CAPITULO 28

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Me desperté al día siguiente. Nada más levantarme el dolor de cabeza me hizo recordar lo que había pasado el día anterior. Eran las nueve de la mañana. Todavía estaba enfadadísima. Me duche me vestí cogí las llaves del apartamento de Eduardo. Supuse que todavía estaba dormido. Cogí un taxi porque no quería que mi ira descendiese en el camino. Llegue y abrí la puerta con gran estruendo. Empecé a coger todas las cosas que con el tiempo había llevado a aquella casa que había sido casi como la mía. Las lágrimas resbalaban por mi cara. Al momento apareció Eduardo con cara de sueño y desconcertado.

- ¿Que haces aquí y que narices está pasando? ¿Porque recoges todas tus cosas?- me preguntó desconcertado.

- ¡No has hablado con tus amigos de lo que paso ayer, por lo que veo!- le contesté llena de Ira

- ¿Que paso?. Dime Ale- preguntó preocupado.

- ¡No! ¡Que te lo digan tus amiguitos!

- Dímelo- me exigió ya perdiendo los nervios y acercándose a mi.

- ¡Déjame en paz!, estoy más que harta de tus exigencias. No cariño, no te cuento nada porque no te quiero implicar en mis negocios. ¡¡NO TE JODE!!. Vete a la mierda. No te quiero volver a ver en lo que me queda de vida. Sucio mentiroso rastrero.

- Quieres calmarte y contarme las cosas tranquilamente- se calmó él también un poco ya que sabía que si no no lo haría yo.

Me senté en una silla desfallecida, llorando desconsoladamente, con mi ropa en la mano. Eduardo se acerco a mí y me abrazo.

- Vamos... No sé lo que paso pero lo siento, lo siento mucho.

- Déjame en paz Eduardo. Me has mentido y me has puesto en peligro, te odio por eso.

Le conté todo lo que había pasado el día anterior.

- ¡Dios mío Alejandra!, no sabes cuánto lo siento. Era un envío muy pequeño y tenía casi un valor representativo. Pensé que no te pasaría nada y que de ti nunca sospecharían nada. Ni siquiera sabía que te seguían a ti también- contestó llevándose las manos a la cabeza realmente preocupado.

- ¿No me digas que me han estado siguiendo?- pregunté perpleja. Cada cosa de la que me enteraba era peor a la anterior.

- Probablemente sí. Llevan detrás de mi mucho tiempo y quieren pillarme por donde sea- me confesó.

- No me puedo creer todo esto- le miraba incrédula.

- En realidad creo que solo querían asustarme y hacerme ver que van a por todas- hablaba para sí mismo.

- Lo siento Eduardo yo no valgo para esto, no soy de tu mundo. Lo he intentado y al principio me parecía todo estupendo, pero ya no puedo más- dije echándome a llorar de nuevo.

- No Ale, te necesito más que nunca- se acercó a mí implorándome.

- Te quiero, pero no sé hasta que punto soy capaz de resistir esto. Ayer casi me muero.

- Ahora no me puedes abandonar. Te adoro. Nunca debí darte el paquete, lo siento. No puedo perderte. Eres la única mujer a la que he querido de verdad.

- No lo sé- y era verdad, no sabía q hacer. En cierto modo era como si estuviera enganchada a él, al peligro que representaba.

- Si me dejas me hundo Alex. Solo pensar por un momento que me abandones... No puedo renunciar a ti-su mirada era obsesiva- te prometo que no volverá a pasar.

- Me tienes que dar un poco de tiempo para que recapacite- le dije finalmente.

Me fui sin darle opción a replicarme, porque sabía que si estaba allí dos segundos más con él, acabaría convenciéndome como hacia siempre. El ejercía un poder sobre mi extraño, que a veces me daba miedo. No sabía hasta donde llegaría por él, ni lo que sería capaz de hacer.

El resto de la mañana la pase en el Retiro, pensando en todo aquello. La verdad es que realmente no sabía si estaba enamorada de él, pero lo que tenía claro es que aquello no podía seguir así, Decidí tomarme algún tiempo para mí y recapacitar, sería lo mejor.

JUGANDO A JUEGOS DE MAYORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora