Nos vestimos y salimos de allí. Él ni siquiera terminó su trabajo, directamente me fue a llevar a casa dando por imposible el poder volver a concentrarse. Casi no hablamos por el camino. Me dejó en casa y me dijo que me pasase por Elite esa noche, que hablaríamos él y yo más tranquilos. Me dijo que no quería hablar, porque no quería estropear el momento discutiendo como hacíamos siempre. Le di un beso en la mejilla y me subí a mi casa. Estaba agotada. Todavía dormían todos, tenía el pijama preparado encima de la cama, y esta, estaba abierta. Baje la persiana y me puse a llorar. ¿Qué me pasaba?. Había sido una noche perfecta, la gente me adoraba, era guapa, tenía buen cuerpo y tenía de cabeza a los hombres que quería, además de poder permitirme el salir por la noche sin pagar nada, me sentía adorada. Pero aun así me sentía muerta. Era como la frase de aquella canción, "mi vida llena y mi alma vacía". Me sentía sucia y lo que es peor me compadecía de mi misma. Intentaba saber lo que sentía hacia Mario y porque había hecho aquello. Me sentía en el fondo vendida, pero no solo a Mario, sino a todo el mundo, era como si traficase con una imagen de Alejandra que todo el mundo quería, pero que no era real. Eso era, no me sentía real... La sensación de compasión de uno mismo es tan absolutamente desagradable que intente deshacerme de ella, pensar en otra cosa, y para mi asombro, pensé en Jaime y me quedé dormida.
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Me desperté ,abrí un poco la persiana y mire la hora. Eran ya las cuatro de la tarde. Con la persiana un poco abierta me quedé en la cama pensando. Me encontraba de mejor humor que la noche anterior al llegar a casa. Pensé en todo lo que había pasado. A veces me pasaba que cuando me despertaba no sabía realmente lo que había soñado o lo que había pasado en realidad. Se mezclaba todo en mi cabeza, queriendo admitir algunas cosas y otras no, dejándome convencer a mi misma que algunas habían sido parte del sueño.
Oí la voz de mi madre diciendo que me iba a despertar ya porque no era bueno dormir hasta esas horas. La verdad es que no tenía problemas en casa con la hora de llegar. Mis padres lo habían ido asimilando con el tiempo y desde hacía un año tenía toda la libertad que deseaba. Pero eso no quitaba que mi madre me preguntase lo que hacía, que soltasen la típica frase de ¡vaya horas las de anoche, o mejor las de esta mañana!, que aunque fuese bastante egoísta por mi parte me sacaban de quicio. Al momento entró mi madre:
- Vamos niña que ya es hora.
- Ya mami, pero es que estaba ya despierta pero se esta tan bien en la camita...
- ¡Que perezosa eres!. ¡Con lo que me hacías sufrir de pequeña, porque no querías dormir!. Pero claro, con las horas a las que has llegado...
- Es que me fui a desayunar con Mario, y como él trabaja hasta tarde, ya sabes..
- Me pregunto qué hacéis hasta esas horas...
- Pues ya lo sabes, bailar y encontrarte con millones de personas conocidas. No se mamá, las cosas que hace toda la gente joven, y que supongo que harías tu de joven.
Estaba mi madre sentada en mi cama, suspiró, eso era el preámbulo de empezar a contarme cosas de cuando era joven:
- Si cariño, pero tu padre y yo, íbamos a guateques a las cuatro de la tarde. No sé qué manía tenéis de estar toda la noche por ahí - me arropó un poco y continuó- ¡no sabes el calor que pasábamos a las cuatro de la tarde en verano, cuando se hacían al aire libre! Ya sabes que tu padre y yo nos conocimos en un guateque a las cinco de la tarde. Yo creo que a esas horas a las que salís no se puede conocer a ningún chico decente.
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JUGANDO A JUEGOS DE MAYORES
RomanceAlejandra es una niña bien, estudiante de periodismo guapa que le gusta mucho salir por la noche. Pronto descubrirá que enamorarse de mafiosos no es un juego y que en ocasiones los amores mas reñidos, son los más pasionales al final.