Salimos a las doce y media de la mañana. Eduardo me paso a buscar. Me había advertido que no me llevase solo ropa de campo, que por la noche siempre había fiestas y había que ir elegante. Yo tenía el problema de que trajes de noche de fiesta no tenía. Me lleve al final uno de Nochevieja, negro recto largo, sencillo y muy fino.
Eduardo cuando me paso a buscar, llevaba puestos unos pantalones de pana marrones unas botas marrones, una camisa de cuadros de Armani entonada perfectamente con el resto de sus ropas y un jersey marrón de Ralph Lauren sobre los hombros. Tuve que reconocer que estaba guapísimo, casi más guapo que con sus impecables trajes de chaqueta. Estaba entusiasmado, como si fuera un crío de dos años. No hacía más que decirme lo bien que nos lo íbamos a pasar, todo lo que íbamos a hacer, etc. Al final terminó por contagiarme a mi toda su excitación.
Aunque el camino no era muy largo hicimos una breve parada para tomar algo. A pesar de ser abril el tiempo era totalmente veraniego. Hacia un sol espléndido. Cuanto más nos acercábamos más nerviosa me sentía, no sabía si le caería bien a sus amigos o si ellos me caerían bien a mí. Después de media hora emprendimos el viaje de nuevo y a los tres cuartos de hora escasos estábamos en la puerta de la finca. Me quedé alucinada cuando dos guardias de seguridad nos abrieron las dos grandes verjas negras con un gran letrero en el que ponía el nombre de esta "Almazán".
Desde la verjas hasta la casa tardamos cuarto de hora en coche. Aquellos terrenos eran impresionantes. Lo primero que me chocó es que esos terrenos no estaban aprovechados. No se veía ni el más mínimo rastro de ganadería, caballerizas o algo por el estilo. Cuando divisé la casa me quede completamente alucinada. Aquello era enorme y se veía un gran ajetreo de gente coches y todo a gran lujo.
Llevamos el coche hasta la puerta de entrada. Allí dos mozos nos cogieron las maletas y se llevaron el coche para aparcarlo. Nada más bajar Eduardo empezó a saludar a un multitud de personas, algunas no desconocidas del todo para mí ya que me sonaban de haberlas visto en televisión o porque eran periodistas o empresarios conocidos.
Estaba asombrada por completo. Nada más lejos de mi idea de fin de semana en el campo. ¿Por qué me había ocultado Eduardo lo que realmente era esta reunión?. Lo peor es que yo no tenía ni idea de que era aquel "picnic" como lo llamaban ellos, pero puedo asegurar por lo que vi que era de todo menos un picnic. Aquello parecía una reunión de Al Capone y su familia.
Me llevaron a una habitación. No era grande, ni demasiado confortable, pero agradecí que tuviera baño individual, ya que yo no conocía a nadie y me sentía un poco incómoda. La habitación estaba decorada al estilo de campo. De madera natural, una cama amplia con un edredón de variado colorido, una mesita de noche, un armario y una pequeña cómoda. Hubiera sido muy confortable de tener un poco mas de vida, de personalidad.
Empecé a deshacer la maleta ya colocar mis cosas un poco. En el pasillo se oía un gran alboroto como si todo el mundo se lo estuviese pasando en grande. Al instante llamaron a mi puerta, abrí y era Babi, me dio un abrazo demasiado efusivo a mi parecer, pero correspondí ya que era la única persona que conocía y suponía mi salvación. Se sentó en mi cama llena de cosas.
- Que tal encuentras todo esto?. Debes estar flipada, yo la primera vez que lo vi alucine en colores.
- Si la verdad es que esperaba otro tipo de cosa cuando Eduardo me dijo un fin de semana en el campo y entre amigos.
- Yo casi me muero pero luego te vas acostumbrando a este tipo de cosas y de salidas raras que tienen. De todas formas no te queda por ver ni la media mitad. Lo que vas a ver aquí este fin de semana no lo olvidaras en tu vida, yo nunca olvidaré la primera vez que vi esto.
Dicho esto se levanto y se dirigió a la puerta para irse pero antes me dijo:
- Ponte algo medio mono y dentro de cinco minutos paso a buscarte y te enseño esto antes de la próxima comida.
Se fue de mi habitación dejándome allí riéndome sola. Al segundo se volvió a abrir la puerta, sin llama:
- ¿Que se te ha olvidado Babi?- dije sin darme la vuelta
- Creo que no soy Babi- sonó la voz de Jaime y el corazón me dio un vuelco.
- ¡Jaime! ¿Que haces aquí?.
- Ya sabes, donde tú vayas nena- contestó sonriendo y guiñándome un ojo.
- Vete a la mierda- le dije sonriendo.
- Repites esa frase tantas veces al día o solo cuando estoy yo delante. Así no me vas a impresionar nunca.
- Debo ser amable contigo, porque me hiciste un favor que pocas personas habrían hecho, pero no me busques Jaime que me encuentras. Por cierto muchísimas gracias.
- De nada- dijo poniéndose muy serio- solo quería saber si estabas bien, bueno Eduardo lo quería. ¿Está todo bien?
- Perfecto, gracias Jaime.
Se fue sin decir nada más. Que raro era aquel hombre, era todo un misterio para mí.
A los cinco minutos de irse Jaime vino Babi a buscarme y me llevo a ver toda aquella peculiar finca. Era maravillosa, sin escatimar ningún tipo de lujo en el mobiliario y en toda la infraestructura, era un sitio increíble. Me sentía un poco fuera de lugar como si ese no fuese mi sitio en realidad. La gente iba y venía de un lado a otro organizando las cosas y todos parecían conocerse desde hacia tiempo y charlaban animadamente. Babi empezó a ponerme al día de como eran aquellas reuniones y de quienes eran las personas. Muchas de ellas eran conocidas y muchos de aquellos hombres no estaban precisamente con sus esposas. Después de el recorrido me fui otra vez a mi habitación estaba cansada y quería descansar un poco antes de que empezase nuestra vida social lo cual en esos momentos me apetecía bastante poco. Llegue y me tumbé en la cama. Era comodísima, cerré los ojos y me quede allí disfrutando de la comodidad. De pronto oí que la puerta se abría, entorne mis ojos y pude ver a Eduardo acercándose a mí. Abrí los ojos y me quede mirándole, aquellos ojos tan azules que me recorrían de arriba a abajo. Mi necesidad de él fue creciendo según me miraba y no se acercaba mas a mí, se quedaba allí parado quieto mirándome como si nunca se fuese a acercar. Me acerque a él, que estaba de pie pegado a la cama, empecé a besarle, y la dos minutos casi con urgencia empecé a desnudarle brutalmente. El correspondió a mi deseo salvaje y en cuestión de minutos estábamos los dos unidos en una frenética marcha. Ni siquiera habíamos reparado en desnudarnos por completo. La seguridad que me proporcionaba el cuerpo de Eduardo era impresionante. Tenía mucha fuerza. Se puso de pie conmigo encima, los dos sudábamos debido al esfuerzo que estábamos realizando. Se apoyó en la pared, y me balanceaba como si yo tan solo fuera una muñeca entre sus brazos. Al poco tiempo y lo que es más asombroso, a la vez, llegamos los dos al culmen, tras lo cual nos quedamos extasiados tumbados en la cama como si de dos cadáveres se tratase, sonriendo después de aquella tan deliciosa muerte.
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JUGANDO A JUEGOS DE MAYORES
RomanceAlejandra es una niña bien, estudiante de periodismo guapa que le gusta mucho salir por la noche. Pronto descubrirá que enamorarse de mafiosos no es un juego y que en ocasiones los amores mas reñidos, son los más pasionales al final.