A la mañana siguiente alquilamos el barco. Cris y Silvia no vinieron porque habían quedado con sus amigos para pasar el día. En parte me alegre porque así podíamos estar él y yo solos disfrutando el uno del otro.
Alquilamos el barco a un señor mayor en el puerto. Era espacioso y muy bonito. Solo tenía un gran camarote con una amplia cama, un servicio y una pequeña cocina todo muy bien cuidado y pulcro. Estaba decorado en azul y blanco.
Sobre las 11 de la mañana ya estábamos embarcados hacia ningún sitio. Hacía un día estupendo. El sol brillaba y calentaba más que nunca. Me senté en uno de los amplios sofás de cuero blanco de cubierta observando a Jaime en el timón, ya que tenía el titulo de patrón de embarcación y podíamos estar solos en aquella excursión.
Estaba completamente concentrado en el mar. Llevaba una camisa blanca desabrochada y unas bermudas. Su pelo negro se despeinaba con el viento. No podía dejar de mirarle y adorarle. Aquel día había decidido olvidarme de todo y vivir a tope cada segundo. Poco a poco nos fuimos alejando de la costa hasta que llego un momento que solo se divisaba agua por todos los lados.
Hacía mucho calor ya que el sol yacía implacable en el cielo. Jaime paro el barco. El silencio era completo. Solo se oía el leve balanceo de las olas, calladas del mar en calma. Jaime se volvió hacia mí y se sentó a mi lado. Me acurruqué en sus brazos sintiendo el calor que desprendía su cuerpo.
- Esto es idílico, ¿verdad? Me encanta estar perdido en medio del mar- dijo Jaime.
- Yo no quisiera que acabase nunca Jaime. Vamos a quedarnos aquí siempre- le pedí
- Solo tenemos comida para dos días- se rio él.
- Da igual.
- Tienes razón, da igual.
- Soy muy feliz.
- Yo también. Siempre que necesitaba pensar me venía aquí, al medio del mar, es lo mejor para aclarar las ideas- dijo pensativo.
- Seguro que venias bien acompañado…
- Nunca- respondió seco
- Seguro...
- ¡Como me gustaría que conocieses tan solo una mínima parte de mi vida y de mis relaciones con las mujeres!. El traerte aquí es algo muy especial. Nunca dejaba que nadie y menos una mujer se metiera en mi espacio. Pero tú eres diferente, y aunque no lo creas me asusta.
- Yo siento pánico de todo esto, no quiero que nada salga mal- dije sin poder quitar la sombra de Eduardo de nuestras vidas.
- El primer día que te conocí, cuando nos presento Mario...
- Me acuerdo.
- ...Me quede impresionado. No sé que fue, había algo en ti que me dio una sensación extraña. Me pase unos días sin poder quitarte de mi cabeza y no me explicaba el porqué. Cuanto más me empeñaba en hacerte desaparecer más me obsesionaba contigo.
- ¿De verdad?- pregunté sorprendida
- Por eso opte por ser borde contigo, para mantener las distancias.
- Estoy alucinada.
- Supongo.
- Podrías haber dicho algo antes... Yo no hacia más que pensar en ti y negármelo porque pensé que me odiabas.
- Pues estaba loco por ti, y lo estoy.
- Yo también- dije acercándome y dándole un beso. Cada vez que le besaba perdía completamente la cabeza. Era una sensación tan intensa que me asustaba.
Era maravilloso estar allí pero no podía quitarme de la cabeza que pasaría cuando saltásemos a la realidad, me daba pánico pensarlo y decidí apartarlo de mi mente, seguir engañándome algún tiempo más.
El día era precioso, hacia un poco de calor, así que decidimos tomar un baño en medio de ese agua tan bonita, allí en medio del mar, sin que nadie nos viera.
Me tire al agua. Estaba a una temperatura perfecta. Era maravilloso estar allí. Tras de mí se tiro Jaime con un salto bastante atlético. Dio un par de brazadas y llego a mi lado. Me abrazo muy fuerte allí en medio de la nada. Empezamos a besarnos. Sabía a sal, a mar, y, a él. Estaba flotando de la felicidad. Empecé a quitarle suavemente el bañador, me sumergí en el agua y se lo terminé de arrebatar. El me miraba alucinado cuando tiré el bañador por el medio del mar. Fue a decir algo pero le calle con mis besos. Empezó a responderme a su vez retirando también mi traje de baño. En pocos instantes nos fundimos los dos en uno con el mar. El balanceo de las olas nos movía suavemente de un lado a otro. Me sentía plena, fue una experiencia espiritual. No era tan solo corporal, no era tan solo estar haciendo el amor con alguien a quien realmente quería, era pasar a un plano superior en el que no existían cuerpos. Porque yo ya no era yo, era enteramente suya y de nadie más. Mi cuerpo y mi alma le pertenecían. Y tan solo por aquel intervalo tan corto de tiempo, le pertenecerían para siempre, porque dudo que nadie nunca pudiera hacerme sentir tal y como lo hizo Jaime aquel día en el que robo mi alma a través de mi cuerpo.
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JUGANDO A JUEGOS DE MAYORES
RomanceAlejandra es una niña bien, estudiante de periodismo guapa que le gusta mucho salir por la noche. Pronto descubrirá que enamorarse de mafiosos no es un juego y que en ocasiones los amores mas reñidos, son los más pasionales al final.