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Día uno.


—Señorita Rodríguez ¿podría venir conmigo por favor?—pregunta la directora de la escuela.

Todos hacen el típico y estúpido sonidito como si se tratase de algo malo. Bufo y me levanto con extrema rapidez de mi lugar, camino en su dirección y sonrío luciendo lo más tranquila que puedo. —¿Pasa algo?—pregunto fingiendo serenidad porque siendo sinceros estoy muerta del miedo.

—No es nada malo si es que eso es lo que quieres saber—me reconforta en media sonrisa.

—Vale. Gracias—sonrío y sigo su caminata.

Se detiene frente a su oficina y me mira. —Pase por favor—dice abriéndome paso, una vez dentro señala un asiento frente a su escritorio.

—¿Sucede algo?—pregunto nuevamente sólo que utilizando una nueva conjugación de palabras.

—Ya le dije que no es nada malo— confirma nuevamente.

—Bien—sonrío. —¿Entonces para que me ha traído hasta aquí?— pregunto curiosa, la mujer se sienta al frente de mí y luego sonríe.

—El motivo por el cual te he traído hasta aquí se debe a que necesitó saber algunas cosas acerca de una persona de esta institución—me mira.

—¿De quién se trata?—pregunto curiosa. En realidad no conozco a nadie más que a Eleine, Stephanie, Emma, Lilly y Johan. Así que suponía se trataba de alguno de ellos de quién quería hablar.

—Erick Colón—responde, mi cara se deforma, imposible que sea de él quién quiere hablar, no tiene sentido, me parece absurdo. —Supe que ustedes dos realizaron un maravilloso trabajo en la clase de fotografía—sonríe orgullosa, cómo si ese imbécil hubiera hecho algo. —Pero hace unos días que no ha puesto ni un sólo pie dentro de esta institución... Entonces imagine que usted podría saber la razón—afirma.

Mis manos se mueven negando de inmediato. —¿Por qué iba yo a saberlo?— respondo indiferente. —No tengo ni una sola idea de dónde este ese chico.

—Bueno... Revisamos su casillero y encontramos algo con lo que deliberamos que tú y él estarían saliendo—me mira curiosa.

—¡¿QUÉ?!—grito. —¡No! ¿Qué fue lo que encontraron para deliberar algo como eso?—pregunto molesta.

Sin decir una sola palabra abre uno de los cajones de su escritorio y toma lo que pareciese una fotografía, la deja sobre la mesa al frente mío y a modo de señas me obliga a mirarla.

Con molestia la tomo entre mis dedos y observo el contenido de esta.

"¿Pero qué rayos?" me pregunto internamente. El lugar en donde me encontraba se trataba del lugar al que él me había llevado, aquel parque lleno de luz, el último lugar en el que habíamos mantenido una conversación de verdad.

—¿Qué se supone que hacia el con esto?—pregunto intrigada. La mujer me mira durante unos instantes, su ceño se frunce y sin decir absolutamente nada se levanta de su asiento y gira alrededor del mío, un ligero escalofrío recorre mi espina dorsal luego de que la mujer se pare frente a mí y se coloque en cuclillas para estar frente a frente.

—Necesito que le busques en su apartamento, quizás sólo a ti pueda responderte—ordena sin responder a mi pregunta.

—¿Por qué debería?—le reto molesta. Realmente no vine de México a Los Ángeles para estar detrás de un niñato que no quiere estudiar y del cual no tengo interés alguno.

—Señorita Rodríguez es un favor que le estoy pidiendo, es de suma importancia y debido a que ninguno de sus amigos me ha dado respuesta, supuse que usted podría hacerlo—dice la mujer alejándose.

CIEN ( Erick Colón, CNCO )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora