Le doy un golpecito en el hombro y luego ambos caminamos hacia la salida del gimnasio.

—Eres un flojo. —Me quejo cuando salimos. —No entiendo como mantienes tu cuerpo en tan buen estado. ¡No haces nada y te atragantas de cochinero!

Él sonríe orgulloso. 

—Losé. 

De pronto me detengo y me doy cuenta de que estoy demasiado sudada como para permanecer así.

—Espera. —Lo detengo por el brazo cuando vamos a mitad del pasillo. —Iré a las regaderas a bañarme antes de que el intendente cierre la escuela. 

— ¿Para? —Pregunta confuso.

—Quiero ir fresca a correr, ¿Tiene algo de malo? —Rodeo los ojos. —Puedes irte si quieres, cuando salga me iré a correr por toda la banqueta de vuelta a casa. 

—Mmm… —No parece muy seguro. —Cierra bien la puerta de las regaderas cuando entres, no quiero que el intendente ande de curioso por ahí. 

No puedo evitar reírme y rodear otra vez los ojos.

—Es un pobre hombre que no tiene familia. 

—Las apariencias engañan. —Advierte. — ¿Tardarás mucho? Creo que mejor esperaré a que salgas.

—Estaré bien, Roger. Puedes irte tranquilo, te llamaré cuando empiece a correr, ¿Si? 

Se queda pensativo un momento y luego asiente con la cabeza.

—Está bien. —Besa fugazmente mi mejilla. —Cualquier cosa llámame. Enserio, llámame Mer. 

Frunzo el ceño por su actitud sobre protectora y extraña, pero asiento y sonrío dulcemente. 

—Adiós. 

-

Abro el grifo de una de las veinte o treinta regaderas para mujeres que hay en un espacio privado de la escuela detrás del gimnasio y espero a que salga el agua lo suficientemente caliente para meterme. Cuando lo hago mi cuerpo entero se siente bien, y recuerdo que no debo tardarme mucho ya que el intendente dijo que sólo en veinte minutos cerraría así que rápidamente empiezo a enjabonarme y a lavar mi cabeza, el humo empieza a esparcirse por encima de mí llenando todo el lugar silencioso, sólo el ruido del agua caer y yo tarareando una canción de Coldplay es todo lo que se oye. 

Estoy tan relajada y a gusto, sin presiones, sin malos pensamientos, después de hacer ejercicio siempre me siento bien y agradezco eso a mi cuerpo. 

Cuando me quito todo el jabón y shampó del cuerpo dejo que el agua simplemente se deslice por mi cuerpo y me refresque, seguramente después de esto correré dando lo máximo de mis piernas. Empiezo a tararear otra canción diferente cuando algo más que mi voz se escucha. Es como el rechinido de una puerta abrirse a lo lejos. Siento una punzada de nerviosismo en mi corazón e inmediatamente cierro el grifo. Tomo mi toalla y abro lentamente la puerta frente a mí. 

— ¿Señor Sparks? —Pregunto hacia la nada y mi voz hace eco. Me apresuro a ir a mi casillero ya que frente a él dejé sobre una banca mi mochila y mi ropa. 

Cuando empiezo a ponérmela siento que alguien me observa. Volteo para todos lados pero no hay absolutamente nadie, sólo soy yo, casilleros, regaderas y silencio. La electricidad que he sentido muy seguido últimamente vuelve a mi cuerpo, los vellos de mis brazos están erizados y no lo entiendo. Termino de ponerme mi ropa interior y mis mallas negras, luego me pongo mi top blanca y mi suéter rojo encima. Me siento para ponerme los tenis, comienzo a abrocharlos cuando escucho un golpe que retumba en mis oídos proveniente de afuera. 

No hago movimiento alguno, mi corazón se acelera y me abrocho fugazmente los tenis.

Cuelgo mi mochila en mi espalda y camino rápido hasta la salida de las regaderas mientras sujeto mi cabello en una cola de caballo. Abro la puerta por la que llegué y volteo hacia el pasillo que me llevará a la salida, quiero comenzar a caminar pero mis piernas no me responden, mi cuerpo se detiene en seco y es como si la fuerza que poseo abandonara mi cuerpo. Mis articulaciones y mis huesos dejan de trabajar, por un momento no siento la sangre correr por mis venas y quedo inmovilizada. 

Entro en un estado de shock porque no puedo efectuar movimiento alguno, es como si entre una gran multitud me sujetaran fuerte con sus manos para impedirme caminar. Trago saliva y al frente sólo veo un pasillo vacío y levemente oscuro, seguramente afuera está muy nublado y lloverá. Siento que apenas puedo respirar, y es entonces cuando detrás de mí se escucha otro ruido que hace eco por todos los pasillos existentes. 

La capacidad de movilidad vuelve a mí pero ya no me dirijo a la salida, una fuerza en mi interior que no comprendo me hace correr por el pasillo detrás de mí hasta el final de éste, estoy por llegar a las escaleras para el siguiente piso cuando lo veo. 

El intendente Sparks está tirado en el suelo con los ojos cerrados, pero no es eso lo que me impacta. Lo que en ese momento me aterra es su aspecto: Su rostro está ensangrentado que ya no puedo ni ver sus facciones, su pierna derecha está partida por la mitad, su estómago con una línea recta abierta por el centro que casi deja ver sus órganos. Entonces no puedo moverme de nuevo. Cubro mi boca con mi mano temblorosa, mis piernas fallan y caigo de rodillas al suelo junto a él. El nudo en mi garganta me ahoga. Mi corazón deja de latir porque ya he visto esto antes. Es justo así como estaba Grace el día en que fue arrollada por un camión y murió. 

Desde el más allá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora