CAPITULO 36

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        Nos despertamos juntos en la cama. Me dediqué diez minutos a observarle mientras dormía, tan solo con mirarle mi corazón latía más fuerte. El abrió los ojos como si supiera que le estaba vigilando. Su mirada aparto todas mis dudas sobre su reacción al despertar, pensé que quizás lo que yo sentía no iba a ser correspondido, porque era demasiado maravilloso. Me miro a los ojos directamente:

            - Te quiero Alex, te he querido siempre- me dijo mirándome fijamente. Era tan intensa su mirada que no era capaz de mantenérsela.

            - ¡Pues lo disimulabas muy bien!- dije acercándome a darle un beso

            - A ti tampoco se te notaba demasiado.

            - Ya lo sé. Hemos sido idiotas. La reacción ha sido igual en los dos.

            - Te odiaba y te quería a la vez. No me hacías ni caso, y es mas siempre estabas con alguien cercano a mí. Primero con Mario, luego con Eduardo... Era horrible, como lo pasaba mal, opte por ponerme a la defensiva.

            - ¿Y que me dices de tu y Ana?- le pregunté molesta.

            - Lo hice para ver si te fastidiaba un poco. Lo conseguí ¿no?.

            - Si me dio una rabia tremenda. He estado mucho tiempo intentando negar toda la historia. Cuando te vi aquí creí que me moría y en el fondo sabia que esto tenía que pasar, tarde o temprano, y ¡no hemos podido ni controlarnos un día!. No sabes lo que me alegro- le dije riendo- si todo el mundo me lo decía, que tu estabas loco por mí y que yo estaba loca por ti.

            - ¿De verdad?- me preguntó perplejo

            - Si, porque decían que éramos demasiado intensos discutiendo. Que no era normal. Jajaja

            - He de confesarte que pedí ese traslado tan repentino por ti.

            - ¿Por mi?- le pregunté sorprendida

            - Si no podía estar más cerca de tu lado sabiendo que no te podía tener. La verdad es que Eduardo me obligo a venir, que si no me quedo allí durante casi toda mi vida, que es lo que me hubiese costado olvidarte- dijo cogiéndome y dándome un beso.

            - Me dejas totalmente alucinada. Y yo como una idiota preguntándole a todo el mundo, discretamente que donde estabas, que cuando venias que qué era de tu vida...

            - ¿De verdad?- ahora el sorprendido era él.

            - De hecho Mario se quedó de una pieza cuando le pregunté por ti. Claro, ¡todo el mundo se extrañaba porque como teníamos esas discusiones tan acaloradas!

            - Deberíamos levantarnos, son ya las dos y media.

            - Por mi me quedaría toda la vida así, pero creo que es imposible. Además tengo hambre.

            Me metí en el baño de abajo, que tenía la bañera redonda más grande. Todo a propósito, porque sabía o esperaba que Jaime viniera detrás. Así fue y nos dimos un baño juntos. Yo le jabonaba a él sin poder evitar dejar caer besos y mordiscos sobre su piel. Era genial, empezamos jugando salpicándonos y jabonándonos mutuamente y acabamos besándonos apasionadamente.

            - Nuestra relación se desarrolla en el agua Jaime- le dije dándome cuenta de que estábamos de nuevo en el agua.

            - Tienes razón, vamos fuera.

            Sin más me cogió en brazos empapada y me saco fuera hasta una de las habitaciones de la planta baja. Me depositó en la cama con mucha dulzura y empezó a secar mi cuerpo con sus labios, cerré los ojos y me deje llevar.

Por primera vez me acosté con un hombre siendo plenamente yo misma. Sin pensar en un momento en nada. Sin tener que aparentar. Jaime hacia que me sintiese cómoda y en otro mundo, era lo mejor que me había pasado nunca. Me sentía segura, guapa, sexy.  Si el cielo existía debía de parecerse a aquello.

            A las cuatro y media y ya vestidos y dispuestos a salir por ahí a comer y a la playa. Fuimos a buscar a Cristina y a Silvia que se habían despertado hacia diez minutos. Nos quedamos en la cocina esperando a que terminasen de vestirse y picando algo.

            - No se te ocurra decir nada de lo de ayer- le advertí.

            - ¿Por qué?- me preguntó un poco confuso.

            - Déjame Jaime, que me quiero reír con su cara de sorpresa

            - Es decir, que haré como siempre seré borde, ¿no?- me preguntó ya divertido por la situación.

            - Si genial, tú sígueme la corriente- le dije.

            - Ya vienen.

            - ¡Déjame en paz Jaime!-. Fingí regañarle, pero le miraba y lo único que podía pensar era en sus besos.

            - Si yo no soy guapa eres tú que estás obcecada conmigo- me miraba y notaba su deseo.

            - ¿Ya estáis discutiendo?.- entró diciendo Cristina.

            - ¿Donde estuvisteis ayer?.- comentó Silvia.

            - ¡En casa porque este se cree mi dueño!- dije fingiendo estar ofendida.

            - Lo soy Alejandra lo soy- contestó mirándome tan fijamente que hizo que mi corazón se parase

            - Le odio- dije devolviéndole la mirada.

            - Creo que nos deberíamos ir, porque sino os vais a terminar matando. Además tenemos hambre- dijo Cristina intentando apaciguar nuestros ánimos.

            Nos subimos en el coche y bajamos hacia el pueblo. Cristina y Silvia iban contándonos lo que les había pasado el día anterior. Llegamos al restaurante y nos sentamos los cuatro. Jaime estaba en frente de mí. Yo no podía evitar reírme porque sabía que mis amigas se iban a quedar impresionadas.

Pedimos la comida y al final pedimos helado. Cuando mis amigas se fueron al baño Jaime y yo aprovechamos, era una tortura que nuestros labios estuvieran separados más de dos minutos. Después de comer bajamos a la playa y cogimos hamacas para todos. Cristina y Silvia estaban una a cada lado de nosotros que estábamos juntos. Nos pusimos a tomar el sol. Teníamos música de fondo de un chiringuito de playa que estaba cerca.

            - Jaime ¿me das crema?- dije para asombro de mis amigas.

            - No soy tu esclavo- me contestó el altivo.

            - ¿Si te doy a ti primero luego me das tu?- le provoqué.

            - Vale. Ese trato me gusta.

Me levante y empecé a darle crema por la espalda. Cristina y Silvia me miraban y me hacían señas preguntándose si estaba loca.

            - Ahora por delante date la vuelta Jaime. Que ya puestos te hago la obra completa- dije sonriendo.

            Me senté en su hamaca y comencé a darle crema por los brazos. Deslizaba mis manos suavemente por su cuerpo, sensualmente, sin prisa… Notaba como poco a poco se empezaba a poner cada vez más tenso. No pude ni empezar a darle crema por su torso liso, me cogió fuertemente y empezó a besarme. Yo no oía comentario alguno de Cristina y Silvia que se habían quedado mudas.

JUGANDO A JUEGOS DE MAYORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora