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Día CIEN

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Día CIEN.

Erick.

Salgo de mi habitación, llevo un ramo de fresas cubiertas con chocolate, sé que a Rachelle le van a encantar, era una forma de agradecerle todo lo que había hecho por mí.

Zabdiel desde el comedor se echa a reír mientras hace un gran intento por no escupir el bocado de cereales que lleva en la boca. —Luces como un loco enamorado—me dice luego de tragar su bocado.

—Y lo estoy—rio.

—Lo sé. Sólo quería recalcarlo—se encoge de hombros.

—Me voy ahora, pasaré por Rachelle—le informo tomando las llaves del auto que se encontraba sobre el mueble.

—¡Oh! ¡Espera!—dice llamando mi atención.

—¿Qué?—le miro cansado.

—Tú mamá llamó—le fulmino con la mirada. Rueda los ojos y se corrige; —La directora de tú instituto—gruñe.

—¿Qué quiere?

—Dijo que te requiere en su oficina hoy mismo. Dijo que es importante—hace una referencia de comillas recalcando lo último.

—Da igual. De todas formas no iré—digo rodando los ojos.

—¡Hey!—me detiene de nuevo. —Dijo que era un asunto I M P O R T A N T E... Por favor Erick. No creo que quieras más problemas—me mira. Tiene razón, fuera mi madre o no también era la directora del instituto y era capaz de todo a pesar de que yo fuera su hijo.

—Vale—cedo.

—Mucha suerte—grita desde adentro. De verdad la necesito. Mi madre es un dolor en el culo cada vez que intentamos hablar, no importa el tema siempre terminaba siéndolo.

Camino por el estacionamiento hasta encontrar mi automóvil, me adentro en el e inicie por conducir en dirección al instituto.

No encendí la radio como acostumbraba a hacerlo todos los días luego de la llegada de Rachelle a mi vida porque me sentía nervioso y tenía en mente que saldría algo mal.

Estaciono el automóvil y bajo de este cerrando las cuatro puertas con seguro, camino hasta su oficina y Martha su secretaría le anuncia mi llegada. Espero algunos minutos hasta que su puerta se abre y su silueta se asoma a través de esta, con una especie de seña me indica que ya puedo pasar y con toda la seguridad del mundo se sienta detrás de su escritorio.

—Creí que no vendrías—dice en un tono de voz neutro.

—Pues aquí estoy—respondo sentándome en el pequeño sillón que se encuentra al frente de ella.

—Me alegra que estés aquí, pensé que habías olvidado que tenías madre—espeta con molestia cruzando sus manos al frente.

—Lo habría hecho de no ser que llamaste a mi apartamento diciendo que era "IMPORTANTE"—hago comillas en el aire. —Que viniera hasta aquí.

CIEN ( Erick Colón, CNCO )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora