CAPITULO 18

22.2K 333 1
                                    

            Me desperté desconcertada. Mire a mi alrededor y no reconocía el lugar. Pronto recobre la memoria y supe donde estaba, aunque no sabía realmente bien como había llegado hasta allí. Me di media vuelta en la cama y vi a Jaime durmiendo a mi lado. Lo último que recordaba era a Jaime sentado en la cama mirándome, así que supuse que se quedó inevitablemente dormido allí. Me quedé observándole. Tenía una mano apoyada en mí, intentando no despertarle, se la quité y me levanté. Eran las tres de la tarde, había dormido cerca de cuatro horas, pero no estaba cansada. Me puse mi ropa y me arreglé un poco como pude. Cuando ya me iba a ir oí que Jaime se había levantado.

            - ¿Te vas sin despedirte?- me preguntó pillándome por sorpresa. Hasta recién levantado era guapísimo.

            - No quería despertarte- me excusé.

            - Espera un momento que me visto y te llevo.

            - No Jaime, en serio, me cojo un autobús y me despejo de paso.

            - Que no, que lo mínimo que puedo hacer es llevarte.

            - Te lo pido por favor, ya has hecho suficiente por mí, de verdad. No estoy cansada. Solo dime donde estoy, porque no tengo ni idea.

            - Esto es Castellana. Estamos entre Cuzco y Lima. Pero déjame que te lleve que no me cuesta nada de verdad- me pidió en tono suplicante.

            - Que no, que no- no quería pasar más tiempo con él, estaba desconcertada.

            Dicho esto me acerque a Jaime le di un beso en la mejilla, otra vez las gracias y me fui corriendo, sin darle tiempo a reaccionar. Solo escuche que Jaime decía - me va a volver loco.

            Me puse las gafas de sol, ya que la luz me molestaba muchísimo. Me extraño que habiéndome tomado un valium hubiese dormido tan poco. Me dio un escalofrío el pensar cuantas drogas podía llevar en el cuerpo. Pensé que a lo mejor no me lo había tomado entero, lo justo para calmarme un poco.

            Me fui a la parada del autobús. La gente me miraba con cara rara. La verdad es que llevaba unas pintas para ser las tres de la tarde un poco extrañas. Cuando me subí en el bus, intenté recordar lo que había sucedido aquella noche. Por un momento pensé que no quería ni recordarlo, era una sensación muy rara, como si el pensar tan solo me hiciese daño, me deprimiese. Recordaba todo como en una especie de sueño insólito. La sensación era indescriptible, rarísima. Me plantee como a veces podía ser tan tonta. Luego estaba Jaime. Cada vez le entendía menos. Pero la verdad es que se había portado conmigo como creo que no lo hubiese hecho mucha gente. Intente buscar una explicación a su comportamiento, pero en todo el trayecto no la encontré. Hay una frase que dice " nunca le deis la vuelta a lo que brilla para buscar su lado opaco", así que me lo apliqué y dejé de darle vueltas al tema.

            Por fin llegué a mi casa. Mi madre estaba con cara de perro y mi padre me lanzo la típica indirecta. Estaba tan cansada que pase de ellos y me encerré en mi habitación. Caí en la cama y me puse a llorar. No sabía porque lloraba. Quizás era por todo, porque lo necesitaba. A los cinco minutos estaba mi madre llamado a la puerta, la pobre toda agobiada.

            - ¿Que te pasa?. No llores de esa manera, mi niña.

            - Déjame mama, que no me pasa nada.

            - Vamos cuéntamelo, no seas tonta.

            - No ha sido muy buena noche y encima me quiero quedar a dormir en casa de una amiga para no estar sola y así poder desahogarme y encima luego llego y todo son malas caras como si hubiese matado a alguien.

            - Hombre es que yo no sabía que te pasaba algo, si me lo hubieses dicho.

            - Yo esta mañana no quería preocuparte. Tampoco quiero que pienses que tienes una hija depresiva o algo así.

            - Vamos no te preocupes, tienes cara de estar agotada. Duerme un poco y luego hablamos cuando estés más descansada. De todas maneras tu padre está bastante enfadado porque dice que te dejo hacer lo que te da la gana y que me tomas el pelo, así que luego tendrás que ir a hacerle mimos.

            - Gracias mami. No sabes el gusto que da tener una madre comprensiva.

            Me puse el pijama y me acosté, en mi cama, que era una gozada porque era mi cama. Estaba cansada, cansada de pensar.

JUGANDO A JUEGOS DE MAYORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora