La semana transcurrió casi normal. Lo único que altero el ritmo de esta fue Jaime. El martes había bajado a la cafetería de mi facultad a tomar algo con Irene, y así de paso poder ponerla al corriente de todo aquel fin de semana que había sido muy ajetreado para mí. Nada más bajar, divisamos una mesa libre. Irene se quedó y yo me fui a la barra a pedir. De pronto vi a Ana, una chica de mi clase, que era bastante monilla, con un chico. A él solo le veía por detrás pero me era endiabladamente conocido. Me moví un poco para poder verle, y me di cuenta de que era Jaime. Se me subió de pronto la sangre al cerebro, y me entraron unas ganas tremendas de acercarme a ellos. Estaba muy juntos con las manos cogidas, como cualquier pareja. Jaime hablaba y Ana sonreía con una cara de subnormal profunda. Odié a Ana, y no sabía por qué. La estaba tomando el pelo seguro, Jaime era de ese tipo de hombres. Me aseguraría que Ana se informase de la calaña de la que estaba hecho aquel despreciable. Regrese a la mesa.
- ¿Has visto con que pedazo tío esta Ana?. Que fuerte, la que parecía tonta.- dijo Irene.
- ¿Sabes quién es ese desgraciado?-pregunté visiblemente enojada- Es mi querido amigo Jaime.
- ¿El imbécil, asqueroso y demás calificativos?. ¡No me lo puedo creer¡.
- Pues es ese.
- No, lo que no me puedo creer es como puedes odiar a ese tío que parece una especie de dios salido del mejor de mis sueños. Tu decididamente estas como un poco mal.
- Te aseguro que si le conocieras no dirías eso.
- Pues parece que Ana le conoce y no opina como tú. La cara de felicidad que tiene lo dice todo.
- Te lo digo de verdad. No merece la pena conocerlo.
- No sé que quieres que te diga, a mi no me importaría.
- Dejemos de hablar de ese idiota.
Seguimos charlando de nuestras cosas, pero yo no podía remediar mirar constantemente a Jaime, que no hacía más que tontear con Ana. La estaría contando una mentira tras otra, seguro. Al final logré dejar de mirarle y seguimos conversando. Al rato vi que se levantaban de la mesa. Pensé que se irían, cosa que me agrado y que hizo que disminuyera la tensión que tenía dentro. De pronto vi que Jaime y Ana se acercaban a nuestra mesa. Sentí como si me tragase la tierra, y como si fuera una quinceañera, me puse colorada como un tomate.
- Hola chicas. ¿Vais a subir a clase?.- dijo Ana.
- Si luego subiremos- respondió Irene.
- Hola Jaime- dije sin el menor entusiasmo.
- ¿Que tal Alejandra?.
- ¿Pero os conocéis?. No me habías dicho nada Jaime cariño.
¿Cariño?, ¡Madre mía que confianzas, ni que fuese su novia de toda la vida, pensé!.
- Si, somos ligeros conocidos.
- Estuvo saliendo con mi amigo Mario, creo que te lo presente el otro día.
Y encima ya la había presentado a sus amigos, eso era un gran paso para ella. ¿Pero que me pasaba?. ¿Estaba celosa?. ¿De que?. Era estúpida.
- Me dijo Mario que te enfadaste el otro día con él. ¿No fue por lo que te dije yo, verdad?- me preguntó mirándome fijamente y poniendo cara de ingenuo.
- Por ahora las cosas que tú me dices Jaime no me afectan, ni poco, ni nada.
- ¿Que tal con Eduardo?. Has hecho muy buena elección, no esperaba menos de ti.
- Gracias por tu bendición Jaime, de verdad que la agradezco.
- Bueno, nos vamos- interrumpió Ana, un poco nerviosa ya por el tono de nuestra conversación, que se veía desde fuera todo menos normal.
- Hasta luego.
- Adiós.
Se fueron y yo me quedé completamente tranquila. La verdad es que Jaime había estado más educado y discreto que de costumbre y fue un alivio.
- Nadie diría que le odias Alejandra.
- ¿Por qué dices esas bobada?- pregunté molesta
- Has estado histérica durante todo el rato y antes de que viniese no hacías más que mirarle. Luego cuando se ha acercado te has puesto hecha un flan.
- Habrán sido imaginaciones tuyas. Ya has visto como nos llevábamos de bien.
- Los amores más reñidos son los más queridos.
- Vete a la porra tía.
Con la tontería, acabamos las dos riendo y pasando de la conversación de Jaime, aunque yo en el fondo me siguiese preguntando que era lo que pasaba.
Quedé con Eduardo tan solo una vez más aquella semana ya que tenía muchas cosas que hacer según él. No sabía realmente cual era su trabajo. Sabía que era dueño de unas cuantas discotecas pero él me dijo que tenía alguna cosa que otra por ahí, que ya me diría a su tiempo. Me explicó que no podía darme todo de una vez, que tenía que dejar alguna sorpresa en reserva. Aquello me extraño, porque para mí su trabajo no consistía ninguna sorpresa. El tiempo me descubriría más sorpresas de las que nunca imagine, y lo que es aún peor, que nunca quise imaginar, en mi vida. No sabía lo que me esperaba al haber conocido a Eduardo. Lo que a mí me parecía un simple rollo, era algo mucho más complicado. Tarde demasiado tiempo en darme cuenta, cuando todo el mundo ya había visto el peligro. Aun así, cuando reaccioné, lo hice bien, aunque no sé si llegué a tiempo...
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JUGANDO A JUEGOS DE MAYORES
RomanceAlejandra es una niña bien, estudiante de periodismo guapa que le gusta mucho salir por la noche. Pronto descubrirá que enamorarse de mafiosos no es un juego y que en ocasiones los amores mas reñidos, son los más pasionales al final.