Llegue a la universidad desconcertada, medio drogada por una imagen de un sueño. Cuando subí a mi clase Irene no había llegado y necesitaba contárselo a alguien. Me recosté sobre la mesa, ya que la experiencia me había dejado agotada. Sentí que alguien se me acercaba, pensé que era Irene y me levante. Era Ana, que venía toda sonriente hacia mí:
- Hola ¿que tal Ale?.
- Bien- contesté seca.
- ¿Conoces a Jaime desde hace mucho tiempo?- me preguntó.
- El suficiente- respondí tajante.
- ¿El suficiente para que?.
- Para odiarle- contesté sin pensarlo.
- ¿Y eso?.
- ¿Es un interrogatorio Ana?.
- No solo que me mola mogollón y solo quería que me dijeses lo que sabes de él y esas cosas.
- Pues la verdad es que no has dado con su mejor amiga, no nos llevamos especialmente bien, y lo que te pueda decir yo acerca de él es poco, pero eso sí, malo.
- ¿Cómo qué?-preguntó con curiosidad
- Pues que es un cerdo, que solo juega con las tías, que no las quiere para nada, que no cree en las mujeres según le he oído decir un millón de veces.
No sabía porque de repente me había puesto a hablar de cosas que no tenía la menor idea, ya que yo nunca le había oído a Jaime decir tales cosas en mi vida.
- ¿Sabes si ha tenido alguna novia, así de tiempo, o algo así?.
Ahí vi mi oportunidad. Todos los hombres han tenido siempre la típica chica que les hizo daño, y de la juraban y perjuraban haber estado enamoradísimos, aunque la hubiesen dejado mil veces, la hubiesen puesto los cuernos otras tantas y demás. Si le comentaba algo a Jaime, que lo dudaba, seguro que algo por el estilo le habría pasado alguna vez. Así que le empecé a contar una historia a Ana, sobre la pobre relación que había tenido Jaime con una chica, y después de la cual, juro que nunca se volvería a enamorar, y que utilizaría a las tías el resto de su vida. Me quedó un poco dramática pero bonita y lo más importante creíble. No le di el nombre de la tía, diciéndole que no me acordaba. La hice prometer que no le diría nada a Jaime, porque era un gran secreto. Ana me dio su palabra y se alejo de mi sitio un poco frustrada.
Llegó el fin de semana, y con él más salidas, y los mismos sitios de siempre. No quería ver a Mario y menos aun a Jaime, pero le había prometido a Eduardo que iría al club, y si iba al club, acabaría yendo a elite.
El viernes me arreglé sin el menor entusiasmo. Estaba muy cansada y aunque me apetecía ver a Eduardo, no me apetecía demasiado salir. Me puse una minifalda negra, botas altas negras y una chaqueta negra de vestir negra también entallada sin nada debajo. Salimos Cristina, Silvia y el novio, Carlos, Daniel y Enrique, que eran amigos de Ricardo. Fuimos primero al garito de un amigo de ellos, que se llamaba Gallery, cerca de la glorieta de Bilbao. Nosotras no habíamos estado nunca, pero la verdad es que le sitio nos encantó. Era más o menos grande, con música muy buena, con dos plantas y con una decoración preciosa, como si fuera una galería de arte, había cuadros en algunas zonas, que supongo que eran del rastro por lo menos... El ambiente era con marcha pero apacible. Nos invitaron a una copa y nos sentamos en una mesa todos a charlar. Me senté al lado de Carlos. Este era castaño, con los ojos marrones, muy grandes, expresivos y con largas pestañas. No tenía nada en especial pero era atractivo. Tenía en la cara los hoyitos de la simpatía, que le hacían parecer un niño cuando sonreía, que era muy a menudo. En seguida conectamos. Nos caímos bien al instante, mutuamente. A veces ese tipo de cosas lo notas, que hay química, no como la del amor a primera vista. Empezamos a hablar y al cuarto de hora ya me estaba contando su vida y yo la mía. Parecía que nos conocíamos desde hacía años.
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JUGANDO A JUEGOS DE MAYORES
RomanceAlejandra es una niña bien, estudiante de periodismo guapa que le gusta mucho salir por la noche. Pronto descubrirá que enamorarse de mafiosos no es un juego y que en ocasiones los amores mas reñidos, son los más pasionales al final.