Capitulo 24.

290 19 0
                                    

Ambos nos bajamos de la cama apenas la vemos, Justin se pone de lado izquierdo mientras yo estoy al frente cara a cara con mamá. Ella nos evalúa con una mirada que no había visto antes. Trago saliva, mi respiración aún es muy acelerada por mi encuentro con él, intento calmarme pero el hecho de que ella nos haya visto me exalta más.

— ¿Quién es él? —pregunta en voz alta mirando a Justin con enojo. 

—Él es… —intento hablar pero él me roba la palabra.

—No quiero comenzar con el pie izquierdo. —susurra Justin mirándome, luego se vuelve hacia ella. —Soy su novio. —da pasos hacia el frente hasta acercarse a nosotras. Estira su brazo y abre su mano en torno a mi madre. —Me llamo Justin Bieber.

Mamá se queda quieta sin efectuar movimiento alguno, Justin en ningún momento baja su mano.

—Julia Lee. —Se presenta ella pero no recibe su mano. Justin suspira y se rinde bajando su brazo. —La puerta de entrada está abierta, Justin. 

—Claro. —susurra Justin con expresión de vergüenza. Valla… nunca lo había visto así.—Pero antes de irme permítame decirle que no tengo malas intenciones con su hija, quiero hacer las cosas bien con ella.

—Pues no fue el mejor inicio para demostrarlo. —reprende mamá cruzándose de brazos. Yo siento que las manos comienzan a sudarme… agh. ¿Es necesario que este incómodo momento continúe?

—Losé… y lo lamento mucho. —Justin me dirige una mirada fugaz y luego se acerca cautelosamente a la puerta de mi habitación. —Con permiso señora, fue un gusto. —Dice mirando por última vez a mamá.

—Ojalá pudiera decir lo mismo. 

¡No lo puedo creer! Sí que está enojada. Por Dios, esto no tendrá un buen final. Trago saliva reteniendo todas las palabras que tengo por decirle Justin se da la vuelta y pronto desaparece por las escaleras. Un silencio eterno e incómodo invade mi cuarto y yo volteo a todas partes menos a mamá que no deja de mirarme ni un segundo. Ya que no me dice nada decido en ir por algo de comer a la cocina pero apenas doy dos pasos al frente ella habla.

—No irás a ninguna parte, Meredith Luttor. —musita molesta. Me detengo y volteo a verla inexpresiva, acaba de decir mi nombre y apellido, ella en verdad esta muy molesta. —No hasta que me expliques qué fue lo que pasó. 

Una sonrisa sarcástica atraviesa mi rostro.

—Lo que sea que haya pasado no iba a llegar a más. —aprieto los dientes. —Él no merecía que le hablaras así. 

— ¿Y como querías que le hablara? ¿Querías que lo invitara a tomar una taza de té con nosotras? —su tono se eleva. —Ese sujeto estaba encima de ti tocándote toda, ¡¿Dónde quedaron tus modales?! ¡Tienes diecisiete años! —me grita.

— ¡Por Dios mamá! —grito también. —Ese “sujeto” es mi novio y no quiero que te refieras así a él. Es un gran chico, ¡Ni siquiera lo conoces! Déjame contarte que en ningún momento me obligó a nada que yo no quisiera, y también te platico que tengo algo llamado hormonas y te aseguro que tú también las tuviste con papá. —Un maldito nudo atraviesa mi garganta. Mi madre me mira con los ojos saltados como si lo que le digo no tuviera sentido alguno para ella. 

— ¿Hormonas? —aún habla demasiado fuerte. — ¿Estás diciéndome que ibas a acostarte con él? ¿Cómo te atreves? —grita y mis ojos se cristalizan… odio tener que ser tan débil peleando con ella. 

— ¿Y si me iba a acostar con él qué? —grito. — ¡Es mi vida, no la tuya! ¡Sé perfectamente cómo protegerme! ¡Que seas mi madre no te da el derecho de controlar mi cuerpo, suficiente haces con mi vida! —mi respiración es aceleradísima, las lágrimas a punto de salir de mis ojos. — ¡Que yo sepa tú te embarazaste de mí a los diecisiete, valla ironía mamá!

En ese momento soy recibida con una fuerte bofetada en mi mejilla. Mamá me voltea la cara con su mano haciéndome cerrar los ojos, el impacto es doloroso pero no es eso lo que me hace llorar, las lágrimas corren por mis mejillas porque estoy demasiado enojada, exaltada, confundida, no puedo pensar claramente, siento un profundo coraje hacia la mujer que me dio la vida. Pongo una mano sobre mi mejilla y me sobo, continúo sollozando y ni siquiera la miro a la cara. 

—No puedes seguir tratándome como a una maldita niña de cinco años. —susurro. —Lo único que haces es prohibirme hacer lo que yo quiero. Que yo te haya arruinado la vida no significa que tú me arruines la mía.

— ¿Qué dijiste? —pregunta. Volteo a verla y noto que está conteniendo el llanto. Admiro su fortaleza, yo soy un estúpido baúl de sentimientos encerrados que se chocan cada vez peor. —Nunca, nunca vuelvas a repetir eso… —la voz se le entrecorta. —Si tienes la idea de que embarazarme de ti me arruinó la vida estás muy equivocada, niña. —derrama una lágrima y eso me hace llorar más. Mierda… ¿Qué estoy haciendo? —Tú no fuiste un error para mí ni para tu padre. Yo dejé la escuela por ti, renuncié a mis sueños por ti, trabajé por ti, me desvelé noche tras noche por ti, te cuidé más que a mi propia vida desde el momento en el que naciste. Y, ¿Sabes? Por más malo que parezca no me arrepiento de nada porque tú fuiste el motor que cambió mi vida. Por ti aprendí a ser feliz con lo que tenía, hice mi vida y me casé con tu padre. ¡¿Y así es como me respondes?! —agacha su cabeza y se seca las lágrimas con su blusa. Dios mío… la escena me duele tanto, ella dio y renunció a tanto por mí, sus palabras me han llegado al corazón, en este momento no puedo parar de llorar y creo que nunca había estado tan arrepentida en toda mi vida. —Desde siempre he intentado educarte y enseñarte lo mejor que puedo, creí que lo había hecho bien Meredith… ¿Por qué me lo pagas así? ¿Cómo querías que reaccionara viéndote a punto de tener sexo con un muchacho al que no conozco? —Toma aire y continúa—, no quiero que cometas el mismo error que cometí yo. Tú no fuiste el error, la noche de calentura lo fue. Quiero que eso te quede claro, tú fuiste una bendición en el primer momento en el que te tuve en mi vientre, pero en esos años yo era una jovencita sin conciencia de lo que hacía e inexperta en una responsabilidad tan grande como tenerte... tú puedes continuar con tu escuela y realizar tus sueños y después pensar en hijos. Quiero que disfrutes tu juventud sanamente, yo sólo quiero lo mejor tanto para tu hermano como para ti.

Analizo sus palabras un momento en mi cabeza, mi pecho sube y baja y limpio mis lágrimas aunque el nudo continúe asfixiando mi garganta. Me acerco a mi cama, extiendo mis cobijas y sin quitarme los tenis ni cambiarme me acuesto y miro hacia el techo. 

—Ya que me lo explicaste déjame dormir. —pido apenas con habla. Ella niega con la cabeza y después de algunos segundos se acerca a la puerta. 

—Ese muchacho no es el problema. El problema es que para una madre nunca será fácil ver a sus hijos crecer y aceptar que un día ellos cometerán sus propios errores sin que podamos interferir, sufrirán las batallas que nosotros sufrimos y tarde o temprano los dejaremos ir después de haberlos tenido a nuestro lado por tanto tiempo. —Se limpia otra lágrima y se para en el marco de la puerta. Mi garganta sigue ardiendo con fiereza. —Cuando seas madre lo entenderás… te amo hija.

Y sin más sale de mi habitación cerrándola de un portazo. Me cubro con las cobijas hasta la boca y sin poder evitarlo todo llega como un remolino de emociones a mi corazón. Rompo en un mar de lágrimas imparables mientras mi estómago se estruja como un viejo y feo trapo sucio.

Twitter: @biebaslovers

Desde el más allá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora