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Ya era la hora para que Ji Min, con su saco de vestir negro, camisa y pantalón, saliera de casa en dirección a la ceremonia.

Cuando le entregó toda la lista de cosas a su profesora, ésta le agradeció por todo el esfuerzo. Ji Min no le dio importancia a eso, pero cuando la mujer le había dicho que tenía también que preparar y decorar el salón, su cara ya no sabía qué expresar.

Tuvo que hacerlo, porque protestar ya ni siquiera le servía. Y lo peor es que tuvo que aguantar a Yoon Gi. Éste le dijo que lo ayudaría, pero más que ayudar, arruinó todo. Hizo lo que se le vino en gana y a parte de eso, trató de manosearlo frente a otros pocos alumnos más que se prestaron (por extraña razón) voluntarios.

Yoon Gi era un ser insoportable. Y por mucho que Ji Min lo estuviese odiando, debía dejar que las cosas sucedieran así. Porque ahora era su esclavo.

Miró su reloj de muñeca y se acomodó su pelo por última vez en el espejo. Le gustaba cómo se veia; su figura no era tan rellenita, juraba que seguro perdió unos tres kilos.

Salió de su cuarto y bajó hasta la sala en busca de sus padres, pero no estaban en la casa al parecer. Se fue entonces caminando. No era tan lejos y tampoco estaba tan oscuro. Aún eran las siete y media de la tarde.

Al llegar a la escuela, se dirigió hacia el salón donde todo, supuestamente, ya estaría listo.

Se encontró con la mirada de uno de los integrantes del consejo, concretamente con el presidente. A decir verdad, no lo soportaba, creía que por alguna razón lo odiaba.

Lo ignoró por completo, pero el chico de cabello castaño se acercó hasta él con una notoria sonrisa de hipocresía.


—Park—lo nombró —Veo que no nos equivocamos al elegirte como organizador. Buen trabajo.


Te golpearía ahora mismo, Kim...imbécil.


Sólo se encogió de hombros y no le propinó ningún tipo de comentario. Quería ahorrarse sus quejas porque de nada le servirían.


—No pongas esa cara, hombre—palmeó su hombro repetidas veces—.Siempre creímos que tenías madera de decorador. Se ve todo muy elegante, me parece como si una delicada mujercita lo hubiese decorado, mmm...sí.


La mirada de Ji Min no pudo evitar fijarse en la cara del chico. Sabía muy bien a lo que se refería con esas cosas. Le molestaba, lo irritaba...

Ser calificado de homosexual solamente porque siempre andaba con Jung Kook, era algo que lo tenía hasta las pelotas.


—Métete tus opiniones por el culo, Jong Dae—escupió Ji Min casi gruñendo.


—No me gusta meterme cosas por el culo—hizo una mueca de asco y luego rio burlón —Pero a ti seguro que sí.


La paciencia de Ji Min en ese momento se agotó. Cerró su puño y trató de controlarse para no golpearlo, pero dado que no había nadie alrededor se lo pensó bastante.

Y cuando estuvo decidido a hacerlo, algo lo interrumpió.


—¡Ji Min!—lo llamó desde la distancia el peligrisáceo.

Haciendo un pacto con el Diablo +18 [Parte 1] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora