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En su casa tuvo que aguantar muchos más gritos, amenazas de divorcio y competencia por quién se lo llevaba con él.

Por suerte, o quizás no tanta, tenía un día más para asistir a clase y ese día iba a ser el último de todos los de su vida. Estaba decidido a hacerlo y, claramente, lo haría en la escuela para que todos vieran toda la porquería que tuvo que soportar debido al bullying recibido por la pandilla de Oh Se Hun, la poca o nula atención que sus compañeros le daban y la misma escuela le prestaba y la indiferencia y poco cerebro que tenían sus padres.

No habló con Jung Kook, aunque le hubiese gustado despedirse de su único amigo en ese putrefacto lugar, pero si lo hacía seguramente lo detendría y no quería que nadie lo interrumpiera.

En la hora libre, como sabía que todos salían al patio debido al buen clima que hacía, subió hasta la azotea, pero tuvo que forcejear la puerta porque siempre estaba cerrada. Pudo salir al exterior sin problema, aunque al observar el lugar notó que había algunas rejas por seguridad.

Caminó decidido, sin inmutarse por lo que estaba a punto de hacer y subió a un pequeño escalón. El edificio era bastante alto por lo que su caída sería una tortura, como en su pesadilla.

Miró hacia abajo y vio un montón de cabecitas yendo de un lado a otro, pudo incluso hasta divisar a Jung Kook y más allá al idiota de Se Hun. Soltó un largo suspiro y cerró sus ojos, dejando que un pie se adelantara lentamente hacia su precipicio del suicidio.

Estuvo a punto de saltar al vacío, sin rodeos.


—¿Estás seguro de lo que vas a hacer? 



Una voz le habló a sus espaldas. No la había oído nunca en su vida, por lo que se giró lentamente a ver quién lo había interrumpido en su pequeño pase hacia la muerte.

Cuando se giró por completo, vio a un chico. Su piel era blanca, más que la suya, de pelo grisáceo casi rubio, labios finos y ojos gatunos. Estaba vestido de calle, con una chaqueta de cuero, jeans rasgados... No parecía alumno de la escuela. Pero lo que más le llamó la atención era que sentía que lo había visto antes.


—¿Disculpa? —Ji Min tuvo que bajarse del escaloncito para acercarse hasta el joven, quien lo miraba serio—Acabas de interrumpirme.


—Sí, ya lo veo—sonrió de lado— Por eso te pregunto, ¿estás seguro de lo que harás?


Ji Min frunció el ceño, no estaba entendiendo qué hacia ese tipo ahí, ni qué era lo que quería de él.


—¿Y a ti qué te importa? —le contestó de mala gana.


—No sabes cuánto—volvió a sonreír y se apoyó sobre la pared, metiendo ambas manos en sus bolsillos.


Ji Min decidió ignorarlo y volvió a subirse al escalón. Si quería verlo morir, entonces le daría un buen espectáculo. Como en las novelas trágicas.


—¿Sabes, Ji Min? A veces pienso que la vida siempre nos está dando segundas oportunidades.



—¿Qué...?



Ji Min escuchó su nombre salir de la boca de aquel desconocido. Le dio un gran escalofrío cuando lo pronunció, había sido extraño y sus vellos se habían erizado. Abrió sus ojos medio atemorizado y volvió a girarse hacia el chico que lo miraba como si se estuviese divirtiendo.

Haciendo un pacto con el Diablo +18 [Parte 1] COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora