Cuando llegamos a Shiara saludamos a Pedro, el dueño. Nos bebimos una copa tranquilamente en la barra divisando el panorama. Las tres íbamos muy animadas.
Nos fuimos a una especie de tarima que había en el local a bailar, ya que empezaban a poner música de baile y para nosotras era imposible estar quietas mientras ponían este tipo de música. Yo como siempre me senté un rato. Al poco rato me levante y me incorporé a ellas. En nada estábamos las tres bailando allí arriba como posesas.
De pronto vi entrar por la puerta a un chico, que debería rondar los veintiséis años. Iba con una chaqueta de color pálido, que hacia contraste con el moreno de su piel y de su pelo, engominado hacia atrás, y con los ojos azules, que parecían dos faros. Iba con unos amigos y se dirigían al la barra que estaba al final del local, pero tenían que pasar por nuestro lado. Cuando paso me quede mirando, él me respondió a la mirada y sonrió, formándose hoyitos en su rostro. Se acerco a mí tranquilamente y me dijo - me encantaría conocerte. Lo dijo de una manera natural, galante... Me quede impresionada con su mirada y con su sencillez. Al instante subió a la tarima y nos pusimos detrás. Empecé a bailar mirándole, tocándole ligeramente, intercambiando miradas parecía que no necesitábamos hablar. A los cinco minutos de estar con él me parecía que le conocía desde siempre. Pusieron una canción sensual pero con ritmo. Yo bailaba en frente de él, nuestras caras estaban juntas y de pronto, no sé ni como surgió, me dio un beso, cálido, dulce. Creo que nunca había comprobado realmente hasta entonces lo que era un beso que realmente surge, que no está premeditado ni pensado en absoluto. Seguí bailando y provocando a aquel chico que me miraba con una media sonrisa, regocijándose en mis movimientos dirigidos a él. Le volví a besar, palpé su cuerpo, duro y firme como una roca y perfectamente en su sitio. Palpé los cuadraditos de las abdominales. El parecía divertido con aquella exploración mía. Al poco rato relativamente nos tuvimos que ir. Aquel enigmático hombre me dio su teléfono. Se llamaba Ajman, y era de Casablanca. Salí del local oliendo a su colonia, y era impresionante. Mezcla de masculinidad, calidez, morbo y dulzura. Antes de irme me di media vuelta para mirarle, y cuando le vi se trataba de Jaime. El sueño comenzó otra vez pero esta vez no era Ajman, era Jaime el personaje de mi sueño.
Me desperté, de pronto, sudando, confusa, y me incorporé en la cama. Por un momento no sabía dónde me encontraba y si era real, había soñado con él otra vez. Durante un instante pensé que realmente había sucedido, y que me daría la vuelta y encontraría aquel hombre a mi lado en la cama durmiendo plácidamente. Me volví a tumbar. Me estaba volviendo loca de remate. Había soñado con Ajman, un chico maravilloso con el que había salido durante un periodo de tiempo, pero porque se convertía en Jaime?. Aquel sueño me quería decir algo, pero no sabía bien lo que era. Mi subconsciente me estaba avisando de algo. La imagen de aquel hombre me obsesionaba, sus labios, sus besos esparciéndose por toda mi cara, inagotables, dulces. Sus manos, rozando suavemente la piel de mi cuello. Aquella mirada tan penetrante...
Cuando sonó el despertador para levantarme no recordé la experiencia de la noche. Pero en cuanto abrí la persiana recordé perfectamente el rostro del árabe convertido en Jaime, con las facciones marcadas en mi mente.
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JUGANDO A JUEGOS DE MAYORES
RomanceAlejandra es una niña bien, estudiante de periodismo guapa que le gusta mucho salir por la noche. Pronto descubrirá que enamorarse de mafiosos no es un juego y que en ocasiones los amores mas reñidos, son los más pasionales al final.