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Erick

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Erick.

Despierto sobre el sofá, es domingo y no tengo ganas de salir de casa, pero estoy completamente dispuesto a hacerlo si eso anima un poco a Rachelle. La veo tan destrozada.

Con pereza salgo del sofá y camino en dirección a mi habitación. Rachelle continua dormida y por lo visto ha llorado, tanto así que sus ojos están hinchados y una mueca de dolor asalta su rostro.

Tomo algo de ropa del armario y salgo de la habitación sin hacer ruido.

—Buenos días, hermano—me saluda Zabdiel en media sonrisa. —¿Ya despertó Rachelle?—pregunta con preocupación. Él la vio llegar pero no dijo nada para evitar molestarla o que se sintiera incómoda por su presencia.

—Aún no—respondo expulsando el aire contenido en mis pulmones.

—Espero que cuando lo haga se encuentre mucho mejor—me anima en media sonrisa. —¿Irás con los chicos?—pregunta dando un sorbo a su vaso con licuado de fresa.

—No lo creo—confieso.

—Bien. Entonces te veo más tarde— me informa acomodando su mochila sobre su hombro. —Cualquier cosa no dudes en llamarme—me ofrece tocando mi hombro con suavidad. —Aunque probablemente le haga bien salir y divertirse un poco, e ir con los chicos creó que sería una buena idea—asegura convencido de su idea.

Sé que probablemente sea una buena idea como también podría ser mala.

Sonrío. —Vale. Gracias—respondo.
Él sonríe y gira la perilla, en cuanto esta se abre el sale y, se marcha.

Suspiro y abro la nevera, tomo el cartón de leche y vierto un poco en un vaso.

—Buenos días—dice una voz lo bastante baja y ronca como para no darse cuenta de lo mucho que ha llorado.

—Buenos días—respondo volviéndome hacia ella.

—¿Qué hora es?—pregunta envuelta en una frazada, supongo se trata de aquella que había utilizado por la mañana para cubrirla del frío.

Observo mi reloj de mano. —9:37 am—respondo. Estaba tan ajeno a la realidad que ni siquiera me había percatado de la hora.

—Vaya—dice ella totalmente asombrada.

—¿Cómo te sientes?—pregunto preocupado, lleva grandes ojeras de un color bastante fuerte sus ojos están tan hinchados que apenas puede verme.

—Creo que mejor—dice sin más.

Suspiro.

—¿En dónde está Zabdiel?

—Se ha marchado.

—¿Se puede saber a dónde?— pregunta curiosa parece bastante interesada en mi amigo.

—Todos los sábados solemos reunirnos mis amigos y yo a ver películas o partidos de fútbol—explico.

—Y... ¿Por qué tu no fuiste con él?

—Porque tú estás aquí—suelto e inmediatamente me arrepiento de ello. —No.. No no... Me refiero a que tú... Digo yo... No quiero decir... No pensaba dejarte sola—me corrijo entre balbuceos pero sé que es tarde, ya la cagué.

Sus ojos están abiertos por completo y la frazada que lleva sobre sus hombros resbala por su cuerpo cayendo así hasta el suelo. —No sé porque he venido aquí—me espeta molesta. Sus dientes están apretados y su mirada se ha hecho totalmente intimidante.

Mis manos la detienen y rodean su rostro, agradezco demasiado tener tan buenos reflejos. —Lo lamento. Perdón no sé ni siquiera porque he dicho eso—intento disculparme pero ella se revuelve entre mis manos hasta que logra distanciarse de mí.

—No, perdóname tú a mí. No debí haber venido hasta aquí a molestarte con mis estúpidos problemas—grita. —Permiso—dice caminando en dirección a la puerta completamente molesta.

Sin dudarlo tomo sus manos y la envuelvo entre mis brazos sé que ella no puede con mi fuerza. Ella se revuelve una vez más entre mis brazos pero no lo logra.

—¿Puedes tranquilizarte?—pregunto con cansancio pero pareciese no escucharme pues se revuelve con más intensidad.

—¡Suéltame!—grita molesta, pero no hago caso. No pienso siquiera en hacerlo.

Con ambas manos la giro hacia mí y presiono su boca duramente contra la mía. ¿Por qué lo estoy haciendo? Fue un impulso que no pude detener. Tal vez esta sea la manera que conozco de resolver los problemas.

Su cuerpo parece destensarse y sus manos toman posesión de mi rostro así como las mías de sus caderas. Sé que hemos hecho esto millones de veces pero este beso es mil veces mejor que todos los de antes.

Con mis manos presiono su cuerpo contra el mío, ahora mismo puedo sentir su corazón y sé que late tan deprisa como el mío.

Ella me suelta e intenta recuperar el aliento pero no lo hace pues sin pensarlo dos veces pega su boca a la mía una vez más. Ni siquiera termino de procesarlo cuando me obliga a sentarme en una de las sillas del comedor y comienza a menearse, presionando las caderas contra mí para crear fricción.

¿Dónde has aprendido esto Ray?

Mi mente no logra procesar nada cuando ella se detiene y baja de mí rápidamente.

—Lo... Lo lamento—balbucea con los labios hinchados, los míos deben estar de la misma manera.

—Yo...yo...—trago saliva. —Yo tuve la culpa—digo. La cabeza me da vueltas y sé que le sucede lo mismo, su rostro me lo dice.

—Creo... Creo que debería irme—me dice pero no creo que eso sea conveniente.

—No.

—No voy a hacerte caso. Aún no olvido que eres un idiota—escupe disgustada. "Ahí está Rachelle que conozco".

Suspiro cansado. —Te he dicho que me disculpes...—le digo.

—Erick—me detiene. —Creo que estamos a manos—dice y rió.

—Vale.

Entonces ella hecha su cabeza hacia atrás y ríe conmigo.

¿Cómo es que su humor cambia con tanta rapidez?

—Y... ¿Qué dices?... ¿Vienes conmigo?—pregunto. Ella me mira, lo duda unos instantes y luego asiente con la cabeza.

—Bien... Pero antes me daré una ducha—me mira sonriente.

—De acuerdo—sonríe y se aleja de mi vista.

Mi mente sigue sin poder procesar absolutamente nada de lo que ha sucedido.

Estoy confundido.

« Mierda ¿Por qué me siento así? »...






All The Love ♥

CIEN ( Erick Colón, CNCO )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora