51

8.7K 1.5K 368
                                    

Volviendo a casa después de hablar un poco más con el profesor de literatura, Ji Min mantuvo su mente en blanco en todo el trayecto. Miró sus pies dando pasos lentos hacia adelante como si su cuerpo no quisiera llegar tan pronto a casa. Sacó las llaves de su bolsillo y la introdujo en la cerradura, pero antes de girar alzó su cabeza al frente y ni siquiera respiró. Escuchó unos ruidos en el interior que le hicieron pensar que a lo mejor el demonio había vuelto tras darse cuenta de que Lu Han seguía vivo. Ji Min temía entrar, incluso de tomar un poco de aire.

De todas maneras la opción de correr era inútil, por lo que lo único que le quedaba era entrar y afrontarlo. Giró entonces la llave, abrió la puerta y entró como si nada. Cerró tras de sí y quitó sus zapatillas.

Los ruidos en la cocina eran persistentes; no entendía lo que podría estar haciendo allí. Eran el sonido de metales chocando, ollas, cubiertos... Ji Min se asomó por la puerta de la cocina a ver qué era lo que ocurría.


—Ji Min, ¿por qué llegas tan tarde?


La situación que el pelinegro estaba viviendo en ese preciso instante lo llevó a pensar que quizás estaba soñando. Se le hacía irreal el ver allí a su madre, sonriente, sin ningún tipo de rara expresión en su rostro y sin esa mirada de ser inerte. Parecía también estar arreglada, peinada y muy bien maquillada. Sostenía una jarra con agua con la llenaba un poco en un bowl para mezclar con otra cosa que el menor no supo que era, en realidad no le interesaba.

No supo cómo reaccionar, pero por un impulso repentino fue hacia ella corriendo y la abrazó con fuerza. Evitó a toda costa que sus lágrima escaparan, no quería ser tan llorón.


—¿Qué pasa contigo?—le preguntó la mujer elevando una ceja, pero sin dejar de sonreír.


—¿Estás bien?— Ji Min se apartó de ella, la tomó del rostro y la analizó con cuidado, buscando que no tuviese ninguna herida.


—Estoy perfectamente, hijo. Deja de ser tan exagerado y dile a tu padre que su café está listo.


Ji Min sonrió ampliamente y corrió para encontrar a su padre. Lo vio sentado en el sillón leyendo el periódico. Sabía que no era un hombre muy cariñoso, pero no pudo evitar hacer lo mismo que con su madre. El hombre se mantuvo mirando a su hijo de reojo, inmóvil y sin decir una sola palabra.


—Papá...— el menor se alejó—Tu café está listo.


El hombre se levantó, sin entender el abrazo de su hijo. Fue hasta la cocina y le susurró algo a su mujer. Ella rio enérgicamente y siguió batiendo una mezcla de la que se desprendía un delicioso olor a vainilla y chocolate. Ambos se quedaron allí, hablaron tranquilamente, mientras que Ji Min se unía a ellos lleno de curiosidad y emoción por saber qué era lo que pasó. Se acercó a su padre y apoyó sus brazos sobre la encimera.


—¿Dónde está él?— les preguntó Ji Min a ambos, esperando ansioso una respuesta.


—¿Él?— su padre dejó la taza de café y frunció el ceño—¿De qué hablas, Ji Min?


—¿No recuerdan nada de lo que pasó?—volvió a preguntar, mirando primero a su padre y luego a su madre.


—No me digas que volviste a tener problemas en la escuela...


El menor negó rápidamente ante eso y decidió dejarlo así. Si no recordaban lo que les había pasado ni quién era el demonio, podía quedarse tranquilo. Aunque más allá de sentirse feliz por saber que ahora sus padres volvieron a la normalidad, sin saber el motivo, tenía que saber qué había pasado con Yoon Gi. Se suponía que él había dejado que otros demonios se metieran en el cuerpo de sus padres, y ahora que no estaban más, Ji Min volvió a preocuparse. ¿Y si le había pasado algo malo?¿Y si Yoon Gi peleó con el demonio y consiguió derrotarlo? No tenía idea, demasiadas preguntas se cruzaban por su cabeza sin siquiera tener sentido. Pero aun así no podía salir a buscarlo como si nada, se pondría en riesgo nuevamente.

Dio las gracias por haber anotado el número y dirección del profesor en un papel. Sentía la necesidad, por urgencia, de llamarlo. Era demasiado extraño que sus padres hubiesen vuelto a casa y no recordaran nada.

Ji Min marcó el número con prisa desde su teléfono y esperó impaciente a que contestara.


—¿Profesor?—se preguntó dudoso al escuchar un sonido—Soy Ji Min.


—Oh... ¿Qué ocurre, Park Ji Min?—su tono de voz sonó un tanto desinteresado, tanto así que Ji Min frunció el entrecejo un poco molesto.


—Mis padres han vuelto. Están bien, no recuerdan haber sido poseídos, pero Yoon Gi no ha vuelto y...


—Yoon Gi no volvió, ¿eh?—la voz al otro lado del teléfono sonó distorsionada. Ji Min sintió cómo su corazón se paralizaba. Obviamente reconoció aquella voz demoníaca y, por supuesto, temió lo peor—¿Te alegra que tus papás estén vivitos y coleando? Qué bueno, espero que se lo agradezcas al angelito de la guarda.


La voz de Ji Min empezó a temblar, no pudiendo terminar una palabra para maldecir a aquel ser despreciable con el que estaba hablando. El demonio había logrado colarse en la casa del profesor Kim Nam Joon y lo había atado y amordazado como si fuera su rehén. Había estado lejos de la ciudad gracias a que Yoon Gi logró llevarlo afuera para proteger a todos. Y dado que el ansia de consumir almas no detenía al demonio, cedió a largarse. Pero después de unos días, se enteró de que lo padres de Ji Min había desaparecido de su lado, incluso de los lugares a los que los mandó a hacer de las suyas. Los seres malignos que habitaron en sus cuerpo habían sido destruidos.

El causante de esto había sido Seok Jin. El ángel sabía de la situación de los padres del menor debido a que éste le contó. Y si bien decía no querer tener nada que ver en la situación, decidió librarlos de aquellas tortuosas criaturas. Pero ahí estuvo el primer error que cometió. Nam Joon le repetía constantemente que no se metiera en sus asuntos porque no quería verlo correr riesgos, pero Jin era terco y nada lo detuvo.

Ahora, debido a esto, Nam Joon estaba siendo amenazado por un joven peligris que estaba poseído por un demonio muy poderoso. Podía sentir que todo lo malo que Ji Min le contó acerca de él, podía reflejarse en tan sólo sus pupilas.


—¿Qué le hiciste al profesor?—Ji Min pudo preguntar finalmente, pero sin dejar de temblar. Tuvo que apoyarse sobre la pared para no perder el equilibrio.


—Nada, aún— rio, mirándolo al peliblanco quien lanzaba chispas con por ojos—. Pero lo haré pagar también por lo que no hiciste, Ji Min. Te ordené matar a Lu Han y no lo hiciste... Que decepción.


Nam Joon no hizo ningún sonido. No le importaba soportar la tortura del demonio, no podía morir pero sí sentir dolor. Lo único que le preocupaba era saber que su ángel estuviese bien.


—No le haga nada, por favor— suplicó Ji Min casi ahogándose en sus propias lágrimas—. Haré lo que quieras, lo juro.


—Ya es tarde para eso, Ji Min.


La llamada se cortó. Ji Min volvió a marcar desesperado pero no obtuvo respuesta. Aterrado por lo que fuera a pasar, se agarró los cabellos y no sabiendo qué debía hacer, lo único que tenía era ir hacia Lu Han.



Haciendo un pacto con el Diablo +18 [Parte 1] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora